07/12/2025
Jefe de redacción
2 min

Juan Carlos y ha publicado un vídeo inenarrable para promocionar sus memorias. Reivindica su papel en la transición de la dictadura a la democracia y acaba pidiendo a los jóvenes que apoyen a su hijo, Felipe VI, en su reinado. Se le ve sentado, sobre el fondo de una bandera española –onejando y digital– que cubre toda la pantalla. No habíamos visto un uso más ridículo de la enseña desde que Sonia Monroy se presentó a los colindantes de una ceremonia de los Oscar envuelta con una a modo de vestido. Ni del croma. Ni del editor de vídeos que hayan empleado.

El emérito lee el texto y pone como si se tratara del discurso de Nochebuena, pero el conjunto pivota entre la ternura y la desesperación; como si al frente de la comunicación hubiera un youtuber de Vox o quizás Froilán a punto de gritar: "Fantástico, abu, lo subimos a TikTok".

La Casa del Rey, instalada en un perfil discreto e institucional, se ha visto obligada a desvincularse con contundencia. No hace falta leer el libro, cuando todos los medios de comunicación de París en Gibraltar han extractado el puñado de titulares (viejos) que todavía ha dejado. la estrategia. Miente al decir que no puede regresar a España. Si regulariza su situación, paga lo que debe y calla. para renegociar su puesto en la memoria colectiva, pero su tiempo ha pasado. Sin el brillo de la monarquía y con la vergüenza del exilio, el recuerdo de los más jóvenes será (con suerte) el del señor adúltero y con enredos fiscales que cazaba elefantes con una tal Corinna, que más listo que él.

El padre de Felipe VI hace años que está acostumbrado a la impunidad; Pero ha optado por la huida hacia adelante, sin prever su irrelevancia. Este libro es el penúltimo de sus errores.

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