Historia

Los niños de Managua que 'rescató' la Palma franquista

En 1973 el Ayuntamiento de la capital balear fue pionero en todo el Estado en ofrecer unas vacaciones a 125 niños nicaragüenses supervivientes del devastador terremoto de diciembre de 1972. Sin embargo, la mayoría de los beneficiarios fueron niños de familias acomodadas adictas a la dictadura de Somoza

En el artículo, recortes de prensa de Baleares, Última hora y Diario de Mallorca.
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PalmaLa infancia del escritor palmesano Miquel Àngel Llauger está marcada por una decepción que acaba de relatar en su último libro de recuerdos, un opúsculo titulado Díptico de la ballena (Ensiola Editorial). Era principio de 1973 y tenía nueve años. Faltaban más de dos años y medio para que muriera Franco. El país vivía pendiente de las imágenes que llegaban de Nicaragua, en Centroamérica, donde en la noche del 23 de diciembre de 1972 un terremoto, de una intensidad de 6,2 en la escala de Richter, había arrasado la próspera capital, Managua. La prensa hablaba de más de 10.000 muertes, aunque nunca se supo su cifra real. Hubo otros 20.000 heridos y un número indeterminado de desaparecidos. El espectáculo era apocalíptico con su centro histórico en ruinas. Más de la mitad de las 400.000 personas que vivían en la ciudad perdieron su hogar. La tragedia era peor que la que se había vivido con el temblor de 1931.

"Aquel –recuerda Llauger– fue uno de los peores seísmos de la historia contemporánea de América. En un país tan religioso como Nicaragua costaba entender cómo era posible que Dios hubiera dejado que sucediera tanta desgracia". La rama de la teología que intenta tratar esta cuestión es la teodicea, palabra compuesta por las raíces griegas theós ('dios') y díke ('justicia'). Fue el filósofo alemán Leibniz quien en 1710 popularizó el concepto a su Ensayo de teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal. El pensador de Leipzig insistió en exculpar a Dios de la existencia del mal y llegó a afirmar que "vivimos en el mejor de los mundos posibles".

La tesis 'buenista' de Leibniz sería impugnada a los 45 años por el intelectual francés Voltaire, uno de los padres de la Ilustración. Europa vivía entonces impactada con los más de 90.000 muertos que el 1 de noviembre de 1755 dejó el devastador terremoto de Lisboa, con tsunami incluido –entonces la ciudad tenía 270.000 habitantes. "Al cabo de un mes –afirma Llauger– Voltaire escribió el poema Lisboa, que, en tono inflamado, retaba a los defensores del optimismo leibniziano a seguir manteniendo, ante el espectáculo de cadáveres de niños aplastados en las calles de la capital portuguesa, que éste es el mejor de los mundos. La misma crítica haría en 1759 en su maravilloso cuento Cándido".

'Operación Managua'

La perplejidad que causó el seísmo de Lisboa en el siglo XVIII se repetiría en el siglo XX con el de Managua. Sin embargo, desde Mallorca no hubo tiempo para las disquisiciones teológicas. El alcalde de Palma Rafael de Rosa Vázquez, que llevaba ocho meses en el cargo, decidió pasar a la acción con una iniciativa pionera. Ligero ha seguido los detalles tirando de hemeroteca. "Los diarios dicen que De la Rosa ordenó fletar un avión en Managua, llenarlo de niños y llevarlos a Mallorca para hacerles olvidar durante tres meses tanto horror. Quería que Palma destacase sobre el resto de organismos estatales y autonómicos que se limitaban a enviar dinero a Nicaragua para la reconstrucción". Entonces el único vínculo que unía Mallorca con Nicaragua era la figura de su insigne poeta Rubén Darío (1867-1916), que visitó la isla en dos ocasiones, en 1906 y 1913 –desde 1951 tiene una escultura en el paseo de Sagrera de Ciutat.

El 'niño Somoza'.

