02/11/2025
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Para sorpresa de nadie, la Oficina antiempleo de Palma ha recibido sólo media docena de consultas desde su apertura. La experiencia de Castilla y León (donde gobiernan el PP y Vox) debería haber puesto en alerta al alcalde de Palma para evitar ese ridículo, hecho sólo para satisfacer a los socios de extrema derecha. El PP cedió y llegó –como suele hacer– a una solución intermedia: rebautizar la oficina existente con la palabra 'antiempleo' para que Vox colocara su mensaje.

Los de Abascal se caracterizan por ignorar los marcos competenciales, a los que anteponen sus propuestas ideológicas sin aplicación práctica. Lo hacen, paradójicamente, cuando reclaman el desmantelamiento de instituciones de gobierno enteras. Por eso quizás no les ha importado asesorar a quienes tienen una vivienda ocupada con una guía en la que recomiendan contratar a un abogado, denunciarlo a la Policía y contratar una alarma. Por todo esto no había que ir tan lejos.

Las cifras de la oficina son elocuentes: el grueso de los usuarios acude por problemas derivados del alquiler. Para resolverlos, podrían empezar por declarar zona tensada la ciudad o exigir al Consejo más medios para combatir el alquiler turístico ilegal. El drama real reside en todos aquellos a los que rentistas avariciosos quieren doblar el alquiler para renovar su contrato o en los que, desahuciados por el mercado desbocado, pelean por conseguir, al menos, una habitación por lo que costaba alquilar un piso hace sólo unos años.

La ocupación de una vivienda es, por supuesto, un drama, y ​​la Policía y la Justicia tienen mecanismos para combatirla. Pero no es masiva (los datos hablan) y la que existe se produce en pisos de fondo buitre que, desde la opacidad y la connivencia de los bancos y el sistema financiero, expulsaron a propietarios caídos en desgracia.

Vox se jacta de hablar el lenguaje de la calle, de defender los intereses de los ciudadanos, pero basa su fuerza en la desinformación y la crispación. Lo peligroso es que el discurso está bien trazado para llegar a quien quiere llegar y sabe cómo hacerlo. Aunque siempre es más fácil convencer con la mentira que con la verdad. El empleo no es el problema. Al igual que no lo es la inmigración. Y menos en los términos simplistas (relleno de datos falsos) con los que los plantea. Las alarmas que deberían dispararse no son precisamente las de las casas.

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