Ca n'Àngel, uno de los últimos bastiones de los bares míticos de Palma

El establecimiento todavía es recordado como uno de los más carismáticos del centro de Ciudad

Ca n'Àngel
25/08/2025
4 min

PalmaCorría el año 1964 cuando el padre de Àngel Casellas (también Àngel) abrió uno de los establecimientos que formaría parte de los bares auténticos y míticos del centro de Palma. El bar, que se convirtió en toda una institución, sirvió cafés, pomadas y cervezas nada menos que 56 años. Casellas padre le inauguró con otros dos primos, pero poco después quedó sólo él al frente del negocio, que hacia el año 1973 empezaba a vivir el auge del bar que se extendería durante más de dos décadas. Los años 80 fueron la mejor época del negocio.

Una de las claves del éxito de este bar tan carismático fue el hecho de conseguir que la clientela acudiera a Ca n'Àngel fuera para merendar por la mañana, para hacer el menú al mediodía, o para hacer alguna bebida por la tarde hasta bien entrada la madrugada. Entrar en Ca n'Àngel era adentrarse en una especie de refugio, como un escondite al que tenías que bajar casi dos metros desde la altura de la calle: acogedor por las paredes forradas de madera, sus marcos con fotografías y pinturas, y la mano de los Casellas para saber tratar a la clientela, que parte de ella era una familia.

Los hermanos Toni y Ángel

"El nombre viene de mi abuelo, Àngel Casellas, era un ingeniero de Manresa que montó una fábrica textil en Mallorca, él dio nombre al bar", comenta Àngel, el alma del local que, junto con su hermano Toni, regentó desde el 2009. El éxito de las botellas de poeta. “Había mucha gente que venía a hacer la previa antes de ir a la discoteca y se podían beber cuatro o cinco por persona. a futbolín, a billar oa cartas.

"Lo que más me gustaba de Ca n'Àngel era que te sentías casi como en casa, si eras habitual, conocías a la clientela que era como si fuera la familia del local y ya sabías quién te encontraría con alguien y hacerlo con ella solo y" RB, uno de los clientes habituales. También recuerda largas conversaciones con Àngel cuando había menos gente en el local, sobre todo de música. apenas veías", señala. "Aunque normalmente iba por la tarde, la época que tuve un trabajo en Palma, a menudo iba a comer, el menú que hacían en cuanto a la calidad-precio no tenía competencia en la zona", explica el excliente.

Botella de pomada que preparaban en el bar

"Antes de trabajar en el bar, hice de comercial, pero los fines de semana iba porque se llenaba a rebosar, estábamos cuatro detrás de la barra y no dábamos alcance. Para trabajar allí tenías que ser uno Super Saiyajin", comenta. "Además, en aquella época se podía fumar y mi hermano y yo teníamos que salir de vez en cuando a respirar fuera porque, aunque éramos fumadores, nos ahogábamos", continúa.

"En aquella época nos habrían podido poner una multa por aforo cada semana", recuerda. fueron los almuerzos de Navidad que llevaba a cabo una agencia de viajes y que podían juntar más de 100 personas dentro de Ca n'Àngel, todo el mundo quedaba servido. heavys, jóvenes, mayores, incluso ricos que buscaban un espacio donde nadie les molestara, todo el mundo se respetaba", señala. Cientos de personas, grupos de jóvenes y no tan jóvenes, parejas y clientes sólo pasaron horas jugando, hablando y compartiendo un espacio que se convirtió en único durante unos años en el centro de Ciutat. ~BK_SLT_L~ varios motivos, pero sobre todo porque hoy la hostelería tiene unos márgenes muy reducidos, apunta. “Un bar es muy esclavo, recuerdo trabajar 19 horas y media un día. Además, no todo el mundo que va gato es simpático", señala. Además, apunta que la cantidad de normativas que se imponen hoy en día también hace que sea inviable. "Si quieres ofrecer precios que no sean desorbitados, debes tener volumen de clientela, y eso las normativas de aforo no lo permiten", considera.

Igualmente, À le llenó de experiencias y le ofreció la oportunidad de conocer a personas de todo tipo con un amplio bagaje vital. Somos lo que hemos vivido", comenta.

Mítico olivo del bar

Sin embargo, no hay nada para siempre y Ca n'Àngel también tuvo que tomar la decisión de bajar la barrera. "Sabíamos que teníamos una fecha final de contrato, pero en ese momento pensábamos que se podría ampliar y que no habría ningún problema, después pensamos que en todo caso sería mejor ahorrar por si tuviésemos que cambiar de local", recuerda.

Pero la crisis sanitaria provocada por el cóvido precipitó el cierre del emblemático local. "El hecho de que no tuviéramos terraza nos sentenció y pese a los ahorros, no pudimos hacer frente a todos los meses que tuvimos que cerrar", apunta. "Para alguien que nos valoraba de verdad, hasta el último momento, entiendo que el cierre pudiera ser parecido a un desamor", dice. "Para otros, como siempre, todo el mundo añora cuando ya no está", confiesa.

"Desconozco qué negocio sustituirá al bar, pero sé que la propietaria firmó la venta de todo el edificio con una gran empresa", comenta. Aun así, a los hermanos que durante años trabajaban en Ca n'Àngel nada les detiene, y hoy en día Àngel es electricista y Toni, cocinero. "Me gusta porque he vuelto a trabajar con las manos y hacer de electricista me aporta la realización que necesita: tiene una parte más suave y una parte más dura", explica.

El bar responde:

¿Qué música solía sonar?

— Rock 60,70 y 80. Led Zepellin, ACDC, Guns and Roses. Algo de Country, Jazz y Soul.

¿Qué bebida era la más solicitada por los clientes?

— Pomada y cerveza, pero hubo años que sobre todo era la pomada.

¿Cuál diría que era la marca del bar?

— La esencia y el carácter de mi padre, que marcaron la idiosincrasia de Ca n'Àngel.

¿Alguna anécdota que le haga reír cuando la recordáis?

— Todas las personas de las que pude enriquecerme durante aquellos años. Son las personas y vivencias que adquirimos por el camino las que nos hacen ser así como somos.

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