02/09/2025
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De un tiempo a esta parte, de forma asidua, los principales medios europeos se van haciendo eco de la situación ambiental y social en las Islas Baleares. El interés por lo que ocurre en el Archipiélago ha botado de la prensa amarilla en las páginas a publicaciones y programas de una influencia reconocida. La opinión pública local y la publicada en el continente convergen en una misma dirección. Esta evolución anticipa un nuevo y poco habitual escenario. El doble discurso del Govern, de sostenibilidad, con la mano izquierda, y desenfreno urbanístico y crecimiento de plazas, con la derecha, está quedando públicamente en entredicho. Engañar a los ciudadanos y los visitantes a la vez no está al alcance del ejecutivo conservador.

La crisis climática pesa. Las Islas Baleares, en los mapas de previsión climática, aparecen como una de las zonas más vulnerables del planeta. Actualmente, ya han registrado un incremento de temperatura superior a la media global y europea (el Mediterráneo se calienta un 20% más rápido que el resto del mundo). Se prevé que oleadas de calor más largas y frecuentes puedan reducir el confort climático en verano y afectar directamente al atractivo turístico. Dado que el modelo de las Islas es casi un monocultivo turístico, los expertos consideran que el choque climático repercutirá más directamente en la economía que en otras regiones más diversificadas. Seamos afuados y provocadores: "La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida" (Mikhaïl Bakunin).

El riesgo de perder visitantes a temporada alta es algo más que plausible. Al respecto, han surgido las primeras voces de alarma en el empresariado local. En teoría, se podrá alargar la actividad en primavera y otoño, pero BBVA Research y el Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea advierten que el saldo neto de visitantes seguirá siendo negativo. Por ahora, la paradoja es que las cifras de los aeropuertos y puertos siguen creciendo, mientras la facturación puede decrecer (según La Vanguardia, algunos empresarios hoteleros calculan que la caída de facturación será importante esta temporada alta). Habrá que esperar cómo se refleja esto en las cifras globales. En cualquier caso, es una certeza incontestable que el debate social, económico y mediático es indisociable de la circunstancia climática.

Podríamos estar a las puertas de un tipo de decrecimiento que nadie deseaba: la caída del PIB, que los informes especializados ya vaticinan para el próximo año. Además, a corto y medio plazo, si no es capaz de ajustar la oferta (hotelera, residencial e inmobiliaria) a la nueva realidad, la contracción del mercado podría abonar una futura guerra de precios. Una espiral descendente de degradación. Curiosa pensar cómo los neoliberales-conservadores de nuestro país pueden suspender la asignatura de teoría del mercado y las leyes de la oferta y la demanda.

Se empeñan en encontrar un relato imposible que permita continuar igual y tapar las contradicciones y debilidades que están aflorando en el sistema. El doble discurso del Gobierno y el greenwashing empresarial resultan insuficientes para disipar las críticas y dudas. No es fácil, la campaña de "Tourist, go home happy. Bien happy returning to Mallorca. ¡Thanks!"podría haber sido la última muestra de lo complicado y ridículo que puede resultar intentarlo. El particular "anuncio en las afueras" empresarial ha pasado sin pena ni gloria, más allá de ratificar un talante que ya se conocía.

Recordemos que, según los promotores, la campaña de vallas publicitarias tenía como objetivo contrarrestar el mensaje de las movilizaciones ciudadanas y disipar la bubota que llaman "turismofobia". Un ectoplasma que se utiliza para alimentar un falso debate. En el eslogan fabricado al efecto había poca ciencia turística y mucha ideología. Cultivan la teoría del "enemigo interno" (una falsedad cardinal) espoleada –oh! Casualidad– por la nueva derecha mundial. Un clásico más viejo que amasar, de infausto recuerdos a la historia. Efectivamente, hay coincidencias que marcan; sin embargo, resulta ilusorio pensar que persiguiendo "mopias" se puedan superar los problemas.

Los medios internacionales al poner el foco sobre las contradicciones del turismo clásico obvian otra realidad aún más impactante: la inmobiliaria. Pasan los años y parece que el cemento permanezca invisible. Netflix acaba de programar la película alemana Fall for Me, uno thriller sobre el mundo inmobiliario en Mallorca, que responde a una visión de la isla como paraíso global por invertir. Desde una atisbo contaminada, se transforma la isla en un concentrado espacial donde hacer negocio, desaparece toda la mística del entorno. Recuerda al polémico anuncio "Game of Homes" de la inmobiliaria Kensignton. En la trama fílmica, el crimen a perpetrar es una macrourbanización sobre un acantilado (la localización de las imágenes es Cala sa Nau). Ni una sola referencia a la presión urbanística, ni al contexto social e histórico. Cero sentido de la crítica, sin profundidad de campo, una vez más: Mallorca for Export.

El discurso (en la película y en la realidad) se reduce a una trama policial y delictiva, donde hay un culpable y una organización de delincuentes. De nuevo, un "enemigo" al que echarle la culpa. El resto, simplemente, minimalismo alemán, aparentemente inofensivo, para convertirlo todo en blanco y reluciente. La negación (de la realidad) es la palabra clave. Muchos olvidos concatenados, como la naturaleza de la crisis, los ciudadanos del país soberano y la insostenibilidad del extractivismo económico. Por el contrario, atienden a una guerra ideológica que no compartirán buena parte de los potenciales visitantes y clientes. Acaso, no hacer caso a la opinión de la gente ya los medios sea como el negocio de Peix frit, que lo venía a cuatro y lo compraba a seis.

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