Movilidad

“Mi familia vive a 500 metros y cojo el coche para ir a verla”

Mientras que las instituciones proponen medidas para limitar la entrada de vehículos en Baleares, no se cuestiona el abuso que se realiza por parte de los residentes

La falta de transporte público o la libertad son algunos de los motivos que dan los que utilizan siempre el vehículo privado.
Movilidad
07/11/2025
6 min

PalmaLibertad y abuso, éstas son dos de las palabras que han utilizado los testigos que han hablado sobre su relación con el coche. Baleares tiene aproximadamente un vehículo por cada uno de sus 1.231.768 habitantes (coches, motos, furgonetas, etc.), un ratio que llega a 1,1 en Mallorca. Las instituciones apuestan por limitar la entrada de los vehículos de alquiler, pero los expertos reclaman más valentía: sin medidas que afecten a los residentes y, por tanto, a los votos que recibirán los partidos en las elecciones, no habrá un cambio verdadero.

Catian es un ejemplo del papel que juega el vehículo privado en la movilidad de las Islas. Vive en Son Verí Nou (Llucmajor) y utiliza el coche cada día. "Me siento más libre y más cómoda. Además es más rápido", asegura, pero a la vez reconoce que ha perdido mucho tiempo en atascos en la entrada de Palma. Entonces argumenta que el transporte público va lleno y que no quiere viajar de pie. También señala que utiliza el coche para trayectos que podría hacer andando. "Mi familia vive a 500 metros de mi casa y cojo el coche para ir a verla", dice. Cree que hay una serie de prejuicios heredados sobre la importancia del coche y lamenta que, cuando va a Palma, "la autopista está llena de vehículos a los que sólo viaja una persona" –por el tramo de la autopista Inca-Palma hasta Son Hugo circulan unos 200.000 vehículos al día, según cifras publicadas por el ARABar.

La catedrática de Geografía Humana de la UIB Joana Maria Seguí apunta que "el coche se asocia a una especie de liberación y de deseo de individualidad", una idea que "se podía justificar en cierto modo antes de la crisis del petróleo" de 1973. "Después, que es cuando más crece la población coche] comienza a ser inviable por muchas razones", añade, y recuerda que fue en la Cumbre de la Tierra de Río de 1992 cuando se habló por primera vez de sostenibilidad. Desde entonces, "en lugar de racionalizar el uso del automóvil, se ha incrementado". Siguió lamenta que en Baleares haya "familias de cuatro miembros que pueden llegar a tener tres coches" y remarca que la masificación del vehículo privado en las Islas "choca con la estructura urbana de pueblos y ciudades", que no está hecha para el paso de los vehículos. Pone como ejemplo la estructura urbana de intramuros en Palma y su trazado medieval.

En cuanto a las causas de esta situación, Seguí señala una muy importante: "El incremento de la renta per cápita y del desarrollo turístico que la ha generado no se ha acompañado del desarrollo del transporte público". "La motorización se asocia al binomio coche/carretera, no al transporte público", reitera, además de remarcar que las políticas públicas al respecto fueron inexistentes hasta los años 90. Ahora bien, entre esta década y el 2021, "la población se incrementó más de un 60%", un aumento que subió el número de coches.

"Sin coche, aquí estás muerto", asegura Andrés, un trabajador procedente de Córdoba, que habla con el ARA Baleares con su vehículo subido a la acera que hay frente a la clínica Rotger de Palma. Trabaja en Manacor y, aunque podría llegar en tren, prefiere utilizar el coche para adaptarse mejor a su horario flexible de trabajo. "Es cierto que se abusa, pero la falta de servicios públicos ha contribuido a ello", dice. En cuanto a las ideas que asocian con el vehículo, Andrés numera tres: "Libertad, seguridad y tranquilidad".

El profesor de Sociología de la UIB David Abril señala que el coche es un objeto con "mucha carga simbólica". "En una sociedad de consumo, tiene un estatus social", prosigue, y remarca que la organización de la movilidad en Baleares "facilita sobre todo el transporte privado". En una sociedad precarizada, "sin acceso a muchas cosas", el coche "ofrece un sueño de libertad". "El turismo ha favorecido en las Islas la idea de moverte libremente: si los turistas pueden hacerlo, ¿por qué no los trabajadores? Ahora se quiere empezar a regular la industria de los coches de alquiler, pero llegamos tarde", continúa. En cuanto a la exhibición de estatus, el sociólogo destaca que es relativamente sencillo acceder a un préstamo personal para "comprar un coche que no se corresponde a tu clase social", a diferencia de lo que ocurre con las hipotecas. "Basta con mirar un domingo a la gente que limpia el coche en las gasolineras", añade.

