La Mallorca del futuro será castellanohablante

Hay momentos en los que, para crecer, es necesario matar al padre, es así. No por odio ni por desprecio, sino por liberación. El mallorquinismo debe hacerlo, y deprisa. Porque nos guste o no, todavía funciona con unas ideas heredadas de la Transición. Una época en la que parecía que todo era posible… y después no lo fue tanto. Seguimos repitiendo rituales que nos dan una falsa sensación de coherencia –¡qué manifestaciones que organizamos! ¡Qué discursos!– mientras el país real se nos deshace en nuestras manos.
Y lo primero que debemos hacer, si queremos repensarnos como movimiento, es partir de una verdad incómoda: la Mallorca del futuro hablará en castellano. No es ninguna exageración. Ahora mismo, sólo un tercio de los mallorquines utiliza el catalán habitualmente. Solo un tercio. Y según los expertos, en el 2050, esta cifra podría bajar hasta el 20%. Una minoría en nuestra casa. ¿Nos estamos extinguiendo? Quizás sí. Quizás no. Pero si no partimos de esta realidad, nos equivocaremos en el análisis y, por tanto, en las soluciones.
Mientras todo esto ocurre, (casi) nadie se atreve a decir en voz alta quién está detrás de todo: España.
El Estado, con todas sus estructuras al servicio de los poderosos, lleva décadas asignando un rol muy claro: sonreír al turista, servir mesas y limpiar habitaciones. Y a ser posible, en castellano. ¿Nuestra cultura? Que no moleste, quede como decoración de postal. No nos quieren como pueblo vivo y crítico, sino como algo folclórico, dócil y dividido. Mientras tanto, nosotros colaboramos encantados, discutiendo por los alquileres, el turismo, el medio ambiente y la inmigración, mientras pensamos que somos libres en una jaula.
Déjame hacer un inciso sobre este tema de la "inmigración". Ahora está de moda culpar a la "sobrepoblación" de la situación del catalán. Lo dice El Pi, lo dice gente de la Obra Cultural, lo dicen algunos de MÁS. Como si el futuro de la lengua dependiera de la gente que llega fuera… Pero no es así. Sabéis perfectamente que la inmensa mayoría de mallorquines –independientemente de la lengua que hablen– ve al catalán como una lengua de segunda porque, al fin y al cabo, "somos españoles y el castellano es la lengua común". Éste es el gran problema.
Aceptamos de una vez que la gente viene aquí porque el turismo necesita mano de obra barata. Hace años que viene gente de fuera. Pero ahora, que llegan marroquíes y latinoamericanos, de repente nos molesta. ¿Qué casualidad, no? Quizás porque es más fácil cargar contra los débiles que contra los de arriba. Es una doble moral que da asco, y que liga a la perfección el ramplón discurso del "barco de rejilla" con el giro reaccionario que se respira en toda Europa. Pero escucháis: culpar a los de siempre e ignorar a su verdadero responsable no nos salvará. Los recién llegados no son el problema. Ellos son víctimas del mismo sistema. Se les pide que se integren, pero no se les da ninguna herramienta real para hacerlo. Llegan a barrios colapsos. Se sienten forasteros porque el sistema los trata como tales. depende de lo que hagamos hoy.
Los catalanohablantes a menudo nos pensamos que somos los "verdaderos" isleños; comportamos como si fuéramos vigilantes de una discoteca: sólo dejamos pasar quien habla como es debido, piensa como nosotros y repite las consignas que nos gustan, y así no se construye nada. Mientras tanto, el resto de la sociedad sigue su camino. hace falta claridad y un puntito de radicalidad. No para echar a nadie, sino para aguantar de pie. piense que Mallorca es su nación. Una comunidad que no sólo charle catalán, sino que entienda que hacerlo es resistir. Que hablar nuestra lengua es plantar cara a un Estado que nos quiere mudos y decorativos. que aquí no se habla una lengua propia y que tenemos una cultura singular. Los recién llegados acabarán integrándose, a su manera, eso sí. Ahora toca hablar claro. Hacer propuestas valientes.