La dependencia del coche, un lastre para el futuro de las Islas

ARA Balears
07/11/2025
2 min

En las Islas Baleares la dependencia del coche se ha establecido de forma tan natural que a menudo no la cuestionamos. Para mucha gente, el vehículo privado es la primera opción para casi cualquier desplazamiento, aunque sea por recorrer distancias que se podrían hacer a pie o en bicicleta. Convertir al coche en una extensión del propio cuerpo habla de una sociedad que durante décadas ha entendido la movilidad como algo individual y no como bien colectivo.

No es casualidad. Baleares desmanteló hace casi un siglo buena parte de la red ferroviaria, que conectaba comarcas, y apostaron por un modelo de carreteras y autopistas que ha condicionado nuestra forma de movernos. Los recursos públicos se han destinado a hacer más fácil y cómodo el uso del coche: nuevas vías, más rotondas, aparcamientos. El transporte público, mientras tanto, ha crecido a trompicones, con carencias estructurales que todavía sufrimos.

Es cierto que en los últimos años se ha avanzado. Y la gratuidad del transporte público ha supuesto un punto de inflexión, con un gran incremento de usuarios: sólo en el primer mes de 2023 –el primero de la gratuidad–, la EMT de Palma registró un 54% más de pasajeros. Pero, a pesar de este dato esperanzador, las limitaciones siguen siendo evidentes. En Mallorca hay todavía una cuarentena de pueblos sin conexión con el municipio de al lado; en muchas zonas rurales, el bus no pasa, y por la noche el transporte público es prácticamente inexistente. Si un ciudadano quiere cenar fuera y regresar a casa sin coche, no puede hacerlo. Esto no sólo genera desigualdad territorial –entre quien puede moverse y quien no–, sino que perpetúa una forma de entender la movilidad que ya no es sostenible. No podemos seguir pensando que la única manera de llegar a un sitio es con nuestro coche. Es necesario invertir, y mucho más, en alternativas: más rutas, más frecuencias, más tren. Pero también es necesario hacer que el transporte público sea atractivo, con paros dignos, puntos de información, puntualidad y, entre otros, conexiones seguras y eficientes. Debe ser, literalmente, una mejor opción que el coche.

Ahora bien, el cambio de modelo no vendrá sólo por decreto. Requiere una profunda transformación cultural. Hay que entender que moverse de forma colectiva es más inteligente, más económico y más responsable con el territorio que compartimos. Las Islas no pueden permitirse continuar ampliando carreteras como si no hubiera límite de espacio ni de recursos. No hay sitio para renunciar a un modelo de futuro más sostenible.

La movilidad es una expresión de cómo entendemos la vida en comunidad. Si queremos unas Islas más habitables y más cohesionadas, debemos deshacer la dependencia del coche y apostar decididamente por un transporte público eficiente, amable y competente. Es la vía más rápida y segura para avanzar hacia un territorio más sostenible y ciudadanía más libre.

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