"Son niños, no paquetes", así hablaba la presidenta del Gobierno Marga Prohens sobre el reparto de menores no acompañados que llegaron a Canarias ya otros territorios del Estado. Tiene razón, la dignidad de estos niños debe respetarse y debe darse protección, acogida y esperanza. El problema no es lo que manifiesta en este caso el Ejecutivo, sino el que se insinúa entre líneas. Porque son niños, no armas políticas, y el Partido Popular se dedica a utilizarlos de proyectiles contra el PSOE de Pedro Sánchez. El individualismo puede ser también una cuestión política.
Deberían ser momentos de solidaridad, con estos niños y la situación de Canarias. Pero las comunidades gobernadas por el PP han decidido que es más interesante sacar provecho de una situación terrible. La única conclusión a la que puedo llegar es que estos niños apenas importan a nadie. El argumento de la falta de recursos es no sólo una bendición, sino también una exhibición de hipocresía por parte de unas instituciones que han realizado una rebajada de impuestos de 500 millones de euros que benefician sobre todo a los más ricos, a las personas que más deberían aportar a la caja común de los ciudadanos.
Da pasar vergüenza que el planteamiento se haga en términos de costes económicos. Tal vez en este punto deberíamos decir "Son niños, no una carga económica". Además, este posicionamiento hace contenta a la extrema derecha, algo preocupante en sí. Cuando la extrema derecha está contenta, es que algo se está haciendo mal. Muchos nos preguntamos qué pasaría si los niños fueran europeos, por ejemplo. Porque tras el uso de los niños como armas políticas, se esconden el racismo, la xenofobia y la aporofobia.
