Ahora que ya puedo bailar 'Sexy Bitch' sobre una tarima
En esta oda a la adolescencia de los años 2000, llega un punto en el que no sé dónde terminan sus recuerdos y dónde empiezan los míos


PalmaSon los finales de los 2000 y suena Sexy Bitch, de David Guetta con Akon. Me la acaba de descargar en el ordenador y la he metido en el iPod nano rosa que me acompaña cada día en la ida y la vuelta del instituto. Cuando llegue la hora del patio, le mostraré a mi amiga, quien sé que de repente apreciará que es un temacle. Nos imaginaremos bailándola, con los zapatos de tacón blancos de charol incomodísimos que nos hemos comprado por pura impaciencia, porque todavía no tenemos ocasión para lucirlos. De momento, sólo nos las ponemos para tomar fotos en casa y subirlas al Tuenti. El fin de semana vendrá a dormir en mi casa, pediremos unas pizzas y después iremos a buscar una película en el videoclub. La última y más gore de Saw, a ser posible, gracias. No es para chicas de nuestra edad, pero nosotros ya somos mayores y mi padre hace la vista gorda. Al igual que cuando, al haber cenado, nos encerramos en mi habitación y hacemos sonar fuertemente nuestro último descubrimiento musical en los altavoces. "Damn girl. Damn, you's a sexy bitch.". No entendemos nada de lo que dice la letra, aunque intuimos qué quiere decir "sexy".
Todavía no hemos visto ninguna en directo, pero ya anhelamos subirnos encima de una tarima. Mientras tanto, intentamos hacer todo aquello que no nos dejan hacer. me voy a dormir a casa de una amiga, y mi amiga, que viene a casa mía. Donde estaremos, realmente, es de verbena. DNI. De vez en cuando, daremos una vuelta para ver quién nos encontramos, para sentirnos percibidas, un rato, por algún bergante.
"Éramos cuatro o cinco, o probablemente fuimos más de la mitad de las muñecas de nuestra edad, las que dando vueltas con un vaso de plástico en manos buscábamos que nos buscaran", relata la actriz Carolina Yuste en su novela filosófica-choni Toda mi violencia se tuya (Sombrero, 2025). En esta oda a la adolescencia de los años 2000, llega un punto en el que no sé dónde terminan sus recuerdos y dónde empiezan los míos. "Que ese instante, ese momento-ahora en el que estoy en medio de la pista con los ojos probablemente cerrados y los morros hacia fuera es de los pocos en los que me importa muy poquito la mirada de cualquiera que se atreva a juzgarme". Estos oasis existieron. Los compartimos. Nos refugiamos allí, mientras hacíamos tiempo para que llegara la edad en la que, de verdad, seríamos mayores.
Es 2025 y suena Sexy Bitch, de David Guetta con Akon. Somos de fiesta en una discoteca junto a mis amigos y uno de ellos saca la cámara digital, que también vuelve a estar de moda. Me hace una foto y experimento lo que es, literalmente, uno flashback.La música y la luz me envían directa a un instante igual que éste. déjà-vu y me digo a mí misma que ya está, que ya han volado todos aquellos años y que éste era el momento que tanto habíamos anhelado. Dolly Alderton, en Todo lo que sé sobre el amor (Columna, 2023), hizo un retrato preciso de la sensación que tengo en este momento: "Don las gracias por haber idealizado tan vívidamente las minucias de la edad adulta cuando era adolescente, porque el alivio de vivirlas finalmente ha hecho que casi nada me parezca una carga (...). de botellas de champú; que no nos apagan las luces de la casa a una cierta hora; que puedo quedarme despierta viendo pelis o escribiendo hasta las cuatro de la madrugada un día entre semana si quiero.
Al día siguiente me despierto en casa de mi padre, donde me quedé a dormir para no coger el coche la noche anterior. A pesar de mi resaca, le proposo que miremos las fotos que guarda como la herencia más preciada dentro de un portátil que milagrosamente todavía se enciende. Y ahí vuelven a ser los 2000, mi iPod rosa, el estampado de leopardo, las fiestas de pijama. Miro con ternura aquella muñeca y, por una vez, no me compadesco. Por una vez, quiero impresionarla. Por el trayecto en coche que hago de vuelta a mi selección una playlist que me mantenga en esa nebulosa temporal, que estimule algo más mi memoria, que me ayude a recrearme en los pequeños detalles que creía olvidados. Suenan The Black Eyed Peas, Nelly Furtado, Rihanna. Y le pido a esa muñeca qué piensa de la vida adulta. Estimada, no sé si habrá cumplido tus expectativas. Al final, resulta que era mucho más que bailar Sexy Bitch con los amigos. Pero vale bastante la pena.