24/08/2025
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Ya sabemos que de todo lo que ocurre en las redes y en Internet puede quedar un rastro indeleble. El caso del político –o actor– de turno, del que se encuentran opiniones inapropiadas de hace años, o incluso fotografías comprometedoras. Todo lo que una persona que vive abocada a las redes ha colgado puede quedar allí para siempre, sobre todo si los demás se encargan de guardar su registro, o también se hacen eco de ello los medios de comunicación.

Los de nuestra generación crecimos la leyenda del vídeo pornográfico de Pamela Anderson, cuya historia ha merecido ahora una serie de televisión. La actriz consintió que su novio la filmara fornicando en un yate, pero el vídeo (privado) fue robado de la caja fuerte doméstica por un carpintero que no cobraba, y cuando descubrió qué había allí grabado (la vida sexual de una estrella televisiva) trató de sacarle rendimiento económico, vendiendo directamente copias. La única manera de dejar que la cinta, ya pirateada, corriera en venta ambulante por toda California fue que la propia Anderson colgara el vídeo en Internet. En la serie vemos cómo esto le destrozó la vida, la fama y las posibilidades de convertirse en una actriz seria. Todavía ahora no es muy complicado encontrar sus imágenes.

Ya es también un tópico, en otro orden de cosas, la historia de la actriz porno arrepentida (parece que nunca se arrepienten los hombres de haber participado en esta actividad): la mujer que, después de haber hecho más o menos carrera en esta industria, se arrepiente de todo lo que ha filmado, y de los costes morales, emocionales, familiares y sociales que tiene haber denunciar como 'abusivas'). Cada año hay una o dos arrepentidas, que ahora se hacen más célebres aún por el arrepentimiento.

En Netflix existe un reportaje desolador –Hot Girls Wanted– sobre dos chicas muy jóvenes que entran en esta industria y realizan, en cuestión de meses, todo el ciclo de 'trabajos sexuales' filmados. Después son descuidadas, en el sentido de que la industria tiene cientos de otras candidatas a hacer lo mismo, 'carne fresca' que nunca deja de estar dispuesta a tratar de entrar en el oficio y repetir la historia. Ahora se habla de una profesora madrileña que también se ha hecho rica gracias a OnlyFans, la plataforma que permite que un usuario haga dinero vendiendo privadamente su desnudez o actividad sexual. Esta mujer se había hecho viral antes gracias a sus vídeos de ciclismo, donde muchos usuarios le elogiaban el físico y le animaron a cambiar de "trabajo". Lo hizo, hasta el punto de llegar a facturar más de 80.000 euros al mes gracias a la pornografía doméstica. Ahora dice que reniega, que quiere activar su derecho al olvido digital, se arrepiente de haber entrado nunca en este mundo delirante. Las advertencias e historias de otras mujeres se ve que no la persuadieron antes de dar el paso. Tiene todo el derecho a cambiar de vida, ya recuperar el control de su imagen. Pero no a que no recordemos su nombre, su historia, su ridículo y las lecciones –que serán inútiles– de todo ello.

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