
Un periodista sugirió a Siri Hustvedt que su marido, Paul Auster, era quien probablemente le escribía los libros. Ella, que nunca percibió este tipo de misoginia en su matrimonio, ha acabado entendiendo que se trata de un fenómeno "sistémico" y no personal. Durante su visita al Festival de Literatura Expandida de Magaluf (FLEM), compartió detalles que confirman que su relación –también en el ámbito creativo– era profundamente simbiótica.
De hecho, contó que, al comienzo de la convivencia, habló en Auster de dos modelos –"el mecánico y el orgánico"– para sostener a una pareja. Empleó la metáfora del coche al que cambias una pieza y sigue funcionando, y la del árbol que, tras una tormenta, vuelve a sacar una rama nueva allá donde ha perdido una. Cuando Hustvedt se documentaba para el libro que ha escrito sobre sus 43 años de vida compartida con Auster, encontró una entrevista que él había concedido a The Guardian, donde recuperaba el mismo símil del árbol. Lo había hecho suyo, pero a ella le conmovió releer aquellas palabras surgidas de la intimidad. Sobre todo, hacerlo cuando él ya no estaba.
Escribir Ghost Stories –aún sin fecha de publicación– le ha servido para exorcizar el dolor y hacer las paces con la pérdida. Durante toda la vida en común, se leían en voz alta todo lo que escribían, y ahora ella se ha quedado sin su primer lector. El vínculo era tan profundo que asegura que todavía siente como si él le hiciera indicaciones. Auster afirmaba que estaba perdido mientras escribía su última novela, pero ella sólo le decía que continuara, porque el material era excelente. Nunca hubo celos profesionales entre ellos.
La figura etérea de Hustvedt contrasta con la contundencia de sus ideas. No duda en establecer paralelismos entre Trump y Hitler, ni en señalar instituciones, como la universidad y las grandes empresas tecnológicas, por bajar los brazos ante una administración controlada firmemente por el presidente y sus acólitos. Dice sentir miedo, y describe un escenario de "guerra civil fría" en Estados Unidos, donde reclama una "resistencia colectiva". Europa le parece un sitio seguro, aunque el auge de la extrema derecha es innegable, con gobiernos de políticas reaccionarias y neofascistas cada vez más normalizadas. Trump no nos queda tan lejos.