Es necesario aprovechar el conflicto hacia el turismo para encontrar un nuevo modelo


PalmaLa campaña de los hoteleros dirigida a turistas extranjeros es la respuesta de la principal patronal de las Islas a las críticas y acciones antiturísticas, que se han intensificado en Baleares desde hace poco más de un año. Los empresarios admiten que el turismo no es inocuo, pero reclaman un análisis profundo de los motivos que han llevado a la sociedad a manifestar cada vez más el descontento con el modelo económico actual.
No basta con contabilizar si a una movilización acuden 15.000 o 20.000 personas y cuestionar hasta qué punto esto es representativo. Basta con mirar a las redes sociales y asistir a conversaciones entre residentes para comprobar cómo los isleños se muestran –en el mejor de los casos– muy preocupados por la situación actual del turismo.
Los impactos sobre el medio ambiente y la deficiente redistribución de la riqueza del turismo no son ninguna novedad. Pero después de la pandemia han entrado en escena una serie de factores que no pueden obviarse y que cualquier sociedad actual debe tener en cuenta. El aumento constante de la llegada de visitantes, que se acerca a cifras insostenibles y ha provocado, junto al incremento de la población, una complicación notable en cuestiones como la movilidad y el disfrute de espacios públicos, hoy completamente mercantilizados y desnaturalizados. Pero todos estos elementos no serían más que una intensificación del modelo, y no habrían provocado la creciente contestación ciudadana, transversal y cada vez más presente en el debate público. Los isleños no están en contra del turismo, porque llevan muchos años viviendo. Están en contra de perder espacios públicos, territorio y recursos naturales. Pero lo que ha unido las voces es un conflicto que va mucho más allá del turismo y que tiene un nombre: acceso a una vivienda digna.
Lo que llegó como una economía colaborativa, el alquiler de pisos a turistas, se ha generalizado y se hace, en buena parte, de forma ilegal. El Pacto vio con buenos ojos esa aparentemente inofensiva opción de obtener beneficios a través de los pisos y la consagró por ley. Los hechos demuestran hoy que los pisos deberían ser sólo para atender a la demanda de vivienda. Pero ahora es tarde para pensar que sin una intervención pública las cosas volverán a su sitio. Se deben hacer pisos públicos, y no en suelo rústico. Y, sobre todo, debe acabar con la oferta de alquiler turístico irregular. Ni una sola vivienda en plurifamiliares debe dedicarse al alquiler vacacional. Y la administración pública tiene mucha más capacidad para controlar esto que lo que ha hecho hasta ahora.
No hacerlo será seguir alimentando un modelo de sociedad rentista, donde unos pocos se hacen de oro y la gran mayoría no puede comprar ni alquilar un piso a pesar de tener trabajo. Un verdadero fracaso al que debe ponerse fin.