
Éste es el nombre inicial de la nueva plataforma surgida en Mallorca a raíz de la propuesta de ley de actuaciones urgentes para la obtención de suelo que ha impulsado el Gobierno con la excusa e instrumentalización del drama social de la vivienda. "Mallorca para vivir, no para especular" deja claro, sólo con la apelación que hace el nombre, que es una denuncia clara al proyecto de liberalización de suelo para la construcción de nuevas viviendas, con un incremento significativo de los márgenes para promotores y constructores y poniendo sobre la mesa la reclasificación de suelo rústico en las áreas que envuelven 20.000 habitantes que el Plan territorial de Mallorca, acotaba como 'áreas de transición'. Una operación claramente especulativa que hace que hoy en día, y aunque no todos los ayuntamientos hayan manifestado su intención de materializar esta posibilidad, ya ha hecho aumentar los precios de los terrenos rústicos tal y como reconocía esta semana el presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria esta misma semana: el suelo rústico de las áreas de transición se ha revalo.
Es el drama del suelo rústico de las Islas, su desvalorización absoluta como recurso para usos primarios, y la valorización especulativa por sus usos residenciales, turísticos, energéticos o inmobiliarios. Un drama que no viene de ahora, pero que se agrava de forma acelerada en estos últimos tiempos y que ahora, con la Ley 4/2025 que impulsa lo que este gobierno denomina 'Proyectos Residenciales Estratégicos'.
La verdad es que analizando estos dos años del Gobierno de las Islas, las palabras 'estratégico', 'simplificación' y 'aceleración' enmarcan el relato clave del Govern en cuanto a políticas territoriales. Nuestra lectura sería: 'desregulación', 'liberalización', 'especulación' y 'amnistía', 'anulación de la participación' y 'pérdida total de garantías ambientales'. Todo ello en beneficio de promotores privados. Todo lo que las planificaciones territoriales y urbanísticas no tenían previsto, pero quiere impulsarse, se hace posible y se acelera a golpe de decretos ley, simplificando procedimientos –o directamente cargándose los previstos por las normativas urbanísticas y territoriales vigentes– denominándolos como estratégicos. Parece que el adjetivo estratégico le da un matiz de importancia, gravedad e ineludibilidad política que apela a la responsabilidad de un Gobierno que sabe lo que hace. Pero ningún proyecto por sí solo puede ser estratégico si no responde a un proceso de planificación estratégica que tenga en cuenta, no sólo resolver un problema puntual (por la vía del mercado, como las políticas liberales), sino atender, en su diagnosis, la complejidad de las causas estructurales del problema, y enfocar escenarios de futuro estratégicamente definidos en el marco de un proyecto político y social.
'Estratègic' se ha convertido en sinónimo de "hacer posible lo imposible". Hacer lo que los marcos normativos no permiten, por la vía directa, simplificada y acelerada, para garantizar unos movimientos (especulativos), que reflejan con una supuesta solución, pero que todos sabemos que no repercutirán de manera radical (de raíz) en la problemática de la vivienda porque no tocan por nada los motivos reales, traspasando hacia delante. Agua, movilidad, armonización urbana, suelo rural, convivencia, accesibilidad, coherencia urbanística, modelo territorial, planificación urbana…. Nada de esto es tenido en cuenta. Dibujamos casas como setas con las que unos pocos volverán a formar parte de un buen corte.
Tras el anuncio de creación de la Unidad Aceleradora de Proyectos Estratégicos (UAPE) para impulsar, ayudar y acompañar proyectos de iniciativa privada susceptibles de ser declarados de especial interés estratégico (PEIE), no queda ninguna duda de que el Gobierno se ha convertido en promotor y facilitador de nuevas inversiones privadas, cuanto más protegido mejor, aumenta significativamente de valor especulativo, y da igual si es en áreas de riesgo (inundación, incendio o desprendimiento), justamente resulta que son los más atractivos paisajísticamente hablando. Estrategia sólo existe una, la de las políticas neoliberales más descaradas que, con el apoyo y complicidad de la extrema derecha radical, impulsan su programa: garantizar las libertades individuales y la iniciativa privada, focalizarse en los métodos de libre mercado, en la disminución de las restricciones a las operaciones de las empresas y en el establecimiento de los derechos de propiedad. Morir habemus.