Una presidenta para los fascistas
Que Margalida Prohens no es la presidenta de todas las personas que viven en las Islas lo sabemos desde el primer minuto de su tiempo como gobernante. No es la presidenta de quien tiene un problema para encontrar o pagar el alquiler de una vivienda digna, ni de las personas inmigrantes que llegan de forma precaria a trabajar en lo que la gente de aquí ya no quiere hacer. No es la presidenta de quien ama la lengua de aquí, la catalana de Mallorca, ni la presidenta de quien defiende el territorio y la naturaleza de los ataques virulentos de sus amigos promotores. Pero, sobre todo, no es la presidenta de las víctimas del franquismo, a las que primero ha ignorado, después ha traicionado y finalmente ha escupido en la cara.
Apenas hay colectivos tan golpeados como las víctimas del régimen franquista en nuestro país. Nadie puede imaginar que se descubra a un grupo de personas fallecidas con disparos en la cabeza, enterradas en un hoyo, y no comparezca ni la Policía, ni la Guardia Civil ni un triste juez, salvo si las víctimas son asesinadas por la dictadura. Más de 300 personas asesinadas en más de veinte fosas en las cuatro islas, y no he visto a ningún miembro de las fuerzas de seguridad ni de la judicatura en el cumplimiento de sus obligaciones. El trabajo de dos legislaturas por parte de las instituciones públicas ha servido para compensar un poco todo el daño que se le ha hecho al enorme conjunto de personas golpeadas por la barbarie fascista primero, por la dictadura después y, finalmente, con nuestra vergüenza, por el régimen 'democrático' del 78. Dos legislaturas en las que se aprobaron normas, se van aprobando normas y se van aprobando normas lado con las asociaciones.
Ahora, en cambio, tenemos un Gobierno aliado políticamente con los herederos de los verdugos que asesinaron a los hombres y mujeres que se han recuperado de las fosas, de los protagonistas del terror fascista que aplicó una represión brutal durante décadas. Éstos son los que dictan ahora las normas. Como buena política de la casta del Partido Popular, Margalida Prohens miente con fluidez, agitando la Ley de fosas que proclama (con la indulgencia de los tiranos) que no derogará, cuando se trata de una ley ya amortizada por haberse abierto casi todas las fosas hace años. Mientras tanto se dispone a derogar una ley, la de memoria democrática, que por ahora garantiza que no se olvide lo que significó para esta tierra que una caterva de fascistas impusiera por las armas un régimen totalitario que duró cuarenta años.
Estos barridos proclaman trabajar por la "igualdad" de todas las víctimas, y dicen que la Ley de memoria no trata igual a las familias de las personas asesinadas en zona republicana (en Ibiza y Menorca) que las de la represión franquista, como si aquéllas no hubieran recibido reparación desde hace más de ochenta años en forma de honores y distinciones, ayudas, calles. Un simple intento de reparar a las otras víctimas, las escondidas en las fosas, o detrás del silencio obligado por el miedo, ha provocado la reacción de un franquismo todavía muy presente: éste que rompe imágenes de las Rojas del Molinar, o que recita el Cara al sol en sede parlamentaria.
Podrán derogar la ley, porque tienen diputados para ello, pero ninguno podrá evitar la indignidad resultante de atacar los derechos de muchas personas, y de tratar, una vez más, de borrar la memoria colectiva de nuestra sociedad. No conseguirán borrarla. No lo logró la dictadura, no lo conseguirá un grupo de mentirosos más preocupados de salvar unos presupuestos para aguantar sus sillas que de garantizar los derechos fundamentales, ni lo conseguirá la presidenta de los fachas.