Victoire Ingabire, una historia ligada a Mallorca

Hace unas semanas me llamó Victoire, unos días antes de que Paul Kagame volviera a secuestrarla. Aunque el Tribunal Africano de Derechos Humanos y de los Pueblos falló a su favor y condenó su encarcelamiento, este personaje oscuro de rasgos faciales demoníacos, que revelan su auténtica interioridad (ha llegado a cerrar 7.000 iglesias y mezquitas), la volvió a secuestrar, por miedo a una Victoire en libertad, ya que pronto expiraba el período de su anterior y prolongada condena.
Hablamos durante media hora. Había conocido la muerte de Pedro Sampol y quería que compartiéramos nuestro dolor por su desaparición y nuestro agradecimiento hacia una persona tan especial. El ser un amigo cercano de ambos me ha hecho sentir como una especie de actor secundario de unos acontecimientos que un día, seguramente, serán históricos (cuando el engaño y el silencio sobre el sangriento saqueo de los inmensos recursos estratégicos del antiguo Zaire, hoy RD del Congo, sean ya cosa del pasado). Victoire me recuerda demasiado a aquel Mahatma Gandhi que aún no era lo que ahora es: uno de los mayores símbolos de la paz, alguien a quien Albert Einstein consideraba como el único verdadero maestro de su época.
Y si alguien piensa que la tragedia de Ruanda y del Zaire/Congo no es comparable a la epopeya de la India de Gandhi, creo que se equivoca. La historia tendrá la última palabra. Cuando el tiempo arranque el velo opaco y pesado de silencios y mentiras sobre esta tragedia, el día en que lleguen a ser llevadas los increíbles saqueos de las materias primas estratégicas de la RD del Congo, el número estremecedor de millones de víctimas mortales y de cientos de miles de violáceo que va a ser consciente Jon Sobrino, el superviviente de la matanza de los jesuitas en El Salvador: "El mayor pecado de nuestro mundo tiene un nombre: África".
Nuestra conversación acabó con estas palabras de Victoire: "No se preocupe por mí: si me asesinan, Dios hará surgir otro líder que lleve a Ruanda hacia su liberación". La integridad y la lucidez (¿no sé cómo calificar tal lucidez: transpersonal, espiritual…?) son un denominador común entre esa ruandesa y este mallorquín excepcionales. Cuando, a las puertas del cementerio de Montuïri, la familia de Pedro me pidió que, como amigo tan cercano suyo, dijera unas palabras antes de las intervenciones oficiales, no se me ocurrieron otras mejores para terminar mi breve intervención que éstas: "Pero nunca se doblegó en las mentiras del poder. Por eso somos muchos los que le queremos tanto".
En esa misma línea, sólo recogeré finalmente una anécdota más sobre Victoire. Una anécdota muy reveladora y de máxima actualidad en estos días en los que, en Washington, bajo los auspicios del supuesto gran pacificador que pretende ser Donald Trump, acaban de firmarse acuerdos de paz entre Ruanda y la RD del Congo. Aunque lo único que queda claro es que Estados Unidos seguirá siendo el gran expoliador de los extraordinarios recursos naturales del este de la RD del Congo.
El mismo expolio sangriento que se inició bajo el mandato de Bill Clinton, que nuestra fundación denunció desde el principio (con la ayuda de Pere Sampol y el Fondo Mallorquín de Solidaridad y Cooperación) y que recientemente ha vuelto a ser denunciado en este documental de Nicoletta Fagiolo (cuyas imágenes y testigos han provocado que YouTube rompa su contrato con www.l-hora.org), donde Pere Sampol vuelve a jugar un papel clave. Una denuncia, la nuestra, que hace unos años supuso gravísimas acusaciones de que yo y nuestra fundación éramos los financiadores de los "terroristas genocidas hutus" de las FDLR, a los que todavía hoy se intenta hacer pasar por responsables de la violencia que reina en la RD del Congo.
No hablamos de cualquier cosa sin importancia: con estas inverosímiles acusaciones contra las FDLR se justifica la mayor misión de la historia de la ONU, compuesta por unos 20.000 miembros. Tal y como puede verse en el documental de Nicoletta Fagiolo, mencionado anteriormente, esta misión es la que hace posible el expolio de la RD del Congo. Mientras, se ocultan los verdaderos criminales: el M23 de Paul Kagame. Fue una conspiración contra nosotros, dirigida desde el Departamento de Estado (con el objetivo de desactivar las cuarenta órdenes de detención que habíamos conseguido), una conspiración desenmascarada por Julian Assange, que salió en nuestro auxilio.
Ésta es la anécdota final a la que me he referido: en una de sus estancias en nuestra fundación, Victoire me confesó que un altísimo cargo de la administración de Estados Unidos le había ofrecido un poder decisivo en el gobierno de Ruanda si colaboraba con ellos en la anexión del rio. Sin poder contener la curiosidad, le pedí: "¿Y qué le respondiste tú?". Ella concluyó: "Le respondí que yo nunca podría traicionar al pueblo hermano de la RD del Congo."