27/07/2025
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PalmaLa noticia de la semana (cuantitativamente) ha sido el ataque de un pez a una turista italiana en la playa del Arenal. Por encima de la pelea de la alcaldesa de Felanitx con un policía del municipio y, por supuesto, de algo tan 'irrelevante' como que los trabajadores de los autobuses de Mallorca hayan declarado huelga indefinida. ¿Quién se preocupará de las condiciones laborales de los empleados del TIB si una socorrista advierte por la megafonía de su puesto de socorro en un inglés de primeros auxilios: "Prohibido nadar por ataque de un tiburón!"? Glorioso. Nos hemos pasado dos días leyendo análisis, conjeturas, especulaciones y disertaciones sobre el tipo de pez que había herido a la anciana en el gemelo. He perdido la cuenta de los posibles nombres que dieron los expertos. Ninguno confirmó, por cierto, que fuera un tiburón. Pero no importa. Si anuncias la presencia de un escualo en una playa, te aseguras que no haya una segunda víctima. Efecto disuasivo.

La socorrista, como medio mundo, seguramente ha visto Tiburón, el clásico de Steven Spielberg que inauguró hace apenas 50 años el concepto de superproducción del verano. La había vuelto a ver hacía sólo unas semanas y conserva todos los elementos que le han convertido en un clásico. Es paradójico que el mal funcionamiento de la maqueta del animal obligara a Spielberg (la dirigió con 27 años) a usar sólo la aleta en muchas escenas, contratiempo que contribuyó al suspense.

Además de la tensión por los ataques del animal, hay algo más voraz en la película: los intentos del alcalde para que el pánico no arruine el negocio del turismo. La avaricia y la explotación de la gallina de los huevos de oro de un sitio costero es eterna. Al político le importan poco o nada las víctimas mientras los bares, restaurantes y hoteles sigan facturando.

Tiburón logró que una generación tuviera miedo a adentrarse en el mar –aunque el peligro no fuera siquiera posible– a la vez que cambió las reglas de Hollywood. Se estrenó masivamente en los cines y bombardearon a los posibles espectadores con una campaña publicitaria sin precedentes en la televisión. La taquilla respondió. Y de qué forma. Si ajustamos los ingresos a la inflación, Tiburón sería la séptima película con mayor recaudación de la historia. Spielberg abrió el camino a George Lucas y su saga galáctica, y él mismo siguió la misma fórmula con clásicos como Indiana Jones. Aún hoy, medio siglo después, los estudios reservan sus apuestas para el verano con la ambición de llenar sus arcas. El poder del temor a los escualos sigue intacto, también para llenar los medios digitales de visitas. Aunque el tiburón de la playa de Palma fuese tan falso como el de la película de Spielberg.

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