Alistados
Estos días de Navidad o de fin de año los medios de comunicación tienen la predisposición a llenarse de listas. Los libros del año, las películas del año, las exposiciones del año, etc. Es como si, de repente, cuando nos encontramos en el límite del calendario, tocara hacer balance, o incluso de algún modo 'limpiar', porque estas listas no sólo destacan cosas, sino que silencian u olvidan otras, haciendo que éstas ya no consten en los balances, por mucho que sean provisionales.
Necesitamos que nos 'editorialicen' el mundo, cada vez con más urgencia. Ante la proliferación demencial de contenidos (en las librerías, en las plataformas digitales, en la oferta cultural en general…) cada vez se hace más necesario que haya árbitros y editores, periodistas, críticos, gente formada que destaque unas cosas encima de otras, y que de esta manera nos advierta de lo que realmente va. La temporada de premios en el cine (los Globos de Oro, los Oscar…) sirven para poner orden entre todos los estrenos que se han hecho durante el año, aunque incluso la industria sabe que si quieres aspirar a un gran galardón, tampoco te conviene estrenar una película en el mes de junio, sino más bien encima de las de invierno nominaciones.
En el mundo del libro ocurre lo mismo: diciembre es altamente improbable que se acuerde nadie de un libro que salió en enero o febrero, a menos que haya tenido un gran éxito de público y siga vendiéndose (pasa poco). Ni que decir tiene que, de entre el chapuzón de libros que salieron por Sant Jordi, son escasos los que ahora ya en las listas de final de año se asoman, lo que lo hace todo triste y escabroso. Es como si nada tuviera derecho a durar, o merecer una segunda oportunidad, o ser repescado en el futuro. Cuando a un libro le tocaría el turno de ser leído, ya llegan otras oleadas de novedades, y nuevas listas, y con el nuevo año incluso con las 'listas' habituales, la sensación de liquidación y cierre se acentúa. Como si todo ello sirviera más para 'liquidar' que para insuflar vida o dar empuje a las cosas que quizá valen la pena. ¿Qué sensación de perdurabilidad puede tener un creador si ni siquiera su trabajo destaca a finales del año en cuestión? Por suerte, nada acaba dependiendo de nada en concreto, sino que todo está en manos de un azar oscuro, o de los gustos y las inercias que mueven al mundo de una forma ingobernable.
Cualquiera que sepa cómo funcionan estas cosas, sin embargo, sabe que no debe hacerse demasiado caudal; todo ello no es ajeno a mezquindades, intereses, amistades y olvidos estratégicamente rencorosos. Además del simple y elemental 'mal gusto'. Ni que decir tiene que la cultura no funciona de manera muy diferente a cualquier otro ámbito humano, es decir, con errores, aciertos, grandezas y miserias. Aunque a menudo lo que se evidencia en estas listas es que hay quienes se les ríen todas las gracias (siempre, hagan lo que hagan, o cagada tras cagada), y otros a los que nadie mira ni hace caso, aunque prueben hacerla bien, o la hagan.