Inmigrantes marcados con yeso


Las entidades Iridia y Novact, que trabajan por la defensa de los derechos humanos, han denunciado graves deficiencias en el sistema de acogida de inmigrantes en Baleares, como hemos podido leer en una información de Marta Rodríguez Carrera en el diario ARA.
La llamada ruta africana ha experimentado un incremento exponencial en el último año en Baleares, donde llegan un 84% de pateras más que en años anteriores, en paralelo al decrecimiento de las que llegan a la Península. Esto ha hecho que el 23% del total de las llegadas a España se concentre en nuestras Islas, donde hace sólo siete años este porcentaje era tan sólo del 0,24%. Este incremento también significa que ha variado la procedencia de los inmigrantes: muchos vienen ahora de Somalia, huyendo de la guerra civil que, en diferentes etapas, sufre este país desde 1991 a esta parte. Esta guerra se calcula que hoy en día ha causado entre 300.000 y 400.000 muertes, 1,2 millones de desplazados internos y más de medio millón de refugiados. Entre enero y agosto de este año han llegado a Baleares un total de 1.190 inmigrantes somalíes. Son personas que, precisamente por venir de una situación de emergencia humanitaria extrema, tienen una tasa de reconocimiento de asilo del 98%.
Pero las condiciones en las que este asilo se materializa no es que estén lejos de las adecuadas: es que son inaceptables. El sistema de acogida está desbordado, esto lo sabemos, pero después hay formas de proceder que simplemente vulneran los derechos humanos. Tal y como llegan a puerto después de ser rescatados de las pateras, y sin recibir ningún tipo de examen ni de atención médica, son identificados con un número que se escribe con yeso blanco sobre la piel del brazo o de la mano. El informe de Irídia y Novact destaca que el Defensor del Pueblo ya pidió hace quince años poner fin a esta práctica, que evidentemente es ofensiva y, por utilizar las palabras del informe, atenta contra la integridad moral de las personas. A alguien le debió de parecer divertido hacer señas con yeso blanco sobre piel negra, como si se tratara de marcar reses. Pero no es divertido, es infame. Es repulsivo. Y es, obviamente, del todo innecesario: si así se hace es porque alguien se lo quiere hacer.
El calvario que pasan estas personas (que, recordémoslo, vienen de hacer una travesía en condiciones inhumanas, intentando huir de un país hundido en una guerra aún más inhumana) continúa con su traslado en furgoneta y detención durante 72 horas, bajo la tutela de la Policía Nacional, en el Centro de Atención al Estranger (Centro de Atención al Estranger). Podemos considerar las palabras Centro de Atención al Extranjero, o las siglas CATE, como eufemismos por no decir "cárcel" o "calabozos" o "mazmorras" de inmigrantes. En cualquier caso, es muy especialmente grave que en este centro ha entrado hasta un total de 1.168 menores de edad, que deberían recibir protección especial y nunca deberían haber entrado. La pesadilla sigue después con el traslado en barco hacia Barcelona o Valencia, muchas veces sin explicación alguna sobre hacia dónde van ni qué deben hacer cuando lleguen.
La realidad de los inmigrantes es ésta, y no las mentiras que explican las extremas derechas ni las derechas que se llevan a gobernar con ellas o se preparan para ello. Por lo que respecta a las izquierdas, la solidaridad y la movilización en favor de Palestina son imprescindibles. Pero también es imprescindible y urgente un clamor en defensa de los derechos humanos en África, que de siempre es el continente olvidado, la gran víctima del colonialismo y del capitalismo occidental, y lo sigue siendo. Un clamor para evitar, también, que las personas que llegan así como pueden a nuestra casa huyendo de un infierno no caigan aquí dentro de otro.