La cultura sin red: el Consell de Mallorca olvida barrios y pueblos
Las políticas culturales del Consell de Mallorca se han caracterizado últimamente por un claro centralismo. La mayor parte de las actuaciones tienen lugar en los espacios culturales y religiosos de Palma –concretamente el triángulo trazado entre la Misericordia, el convento de Santa Magdalena y el teatro Principal– mientras los barrios de Ciudad y municipios de la isla se ven desatendidos.
Esta concentración contradice el objetivo teórico de hacer llegar la cultura a todos los rincones de Mallorca. De hecho, los propios centros de creación artística han tenido que reclamar recientemente que ellos son una pieza clave para descentralizar el acceso a la cultura y promover una sociedad más cohesionada y plural, arraigando la oferta cultural diversificada en el territorio. Sin embargo, la acción del Consell parece ignorar este potencial, reforzando un modelo en el que Palma capital –centro histórico, claro está– acapara todos los recursos culturales.
El gobierno insular PP-Vox ha justificado los cambios en la gestión cultural argumentando que quiere dar mayor autonomía a los ayuntamientos. La consejera insular de Cultura, Antònia Roca (PP), aseguró en un encuentro con concejales municipales "hay más dinero, más libertad y menos burocracia" en las nuevas subvenciones. En realidad, los importes no son sustancialmente más altos que la anterior legislatura y se han creado dos grandes líneas de ayuda para que cada consistorio tenga libertad para destinar el dinero allí donde estime oportuno, en lugar de tener que ajustarse a partidas finalistas como antes. Según Roca, el objetivo es facilitar la inversión en cultura por toda la isla y llegar hasta los pueblos más pequeños: antes los municipios grandes copaban buena parte de las ayudas y los pequeños pueblos quedaban excluidos por el sistema competitivo y la burocracia, según ella.
A primera vista, esta política de "mayor libertad, menos trámites" parece atractiva para los ayuntamientos. Sin embargo, en realidad, la libertad prometida está escondiendo una falta de dirección y visión cultural. El nuevo sistema elimina las convocatorias competitivas y cualquier evaluación cualitativa de proyectos y se limita a comprobar requisitos administrativos ya redistribuir el presupuesto de forma automática entre todos los que cumplan el papeleo. Es decir, todas las solicitudes que cumplan con los requisitos reciben ayuda (hasta agotar los fondos), independientemente de la calidad o el interés de las iniciativas. Este enfoque supone un giro drástico respecto a anteriores modelos donde se priorizaban criterios técnicos y artísticos, disparando las alarmas entre profesionales y entidades culturales.
La renuncia a planificar una red cultural cohesionada a escala insular ha hecho que el sector cultural alerte de que el nuevo modelo de subvenciones empobrece a la política cultural insular, ya que penaliza la trayectoria y la calidad de los proyectos y hace imposible impulsar iniciativas transformadoras de largo recorrido. La agrupación Red de Centros de Creación de las Islas Baleares (RESIB) –que representa un gran número de espacios culturales– ya ha expresado su profundo malestar con esta fórmula, puramente burocrática y sin visión estratégica. Recuerdan que justo en un momento en el que el sector cultural se ha diversificado y consolidado, la administración insular reduce el apoyo público e ignora el impacto real y el tejido profesional que sustenta la cultura local.
Los efectos de esta política se dejan sentir especialmente en los pequeños municipios y en los proyectos de base. Sin una coordinación insular ni criterios cualitativos, cada ayuntamiento quedará limitado en sus posibilidades de crecimiento en actividades, poniendo en riesgo la coherencia y equilibrio de la oferta cultural en toda la isla. Lo que se pierde es la posibilidad de crear una verdadera red cultural: circuitos de espectáculos itinerantes, programas educativos compartidos, sinergias entre pueblos y centros de creación... Se corre peligro de una dispersión de recursos en actuaciones esporádicas sin continuidad ni objetivos comunes.
La política cultural del Consell se enmarca en el discurso más amplio del PP sobre la 'libertad'. Intentan emular a la presidenta Isabel Díaz Ayuso que enarbola constantemente la bandera del individualismo, pero sus políticas han implicado recortes o falta de apoyo a servicios públicos culturales (museos, universidades...) mientras se priorizaban otros gastos ideológicos como los toros. Brandar la 'libertad' en abstracto y en minúscula sirve para ocultar la falta de compromiso con lo público. En el caso de Mallorca, se estaría apelando a la libertad de todos los agentes para decidir en cultura, pero el resultado es la inhibición del Consell en la vertebración de una oferta cultural digna y accesible para todos. Todo ello esconde inacción y carencia de modelo. O mejor dicho, sí tienen modelo: atacar constantemente la cultura y la lengua propias de Mallorca.
Cuando se renuncia a orientar las políticas, el resultado es una Mallorca culturalmente desigual, en la que cada uno hace lo que puede con los recursos asignados pero sin estrategia global. Un desinterés por construir estructuras sólidas y una voluntad oculta de dejar la cultura en manos del mercado o de la voluntad política variable de cada consistorio. En esta línea, los socialistas de Mallorca instamos al Consell a recuperar iniciativas que vertebren una red cultural insular: programas que lleguen a los barrios y pueblos, apoyo a eventos de proximidad, colaboración con artistas emergentes y equipamientos locales, etc. Se trata de garantizar que la cultura llegue a todo el mundo con criterios de calidad y equidad. La planificación cultural debe evitar tanto el centralismo palmesano como la total descoordinación entre municipios. Sólo así podrá asegurarse una oferta cultural rica, diversa y arraigada en todo el territorio insular.