La historia de Es Gallet: el oasis hippy que marcó la Palma de los 70

Este local fue una idea compartida de Climent Picornell, Frederic Suau, Mariano Salvà y Pep Ventayol

Un concierto de un grupo francés en Es Gallet. Clemente Picornell, a la izquierda.
14/10/2025
4 min

Palma"Hay dos ciudades en nuestra vida que son muy importantes: la que aprendemos con nuestros padres y la que descubrimos cuando salimos a la calle solos. La primera de estas ciudades tuvo como centro un bar, Es Gallet". Así recordaba el escritor José Carlos Llop ese local de Puig de Sant Pere, en el barrio marinero de Palma, que abrió sus puertas en 1971 y sólo estuvo abierto poco más de un año. Pero ese tiempo bastó para convertirse en leyenda.

El bar fue una creación compartida por cuatro amigos: Climent Picornell, Frederic Suau, Mariano Salvà y Pep Ventanyol. Ninguno provenía del mundo de la hostelería, pero compartían el deseo de crear un espacio diferente en una ciudad aún sometida a la grisura del franquismo. Paseando un día por la calle de Sant Pere, Picornell y Suau descubrieron una antigua bodega de pescadores, la Bodega San Pedro, con un cartel escrito a mano que decía "se traspasa". Dentro, les recibió una pareja de ibicencos ya mayores, Eulàlia y Toni Marí Marí, marinero retirado.

El interior de Es Gallet estibado de jóvenes.

Los cuatro amigos transformaron con sus manos ese espacio gótico –con arcos medio apuntados, vigas vistas y un corral que pegaba en la muralla renacentista– en un local con alma propia. Había tres escalones para descender, tal vez como una metáfora de la entrada a otro mundo. La barra, hecha por ellos mismos, y los asientos de yeso completaban una estética artesanal y acogedora.

El nombre del bar, Es Gallet, provocó más de una sonrisa maliciosa. En buen mallorquín, 'gallet' es un sinónimo coloquial del clítoris, pero según Picornell el origen era mucho más literario: provenía de una lectura del formalista ruso Viktor Sklovski. "Si después de traicionar al buen Jesús, san Pedro no se levantó al oír el gallo, era porque era un gallo pequeño, un gatillo y no lo oyó", escribía el autor. La ironía intelectual y el juego de dobles sentidos encajaron a la perfección con el espíritu del sitio.

Xesc Barceló Fortuny, escritor y guionista de TV3, y Climent Picornell.

Durante ese año, Es Gallet se convirtió en punto de encuentro de una generación joven e inconformista: escritores, pintores, modelos, músicos y hippys de pelo largo. Palma nunca había visto nada igual. En los años 70, había abierto también el Bruselas, pero era un bar bohemio, el movimiento cultural anterior al hippie. Con Es Gallet, Palma abrazaba ese lema de 'amor y paz'. Sonaba buena música, se respiraba libertad y las conversaciones se mezclaban con el licor, las ideas, el café y también las panadas y otras especialidades de un horno cercano. Eran tiempos de Franco, pero Picornell explica que aunque él y Suau habían sido detenidos "como personajes subversivos" el bar iba más allá de la ideología.

El bar tuvo tanto éxito que sus propietarios apenas sabían cómo gestionarlo. "Era un sitio rentable, pero nosotros lo vivíamos como una común", explica. Con las ganancias alquilaron una casa señorial en la calle de Can Canals –que más tarde sería estudio de Enric Irueste y Miquel Barceló– y otra en Sant Elm, junto al mar y con vistas a la Dragonera. Incluso se compraron motos, empujados por el mito deEasy Rider, y una furgoneta canadiense con la que recorrerían Europa cuando vendieran el local.

El fin llegó de imprevisto: un día tres ingleses les ofrecieron una cantidad suculenta por el traspaso. "Nos ofrecieron una barbaridad y dijimos que sí", dice Picornell. Pero el primer día que los nuevos propietarios abrieron puertas, nadie entró. La clientela era fiel a los antiguos dueños, y el mágico encanto de Es Gallet se había desvanecido. "Me supo mal por ellos, pero la cosa ya estaba hecha", comenta.

A pesar de su corta existencia, Es Gallet dejó una huella profunda. Lobo le dedicó un capítulo dentro En la ciudad sumergida bajo el título 'Cuando la ciudad se hizo bar'. Aquel sótano de Puig de Sant Pere fue, por un instante, el centro de una Palma que empezaba a despertar de su letargo y descubría la libertad a través de la música, la palabra y la convivencia.

El bar responde:

¿Qué música solía sonar?

— Música californiana, James Taylor, Van Morrison, The Birds y Bob Dylan.

¿Qué bebida era la más solicitada por los clientes?

— Café con leche con las tortas del horno que había delante.

¿Cuál diría que era la marca del bar?

— Teníamos un cartel que parodiaba la canción House of The Rising Sun de The Animals donde se podía leer The House of Rising Mallorca. Era un bar de peludos en el que la gente intercambiaba libros y muchas veces llevaba la música que quería escuchar.

¿Alguna anécdota que le haga reír cuando la recordáis?

— El primer cliente pidió un café con leche y un coñac y se fue sin pagar. Lo hizo con tanta naturalidad que no salimos a perseguirle. Probablemente nos dio suerte. En otra ocasión, entraron de repente 20 marinas estadounidenses enormes que empezaron a molestar a la clientela y no logramos sacarlos fuera. No sé a quién se le ocurrió ir a buscar a la Policía Militar. Se plantaron tres jeeps de Policía de EE.UU. que al grito de "private club"los echaron.

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