Trabajo sexual

Miquel Bibiloni: "Las trabajadoras sexuales necesitan un convenio laboral y jubilación avanzada"

Secretario de Relaciones Internacionales de Otras

Miquel Bibiloni, miembro del sindicato OTRAS
16/10/2025
5 min

PalmaLa librería Drac Màgic acoge este jueves 16 la presentación del libro En número propio. Ejercer el trabajo sexual con derechos con la participación de trabajadoras sexuales y miembros del sindicato Otras, como su secretario de Relaciones Internacionales, Miquel Biblioni. El libro recoge gran parte del trabajo colectivo y es prácticamente la transcripción de la propuesta de ley que han elaborado: un recorrido histórico, un diagnóstico de la situación actual y propuestas concretas para una legislación justa para las trabajadoras sexuales. Lo ha publicado Traficantes de Sueños, con la colaboración de la socióloga Paloma Martín, quien también será este jueves en la presentación. La convocatoria, que también apoya la Coordinadora Transfeminista de Mallorca, tendrá lugar a las 18.30 h.

¿De dónde surge la idea de hacer este libro?

— El libro nace del trabajo de transcripción e investigación que hemos realizado durante dos años para crear una propuesta de ley sobre el trabajo sexual. Se basa en un estudio realizado con trabajadores y trabajadoras sexuales de todo tipo, desde las que trabajan en locales de citas a las que trabajan en pisos de todo el estado español. Hemos recogido sus experiencias, sus demandas y propuestas legislativas. También hemos realizado un estudio histórico minucioso de cómo se ha tratado el tema a lo largo del tiempo. Participan trabajadoras sexuales muy diversas: algunas que ejercen de paso, otras que trabajan sólo unas semanas en locales de citas y después viajan, etc.

¿Cuál es la situación actual del trabajo sexual en España?

— Ahora mismo nos encontramos con una situación de desregulación y vacíos legales muy importantes. Se suele decir que la prostitución es "alegal", pero eso no significa que sea ilegal: sencillamente no existe una regulación marco. Por ejemplo, la prostitución callejera está penalizada por la Ley mordaza, mientras que los clubs de citas sí están reconocidos en cierta jurisprudencia, aunque con muchas contradicciones. En estos clubs, muchas mujeres son falsas autónomas y deben pagarse su propia Seguridad Social, pero en realidad trabajan por un propietario que les dictamina un horario, unas normas, etc. Esto crea una situación de abuso y desequilibrio de poder.

¿Qué propone?

— Lo que proponemos es limitar este poder empresarial y tipificar el consentimiento de la trabajadora sexual como algo innegociable: nadie puede obligarla a nada ni penalizarla si decide no prestar un servicio. Además, una trabajadora sexual debería poder extinguir el contrato de forma unilateral, sin tener que depender de la caridad o de ayudas precarias. Actualmente, no existen salidas efectivas para hacerlo. Por eso reclamamos negociación colectiva y convenio propio. El libro recoge, entre otras, experiencias como las del colectivo Tejiendo Redes, donde dos trabajadoras sexuales explican sus derechos y reivindicaciones.

El libro del sindicato OTRAS

¿Cómo afecta esto a las condiciones materiales y de salud de estas trabajadoras?

— Como no existe relación laboral formal, todo lo que utilizan –preservativos, lubricantes, sábanas, etc.– deben comprarlo ellas mismas, por ejemplo. También hay muchas que viven en los propios clubs de citas, sin nómina ni seguridad jurídica, lo que las hace aún más vulnerables. Por eso reclamamos el reconocimiento laboral del trabajo sexual, para que las que se dedican, dejen de ser víctimas de la clandestinidad y se les desestigmatice. También hemos incluido propuestas como la jubilación avanzada, como ocurre en otras profesiones de riesgo o especial dureza (como la minería), debería existir una bonificación específica para ellas, sin ningún tipo de penalización.

A menudo hay algo de confusión entre los conceptos de despenalización, regulación, prohibición y abolición, ¿qué diferencias existen?

