Argentina

Argentinos con ocho linajes mallorquines: operación retorno

Los descendientes de isleños que emigraron a las Américas vuelven a Mallorca para reencontrarse con la familia que los mayores dejaron atrás para huir del hambre

23/09/2025
5 min

PalmaMagdalena Cabrer ha vivido toda su vida en Argentina, en Villa Cañás, pero tiene ocho linajes mallorquines para que sus repadrinos y su padre nacieron en la isla. Esto es una de las primeras cosas que recalca cuando conoce a alguien. Siempre que puede la visita y queda en casa de la prima, en el Port de Pollença. Vuelve a Mallorca para reencontrarse con los suyos, algo que muchos de los familiares que emigraron a Argentina nunca pudieron hacer. "La madrina nos contaba que en su casa de Pollença tenían algarrobos. Antes de partir, su hermano clavó un clavo en la cepa de uno para ver si al volver estaría. Pero nunca lo hizo", cuenta entre lágrimas sentada en un balancín blanco frente al mar.

Se iban porque en Mallorca se sufría hambre. "Hervían los huesos de las aceitunas para comerse lo que salía", recuerda. Emigraron a una tierra donde carecía mano de obra y los mallorquines trabajaron mayoritariamente el campo. Juan Gabriel Marelli Manresa, renet de mallorquines que vive en Felanitx hace seis años, cuenta que entre 1880 y 1930 (cuando Argentina recibió una gran ola de emigrantes europeos) un hombre de Felanitx iba cada día a la estación de tren de Buenos Aires a pedir a gritos si. "Si los había, les hacía bajar del tren y les daba trabajo y un sitio para dormir", añade. Al llegar a la capital argentina, los migrantes iban al hotel de Inmigrantes donde les daban noches gratis y comida. También les apuntaban a una bolsa de trabajo. Pero si no encontraban o si no querían quedarse en la capital, cogían el tren y siempre pasaban por San Pedro. "Y además, el felanitxer también les decía que allí había muchos mallorquines que trabajaban", explica.

San Pedro fue una de las mayores colonias de mallorquines de Argentina. Los migrantes de la ciudad eran principalmente de Felanitx. Por eso, en 1978 las nombraron ciudades hermanadas. De hecho, en el Ayuntamiento de San Pedro existe una placa que recuerda este hecho.

Andrea Soria

La repadrina de Marelli, Sebastiana y, de apodo, Lluenta, era felanitxera y siempre le decía que allí las casas eran "muy grandes y de piedra". El padrino de Andrea Soria, que también era de Felanitx, le contaba que "entraba en el mar y, por mucho que caminara, el agua siempre le llegaba por debajo de las rodillas". Mientras se hace un mate junto a una cisterna mallorquina recuerda que también le contaba que había muchas estrellas de mar. Los domingos en Argentina los padrinos la llevaban a ver a "los mallorquines", que eran conocidos de la familia.

¿Ensaimada en Argentina?

Además de recordar e intentar explicar a los familiares y conocidos cómo eran los lugares donde habían pasado su infancia, los mallorquines intentaban mantener su cultura gastronómica. Soria relata que en el horno de Can Pere de Campos hacen una ensaimada muy parecida a la que cocinaba su padrino en San Pedro. "Cuando la probé fue como si comiera la de mi abuelo", asegura. Unos amigos de la familia fundaron la primera confitería de San Pedro donde elaboraban y vendían ensaimadas, un producto que ahora se ha convertido en el souvenir de la ciudad, según cuenta el presidente de la Agrupación Mallorca de San Pedro, Juan Manuel Gomila. "La gente se va de aquí con cajas de ensaimadas", cuenta. Hace 20 años que la ciudad celebra en agosto la fiesta de la ensaimada que organiza la Agrupació que también ofrece actuaciones de baile de bote, entre otros. Algunos miembros de la entidad han participado en el viaje de casi 40 argentinos con raíces mallorquinas que se ha realizado en la isla. Sentadas en la bodega de Joan Rigo, un campanero que tiene familia en Argentina, se reencuentran con sus parientes mientras comen pan con aceite con sobrasada y beben hierbas dulces. "He comido esto toda la vida", asegura Cabrer, que desde pequeña ha tenido la gastronomía mallorquina integrada en su día a día. "Mis padrinos hacían matanzas y comíamos sobrasada y frito de sangre. Mi madrina a menudo nos preparaba pancuit", relata. Probó todo esto antes del asado argentino. También se acuerda de comer coca de perejil, una de las palabras que mejor pronuncia en catalán.

En casa, el catalán antes que el castellano

Durante la época de las oleadas migratorias, en San Pedro se oía hablar catalán por todas partes, según aseguran algunos residentes en el ARA Baleares. Los padrinos y repadrinos de Cabrer siempre hablaron en catalán. "En mi casa, era más que el castellano. Lo empleaban siempre. Con los amigos y los residentes de San Pedro charlaban en castellano, pero cuando no querían que los entendieran también hablaban el catalán", explica.

En la ciudad argentina todavía se pueden apreciar esquirlas de la lengua catalana reflejadas en carteles de comercios de fotografía, de plantas y de frutas. Además, todavía hay alguna persona mayor mallorquina que recuerda de donde viene más que nunca, incluso todavía lo hace con el idioma. "Mi repadrina, cuando ya era muy mayor, le decía a su hija que no sabía hablar en castellano, que le hablara en mallorquín", dice Marelli. A él, la familia nunca le habló. Sin embargo, en una "operación retorno" que organizó el Gobierno con el objetivo de facilitar el reencuentro de los descendientes de mallorquines que vivían en Argentina con su familia, escuchó por primer pico en la vida a su abuelo hablar catalán con los primos que acababa de conocer. "Hablaba un catalán de hace 100 años porque en Mallorca evolucionó, pero en Argentina le hablaban igual que el día que partieron de la isla. Ahora bien, el castellano le entonaba con un acento argentino perfecto".

Testimonio de Magdalena Cabrer

A pesar de no haber tenido un estrecho contacto con el catalán, a 15 años sus padrinos los llevaron a una fiesta de la Agrupación Mallorca de San Pedro donde los asistentes le hablaban. Por eso, se apuntó a clases de catalán que casi eran particulares con un profesor de Inca que estaba casado con una mujer argentina. Hoy en día habla la lengua propia como nativo. Incluso tiene el acento de Felanitx muy marcado. También cursa el grado de Filología Catalana en la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) porque quiere ser profesor. La vocación le viene de atrás. A sólo 18 años empezó a dar clases de la lengua en la Agrupació Mallorca, que hacía talleres.

La entidad era un refugio cultural para los mallorquines migrantes. Iban y celebraban que, por muy lejos que estuvieran de casa, la gastronomía, las hablas y las costumbres de la tierra no se perdían. Además, los compartían con los argentinos que les acogieron en un momento de necesidad. De hecho, en la sede de la Agrupación había un cartel que evidenciaba la proximidad entre las dos tierras con un mensaje claro: "Nos une la sangre, nos une un mismo sentimiento".u

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