09/09/2025
3 min

El último fin de semana de agosto compartí mesa, conversación y reflexión con las compañeras de Anticapitalistas, en su Universidad de Verano Estrategias ecosociales frente al fin del viejo orden. La decimoquinta edición de una semana dedicada a generar un espacio conjunto de reflexión y análisis político, formación, conversación, pensamiento crítico y experiencias enriquecedor, estimulante y esperanzador.

No hacía muchas semanas había tenido también lugar Sobremesa, una segunda edición (la primera fue en 2022) de un espacio totalmente autogestionado que ha surgido de un sentimiento compartido dentro de los movimientos de justicia social (movimientos para la vivienda, ecosociales, antirracistas, queer, de defensa del territorio…): que conjuntas. Muchas de las personas que pasaron por la Universidad de Verano Anticapitalista venían también de allí.

En nuestro espacio de debate dentro de la uni, en el bloque de ecosocialismo, hablamos de cómo organizar el conflicto en tiempos de crisis ecosocial. Compartimos espacio con la gente que en Galicia está luchando contra una macroempresa de celulosa (Altri non) y con compañeras de los Comités Locales de Emergencia y Reconstrucción que desde la Dana de Valencia han articulado una propuesta popular y de base para el sostenimiento mutuo desde la comunidad. También, la dinámica de luchas que propone Revueltas de la Tierra, y que en el mes de mayo hizo una primera germinación en el Camp de Tarragona (contra una empresa que la multinacional Lotte quiere instalar en el Camp para la construcción de unos componentes de las baterías para coches eléctricos), se puso en diálogo para abrir la reflexión sobre las estrategias de cada una de ellas la justicia social, así como de los retos y posibles horizontes, puestos en común.

Y es que en un tiempo convulso, donde parece que las crisis ecosociales se aceleran y nos llevan directamente al abismo, se ponen en evidencia los pilares de las necropolíticas que dirigen nuestras vidas generando una realidad de multicrisis, que se convierten en emergencias crónicas: como la de la, desequilibrios ecológicos como la pérdida de biodiversidad y la crisis climática, etc. Todo alimentado por políticas ecocidas, racistas, injustas y cada vez más violentas, que legitiman y normalizan atrocidades –como el genocidio en Palestina– en sociedades cada vez más deshechas, más polarizadas, más violentadas y más desalentadoras. Todo está relacionado. Y a estas emergencias crónicas hay que aportar lo que se habría empezado a asumir como la verdadera "nueva normalidad": los desastres climáticos localizados que puntualmente se materializarán para arrasar infraestructuras, casas, pueblos, vidas… como fue el caso del País Valenciano con la dana que pronto hará un año (2)

Ante este panorama cada vez se generan, de las organizaciones, de las estructuras de base, espacios de confluencia de luchas sociales, teniendo en cuenta que la crisis ecosocial es el marco de actuación. El punto de partida desde el que hay que sumar fuerzas, para compartir estrategias, para resistir y confrontar, pero también para disputar la propia autonomía para decidir los presentes que queremos vivir. Desde los márgenes, desde la rabia organizada, desde la justicia social, el ecologismo clásico converge necesariamente con las luchas antirracistas, feministas, disidentes, por la vivienda, contra el genocidio, la de la clase trabajadores… ¿por qué? Porque en el mundo que queremos se construye desde la justicia social y atendiendo a la diversidad de realidades atravesadas de diferentes maneras y con diferentes intensidades por las consecuencias más graves de un modelo económico que ha declarado la guerra a la vida (como dice tantas veces Yayo Herrero). Nos necesitamos fuertes, juntas, codo con codo, sintiendo que somos parte de una misma lucha, diversa, rica, amplia, global. Organizar el conflicto en tiempos de crisis ecosocial implica necesariamente no imponer unas luchas por encima de otras, ni defenderlas al margen de otras, trabajar juntas, sin fagocitar, teniendo claro que el objetivo es la transformación ecosocial y que cada conflicto, cada batalla, cada articulación, cada complicidad, cada estrategia, cada colectivo, cada movimiento, cada movimiento, cada siglas e identidades, para convertirse en un cuerpo colectivo rebelde y en lucha.

Esto me lleva también a muchas reflexiones que se tienen dentro de los propios movimientos ecologistas, aquí y en todo el Estado, de entidades que llevan años trabajando la defensa del territorio, la conservación de la naturaleza, el pacifismo, denunciando la explotación de los recursos, el problema de los residuos, el derecho al agua, etc. Han sido muchos años de batallas, campañas, luchas, han ganado legitimidad y apoyo social a base de mucho trabajo de muchas personas. En muchos casos durante años han sido una voz única, central, exclusiva. Ahora las bases del ecologismo empapan otras muchas luchas, se alimentan y lo alimentan, suman. No pierden centralidad, permiten en una sociedad cada vez más consciente de su ecodependencia y suman trayectoria, experiencia, profesionalidad y estructura a nuevas y diversas luchas. Son tronco y memoria que nutren las confluencias que, en un momento de crisis de civilización, se necesitan para construir el deseo colectivo de otros mundos posibles desde hoy y entre todas.

stats