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Es difícil, en una sociedad llena de malintencionados mediocres que se compiten talmente encendidos contra el talento y la ilusión, chocar con obras literarias que todavía tienen, ¡milagro!, la capacidad de impresionar, de sacudir, de estremecer… Pero estos últimos días he tenido la suerte de devorar una obra memorable, tanto por lo que plantea este libro es Deriva flor de Damià Rotger Miró en Llentrisca Edicions, una editorial que fulgura desde el corazón de Menorca con independencia y con criterio, y no será ésta la última vez que ralle de las joyas de su catálogo.

No debería ser necesario mencionar los triunfos recientes de Damià Rotger Miró, pero en este nuestro mundo cada vez peor informado es de justa e imperiosa urgencia. El caso es que este poeta de piedra picada y tipógrafo genial recientemente ha conseguido galardones muy destacables como el Premio Vila de Lloseta con El ser y el rayo (en prensa) y el Premio Ibn Hazm Ciudad de Xàtiva con Naturaleza elemental (Edicions Bromera), recoge que dialoga, formando un tándem en retroalimentación complementaria, con el poemario Deriva flor que hoy nos ocupa. Por decirlo claro y catalán: este magnífico dúo poético se fundamenta en la contemplación como acto de creación, premisa clave que ya quedó bien sentenciada gracias al maestro y amigo Àngel Terron en su poema más celebrado "De Rerum Natura". Rotger Miró, que en su oficio artesano configurador de tipografías siempre ha tenido que escudriñar los más mínimos detalles, es un fulgurante demiurgo verbal que observa con atención a través de una intuición que le permite logros extraordinarios, versos de potencia telúrica y de bastantes mejores cósmicas que en otras ocasiones he comparado. Sin embargo, Damià Rotger Miró ha dado un paso adelante y ha perpetrado su libro más excelso hasta ahora, también el mejor editado, con una cubierta finísima que constata que incluso una neurona puede alcanzar el milagro de la mirada. Para el autor, escribir es tan sólo un gesto corporal, lo que remata la aventura cromosómica e infinita de haber observado cuidadosamente dejando, casi de forma rilkeana, que las cosas hablen a través suyo.

Las páginas de Deriva flor, un libro importante, supuran pasión imprescindible, pero también un dominio técnico que en ocasiones llega al virtuosismo: todos los poemas, trabajadísimos artefactos lingüísticos dotados de distintas formas métricas, constatan que la energía bajo dominio es aún más bestia. Y, además, como prólogo y epílogo disfrutamos de unos paratextos del mismo poeta que nos ofrecen interesantísimas coordenadas de lectura que le confirman como pensador y prosista a tener en cuenta. En resumen: ¡brutal!

'Deriva flor'. Lenterisca Ediciones. 99 páginas. 17 euros.
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