La prensa batió esa misión especial como 'operación Managua'. El teniente de alcalde Pedro Cabrer Rodríguez y el concejal Pablo Seguí Alemany fueron los encargados de desplazarse hasta el país latinoamericano con un avión lleno de víveres y medicamentos, que debía realizar el viaje de regreso con los niños. La familia del autor de Díptico de la ballena se había ofrecido para acoger a uno. "Entonces, mi padre, Miquel Àngel Llauger Llull, era primer teniente de alcalde de Palma y nos mantenía informados de la operación. A mí, la idea de tener un niño del terremoto me entusiasmó, porque la cosa caritativa me estiraba. Una noche nos visitó un cura que había sido una misión. ir a dormir con la cabeza llena de imagen de chaboles y niños descalzos y con los primeros pinchazos del sentimiento de la injusticia del mundo”.

El domingo 18 de febrero de 1973, a las ocho de la tarde, aterrizaron en el aeropuerto de Son Sant Joan los 125 niños de Managua. Fueron recibidos por las autoridades civiles y militares de la isla, acompañados de un grupo de cornetas y tambores infantiles de Inca. Después, se trasladaron al colegio Madre Alberta, donde tuvo lugar una misa de acción de gracias. A continuación fueron distribuidos a las familias. Muchas se quedaron sin acoger ninguna, ya que las demandas superaron con creces el número de los menores. A cals Llauger, sin embargo, no fue ninguna por una cuestión de ética. "Aquella noche mi padre y mi madre volvieron del aeropuerto sin el esperado 'managüito', que era como en casa nos referíamos de manera cariñosa. Yo y mis hermanos nos llevamos una buena decepción. Mi padre era muy amigo del concejal Pedro Seguí. Le dijo que en Nicaragua se habían encontrado con la elección hecha. La mayoría de niños elegidos eran de familias acomodadas adictos a la dictadura de Somoza. Al saberlo, mi padre se negó a acoger ninguna".

El 'niño Somoza'

42 niños de la 'operación Managua' habían sido seleccionados por las religiosas de la Pureza, y los otros 83, por la Junta Nacional de Asistencia y Previsión Social. Uno de los beneficiados fue Roberto Somoza Portocarrero, el 'niño Somoza', tal y como el batián la prensa. De 15 años, era el hijo pequeño de Anastasio Somoza Debayle, Tachito, la tercera generación de una de las peores dictaduras del planeta. "Su mujer –asegura Llauger–, la estadounidense Hope Portocarrero, pidió en persona que partiera con la expedición". Los Somoza fueron dueños y señores de Nicaragua desde 1936 a 1979. Casi siempre ocuparon la presidencia, pero en ocasiones se limitaron a controlarla desde otra posición aparentemente secundaria. Sobre el fundador de la estirpe, Anastasio Somoza García, se atribuye al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt (1933-1945) la famosa frase "quizás es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".

Un recorte.

En diciembre de 1972, cuando ocurrió el fatídico terremoto, Tachito acababa de ceder el poder a un triunvirato de hombres de paja y se había refugiado en la dirección de la Guardia Nacional. Desde aquí decidió crear una Junta de Reconstrucción Nacional y un Comité de Emergencia para gestionar la masiva ayuda internacional. "El resultado –apunta el escritor– fue que mucho material se perdió por el caos organizativo y que una porción generosa de la tarta fue a parar a la familia presidencial ya su círculo de secuaces. El dictador aprovechó el desconcierto estatal para hacer tejemanejes legales e institucionales que le devolvieron a la presidencia en 1974".

Caridad manipulada

Desde las páginas delÚltima Hora Llorenç Capellà fue de las plumas más combativas con aquella iniciativa solidaria. "Managua [...] –escribió el 27 de febrero– es un caso típico de manipulación. Sobre ella se ha volcado la buena conciencia de quienes tranquilamente ignoran que en Vietnam mueren niños tan inocentes como los de Managua; de quienes, por ejemplo, no desean saber que el pueblo palestino camina fuera de su casa", lejos de su casa. Capellán no está de denunciar la otra gran ignominia: "Resultó que los niños pobres-pobres que con su presencia debía propalar la caridad mallorquina fueron niños ricos-ricos o de clase media no necesitados de ninguna caridad que, en el mejor de los casos, podrán hablar entre sus amistades del buen clima y de la". El articulista acababa pidiendo a las autoridades que se preocuparan también por ayudar a los niños hambrientos que había en los alrededores de Palma. Al día siguiente una nota en el mismo diario confirmó la denuncia de Capellà. Se hablaba de familias que confesaban sentirse estafadas con sus menores acogidos. Algunos se quejaban de no tener un servicio doméstico de tres criadas al que estaban acostumbrados en su país.