— A grandes rasgos, el regulacionismo implica un control estatal, crea zonas concretas, realiza inspecciones cada cierto tiempo, controles sanitarios obligatorios, etc. Es una especie de modelo hiperburocratizado que al final te hace depender del Estado. El prohibicionismo básicamente entiende a las trabajadoras como criminales y el abolicionismo las ve como víctimas. En cambio, la despenalización, que surge desde el propio colectivo, es el modelo pro-derechos, el más justo y eficaz. Hay que tener en cuenta que cuando se criminaliza al cliente, como en algunos países nórdicos, la violencia aumenta: los clientes se victimizan y esto supone encuentros más clandestinos ya menudo sin preservativo. Es un modelo que no reduce la prostitución, sino que la hace más peligrosa e invisible. El abolicionismo parte de una visión moralista del cuerpo. Nosotros vendemos nuestra fuerza de trabajo como cualquier otra persona que va a trabajar. Que una mujer utilice una parte de su cuerpo para trabajar no le quita la dignidad. Existe también una falta grave de conocimiento sobre derecho laboral, puesto que incluso la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya ha reconocido el trabajo sexual como actividad económica.

Rebeca y Miquel con el libro que se presenta este jueves

¿Cuál es el peso real del abolicionismo en España?

— En realidad, el abolicionismo español es un movimiento pequeño, pero tiene mucho altavoz mediático por algunos partidos políticos. Las encuestas indican que más del 70% de la sociedad española quiere una regulación al respecto. Sin embargo, hay una burbuja elitista de feministas burguesas con cargos públicos que imponen un discurso cerrado: "Todo para las prostitutas, pero sin las prostitutas". En Baleares, nosotros hemos pedido reunirnos con todos los partidos políticos. Nos hemos reunido con todos menos con PSOE y Vox. El PP ha sido muy receptivo y no se muestra contrario a nuestros principios básicos; MÁS y El Pi también nos han escuchado. Podemos no nos veía con malos ojos, pero tenía un horizonte abolicionista, depende mucho de Madrid. El PSOE, en cambio, está bastante aislado y evita el diálogo, no han superado la irrupción del sindicato y siguen con el mismo discurso. No contestan a los correos ni aceptan reuniones. Por el contrario, hace unos meses nos reunimos con la ministra de Igualdad, Ana María Carmen Redondo y, lejos del resto de su partido, estuvo abierta al diálogo.

¿Crees que la desinformación ha jugado un papel importante?

— Sí, ha habido muchas bolas y falsedades por parte del feminismo transexcluyente y abolicionista. Nos han llegado a acusar de "lobby proxeneta", algo completamente falso y calumnioso. Incluso ha habido casos escandalosos, como el de uno delegado de Médicos del Mundo en Menorca que presuntamente violó a trabajadoras sexuales, y ninguna parte del Movimiento Feminista de Mallorca, nadie dijo nada; en cambio, cuando hemos participado en charlas, como hace pocos meses en la UIB, hemos visto claros intentos de censura, lo que demuestra de qué lado realmente están.

¿Existe alguna relación entre la transfobia y el abolicionismo? ¿Por qué?

— El feminismo radical divide al mundo en mujeres buenas y malas. Es un feminismo burgués, que no es de base y que, por tanto, no reconoce la pluralidad con las mujeres. Si eres una mujer y te gusta hacer twerk, por ejemplo, eres mala porque estás cosificando el cuerpo; si eres una mujer trans, también, porque no encajas en su modelo, etc. Es una visión muy reduccionista y su forma de activismo a menudo brilla por su ausencia de solidaridad y apoyo, incluso entre ellas. Es un movimiento que destila el odio basado en lo negativo. Es curioso porque en el Estado, tenemos apoyo de sindicatos de trabajadoras como las Kellys y las jornaleras de Huelva. En cambio, el feminismo radical dice que no es lo mismo ejercer la prostitución que limpiar escaleras; pero, en cambio, las que se dedican a ello, se identifican con nosotros y nos consideran compañeras de lucha porque consideran que las trabajadoras sexuales son clase trabajadora. Hay una desconexión entre personas que les falta mucha calle y conciencia social.

¿Considera que la posición sobre esta cuestión puede ser, en parte, generacional?

El feminismo actual está dividido. Hay un feminismo "de TikTok" o "pop", muy joven pero también muy abolicionista y dogmático. En Otras defendemos un feminismo inclusivo, de derechos y de clase, que escuche a las propias trabajadoras sexuales y no las convierta en objetos de estudio o de salvación.

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