Dejar el vehículo privado

Intentar llegar a Palma a primera hora de la mañana, cualquier día entre semana en temporada baja, sirve para comprender que los problemas de movilidad de Mallorca, y de Baleares en su conjunto, van más allá del turismo. "Cuando se habla de saturación, sólo se hace referencia a restringir la entrada de coches de alquiler como única solución. Es ridículo e insuficiente, la solución cómoda y poco comprometida con el problema", critica Aina Llauger, miembro de la Junta Directiva del GOB. "Todo lo relacionado con el coche está tan arraigado, que cuesta mucho arrancar el problema", insiste. De hecho, Llauger subraya que la sustitución de los vehículos de gasolina por los híbridos o eléctricos tampoco es una vía de salida de esta situación. "La revolución no es el coche eléctrico, sino dejar el coche. Emplear el transporte colectivo, montar en bicicleta ya pie", dice, además de comentar que también hay que "cambiar el concepto de propiedad por el de servicio" y apostar por medidas como compartir el vehículo privado con otras personas si realmente se necesita. "Hay que cambiar el chip con la idea de que el coche nos da libertad. Además, en función de la libertad hemos hecho muchos destrozos. Aceptamos limitaciones a otros ámbitos y parece que con el coche no se puede", añade.

Ciudades como Londres ya cobran "una tasa espectacular" por llegar al centro en coche, apunta Joana Maria Seguí. El problema es que "cualquier medida que sea impositiva sobre el uso del coche cuesta muchos votos". "Hay que ser valiente cuando la situación lo requiere", dice, y subraya que las restricciones no servirán de nada si no se acompañan de potenciar el transporte público. "Si hablamos de coche individual y de costumbre, hay que ver por qué hemos llegado a este punto de congestión. La costumbre ha ido acompañada de una carencia histórica de transporte público", dice.

Hasta los años 90, "no se pensaba cómo se desplazaba a la población que trabajaba en los hoteles", buena parte de los cuales estaba en la costa, explica Seguí. "Nunca se pensó en un sistema de transporte público para esta gente, los trabajadores y la población residente que iba cada día a Palma a trabajar", continúa. "Ha empezado a considerarse muy tarde y todo se ha hecho muy recientemente, de hace veinte años hasta ahora", añade.

La falta de transporte público es el motivo que señala Dani para desplazarse con el coche por trabajo. "Tengo que ir a bandas que no están bien conectadas", dice, y asegura que en su tiempo libre siempre utiliza el transporte público –vive en Santa Maria. "Con el coche llega a lugares donde no podría ir sin él. Uso el transporte público cuando puedo, pero con el coche me siento más independiente", comenta.

En cambio, Peter y su esposa decidieron que su familia –tienen dos hijos, de ocho y seis años– prescindiría del vehículo privado a raíz de la pandemia: "Casi no lo utilizamos. Pensé que, si habíamos podido estar meses sin ella, realmente no hacía falta". Esta decisión le liberó de los gastos del combustible y del seguro, además del problema que suponía buscar aparcamiento. Ya hace cuatro años que dejó el coche y no le añora. "Mi mujer va en bus con los niños y también tenemos una bicicleta longtail [que permite llevar personas y carga]. En verano hemos realizado rutas de hasta 40 kilómetros y los hijos estaban encantados. No querían ir en coche", explica. Contrariamente a los demás testigos, Peter se siente más libre sin coche. "En las Islas es algo excesivo. Tengo muchos amigos de fuera que ni siquiera tienen el carnet, y no hace falta ir muy lejos. Aquí ya lo tenemos por inercia y hacemos trayectos para los que no es necesario el coche. Para dejarlo, hay que poner de tu parte", añade.

Ahora bien, Seguí reclama medidas que correspondan a la complejidad del problema. Por ejemplo, trabajar por unos barrios polifuncionales para no tener que salir del entorno más cercano para ir de compras o en la escuela. Por eso, además de medidas de movilidad, hay que pensar iniciativas "de estructura', funciones. cumplir", continúa Seguí, convencida de que "no queda más remedio que arrinconar el coche".

Por otra parte, medidas como la gratuidad del transporte público pueden ayudar a modificar los hábitos por parte de la ciudadanía. "La gratuidad y la mejora de las frecuencias de los buses han incrementado el uso del transporte público, pero hay que apostar mucho más", dice David Abril, quien también reclama a las instituciones que "no den mensajes contradictorios" respecto a mermar el uso del vehículo privado, como "la campaña contra los patinetes eléctricos y la pérdida de carril bici". "Cuesta mucho generar una cultura y después se le ponen trabas", lamenta.u

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