Agricultura

El día de vendimia de un joven campesino: "No hay mano de obra y nos ayudamos entre vecinos"

El viticultor Jaume Forteza reivindica el trabajo de cosecha de la uva, a pesar de estar marcado por el calor, la falta de agua y la falta de relieve generacional

Jaume Forteza con su vehículo, donde carga los cajones de uva para llevar a la bodega.
04/09/2025
4 min

PalmaA las siete de la mañana, en un viñedo de Felanitx, las garrafas de agua congeladas que hay sobre una pared seca ya chorrean. Están tapadas con camisetas de los trabajadores para que no les pegue el poco sol que empieza a salir. De entre las hileras de viñedo se oye una música alegre pero floja, y también alguna conversación. Sin embargo, los sonidos que predominan son el de las tijeras de vermar y el roce de los cajones de plástico arrastrarse por el suelo. Un día antes de vermar, los dejan en la finca colocados entre los surcos sutiles y lineales que hay en todas las hileras de cepas para ahorrarse un trabajo al día siguiente.

Bien en medio de la cuarta hilera de la viña se encuentra Jaume Forteza, un joven agricultor felanitxer de 26 años dedicado a la viticultura. Vendimia a la antigua: con un trinchito de madera de color claro. "Ahora me ha pegado para emplearlo. Creo que no debe perderse el uso de esta herramienta. Ya basta bien lo perdido", considera. Él mismo se encarga de sembrar, mantener y vermar algunas fincas de la zona; las hay suyas y otras conocidas. No tiene descanso. "Cualquier día y cualquier hora me van bien para vermar", afirma. Durante toda la jornada laboral, los compañeros le telefonean para concretar qué día deben trabajar. Incluso lo hace en festivos. "Descansa", le llama la madre desde el otro lado de la hilera cuando le oye decir que vermará en día festivo.

De pequeño, ya sabía que quería trabajar en desfile, y concretamente en el sector de la viña, como sus padrinos. Considera que, por cómo afecta el cambio climático en las Islas "hay que buscar un cultivo rentable". "Por ahora me sale. Pero no me hago de oro", recalca. De hecho, hay días en los que trabaja sin cobrar. "No hay mano de obra y nos vamos ayudando entre vecindarios. Yo voy a sus fincas y ellos vienen a las mías. Encontrar gente que quiera trabajar en el viñedo es complicado porque no tienes una jornada fija de ocho horas. Un día haces tres; otro, sólo dos. Esto no ayuda nada", expone.

"Ganamos cansancio"

Tampoco ganan nada el padre, la madre y su hermano, que le ayudan a vermar bajo el bater del sol de agosto. "Solo ganamos cansancio", ironiza la madre. "Pero si no lo hacemos por él, ¿por quién debemos hacerlo?", añade mientras mira a Forteza con orgullo. Un par de hileras más allá, hay trabajadores remunerados de la bodega que compra la uva. Muchos de ellos van vestidos con camiseta de manga larga y pantalones largos para no quemarse más de lo que ya lo están, según justifica uno de los asalariados.

El viñedo no es ajeno al calor que sufren los vermadores, ni a la falta de agua que sufre el campo. "Los viñedos están en la seca. No regamos y deben sobrevivir con el agua de la lluvia. Es cierto que si el viñedo tiene algo de estrés tiene más calidad, pero llega un momento en que ya no le es bueno. Esto antes era impensable. Los viticultores han visto toda la vida cómo el agua sobraba", explica.

Además, esta situación se ha agravado este año con el mildiu velloso —un hongo que seca las uvas— y la mosca verde, que se alimenta de la savia de la vid. Todo esto hará que la producción de 2025 sea inferior a la de otros años. De hecho, el año pasado en las Islas Baleares la producción de vinos de calidad en 2024 cayó un 22% respecto a 2023, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Medio Natural. «Y este año bajará aún más», predice Forteza. A pesar de ello, aclara que el precio de la uva no ha variado: se mantiene entre 90 céntimos y 1,30 euros por kilo.

Este descenso de la producción contrasta con el aumento del 2,8% de la superficie de viñedo en las Islas respecto a 2023. El sector ha crecido significativamente en la última década, en parte gracias a la inversión extranjera. Entre 2010 y 2020, 40 bodegas se registraron con las denominaciones de origen de las Islas. Y si lo miramos con perspectiva, hace 30 años solo había quince, según fuentes del sector.

Esta tendencia ha provocado que, en territorios destinados principalmente a la actividad agrícola, haya menos espacio para los agricultores y más para actividades de ocio o actividades vinculadas a la especulación inmobiliaria. «Y toda la uva que producen los especuladores es uva que no podemos vender», se queja Forteza.

Tras terminar la cuarta hilera, Forteza decide que es hora de cargar las cajas llenas de Merlot en el remolque para llevarlas a la bodega. Para pasar el tractor entre las estrechas zanjas, tiene que hacer un ejercicio de precisión para no pisar ninguna cepa. Los trabajadores que recogen las cajas y se las pasan al compañero del remolque a menudo usan sus camisetas para secarse el sudor de la cara.

Forteza reconoce que en el sector primario "todo es un problema", pero cree que para seguir trabajando en él se necesita aún más formación. "No hay otra salida", concluye.

stats