Otro recorte.

Al margen de esta polémica, a medida que pasaban las semanas los diarios siguieron la 'operación Managua' en forma de simpáticas entrevistas a los menores felices con sus vacaciones mallorquinas. También se hacían eco de sus excursiones y de sus disparos de honor a partidos de fútbol de pueblo. Maria Moranta, manacorina de 62 años, recuerda el recibimiento que prepararon a un grupo de muñecas nicaragüenses de visita al santuario de Santa Llúcia. "Les organizamos un concurso de belleza. Repartimos una cinta para 'miss Nicaragua' y otra para 'miss Mancor'. Nos lo pasamos muy bien". El 21 de abril, a los tres meses, a los 'niños de Managua' les tocó tomar el vuelo de regreso. Fue un adiós con una cobertura mediática más bien discreta. De los 125 niños iniciales se volvieron 117. Algunos quedaron en Palma con procesos de adopción en marcha. Entonces Miquel Àngel Llauger era demasiado pequeño para entender lo injusta que había sido aquella acción de caridad que, en medio de la desgracia, principalmente había beneficiado a los hijos de los poderosos.

El antecedente de los niños de Austria

Entre 1949 y 1950, antes de la 'operación Managua', el propio Franco liderará otra importante acción de 'caridad', tras la cual había intenciones políticas. Los beneficiarios fueron cerca de 4.000 niños, en su mayoría austríacos. Éste es un episodio que la historiadora Lurdes Cortés-Braña, de la Universidad Pompeu Fabra, ha rescatado del olvido en su estudio Un asunto de Estado: la acogida de niños austriacos en la geopolítica del primer franquismo (2023). Con la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, España había quedado más aislada que nunca. Para ganarse las simpatías de la comunidad internacional, el Caudillo se ofreció a organizar unas vacaciones a niños supervivientes de esa guerra. Se daba la paradoja de que en España la dictadura desatendía a miles de niños víctimas de los famosos 'años del hambre'. Los jerarcas del nacionalcatolicismo se encargaron de gestionar todo con los representantes de la democracia cristiana en Europa.

En un principio se anunció la acogida de 20.000 niños de entre 6 y 13 años. Sin embargo, la cifra se reduciría a cerca de 4.000 debido a los gastos del viaje hasta la frontera española que debían costear los países de origen. Se estimó que los niños más necesitados eran los centroeuropeos, concretamente de Austria (2.981). Sin embargo, también la habría de Alemania (974). En España, curas y alcaldes se preocuparon de recomendar 'buenas' familias con posibilidades económicas para acoger a los menores. Algunos fueron internados en escuelas religiosas. El propio Franco tendría tres muñecas austríacas en su residencia familiar de El Pardo. Los seleccionados llegaron a España de forma escalonada, a lo largo de ocho expediciones, y se repartieron por diferentes regiones de todo el Estado. La estancia se prolongaría de seis a nueve meses.

En Baleares, se distribuirían 102 menores (96 austríacos y 6 alemanes) entre Mallorca y Menorca. Para facilitar la comunicación con sus acogedores, desde Mallorca, en 1949, el filólogo Francisco de Borja Moll, profesor de alemán, publicó para todo el Estado una especie de diccionario titulado Sumario de alemán para hablar con los niños austriacos . Lo hizo bajo el seudónimo de Fritz Hartmann. En Menorca, Bep, uno de sus hermanos, acogió a uno. En el 2007 su hijo Víctor recordaba la siguiente anécdota al investigador Alejandro Casadesús: “Un día fuimos a jugar a una cueva [de Macarella] y empezó a tronar porque venía una tormenta. de ahí". En 1953, tres años después del fin de esa acción 'humanitaria', la España franquista lograría la legitimación internacional gracias a los acuerdos de Madrid firmados con EEUU.

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