Seis siglos de Gracia le contemplan

El santuario, cuyos orígenes se remontan a principios del XV, se reencuentra con los llucmajorers

El santuario de Gràcia ha podido reabrir después de unas obras de mejora.
02/07/2025
6 min

PalmaSus orígenes se remontan a seis siglos atrás y, a lo largo de este tiempo, ha sido un espacio sacro de referencia para los llucmajorers y también para muchos mallorquines. El santuario de Gràcia, en el monte de Randa, tuvo que cerrarse al público por un desprendimiento de tierras y ha podido reabrirse tras las obras de mejora. Este 7 de junio acogía el primer evento cultural desde la reapertura: el concierto de Joan Miquel Oliver y Miquel Serra, que inauguraba el festival Sonsdenit. Repasamos la historia de Gràcia siguiendo los estudios de Bartomeu Font Obrador, Francesc Riera y Pere Xamena, Celso Calviño, Joan Clar y Miquel Grimalt, y con la colaboración del Archivo Municipal de Llucmajor.

Gràcia no se puede desligar de su entorno, compartido entre Llucmajor y Algaida. El monte de Randa alberga en su cima el santuario de Cura, mientras que sobre la peña Falconera se ubica Sant Honorat, y debajo de ésta, el santuario de Gràcia. Bien se podría decir que ésta es la montaña mística de Mallorca, con una larga tradición de ermitaños que buscaron la paz de espíritu, entre ellos, el propio Ramon Llull. Cuevas y montañas, además, forman parte de nuestro legendario, como se constata en un buen puñado de cuentos.

Fue a lo que entonces era una cueva conocida como de la Aresta donde, a principios del siglo XV, encontraron refugio espiritual el fray menor Antoni Caldés, llucmajorer, y un pequeño grupo de seguidores que procedían del convento de San Francisco de Ciudad. Su objetivo era poner en práctica de forma rigurosa la norma de pobreza y austeridad del santo de Asís. Había una pequeña fuente que aportaba el agua necesaria para los eremitas. Caldés era un personaje importante: fue confesor de la reina María, esposa de Alfonso el Magnánimo, y autor de un devocionario, Ejercicio de la Santa Cruz.

A finales de ese mismo siglo XV se construyó una capilla, los fondos necesarios para hacerlo y para su mantenimiento los aportaron los llucmajorers. Se eligió la advocación de la Virgen de Gracia porque se la consideraba eficaz abogada contra la peste, epidemia que en aquella época arrasaba en Mallorca, y por todas partes. La veneración de los llucmajorers por la Virgen de Gracia es proverbial: en una crónica de 1908 se señala: "Bebemos esta devoción con la leche de nuestras madres y nunca la olvidamos". A la Virgen de Gracia también se le invocaba en caso de sequía.

Vino y naranjas para los peregrinos

El presbítero Miquel Galmés hizo el encargo al artesano Gabriel Moger de cincelar la escultura, de madera policromada y de estilo gótico. Actualmente, le acompañan dos ángeles de factura posterior, barroca, que le hacen de escoltas. Ya en fecha tan temprana como en 1502 tuvo que restaurarse. Lo hizo un pintor llamado Joanot.

Ahora bien, aquellos eran tiempos de constantes incursiones de los turcos o de sus aliados berberiscos en las costas de Baleares. Tanto, que en 1543 se pensó que lo más prudente era que los objetos más valiosos del santuario fueran trasladados a la Seo de Mallorca, donde permanecieron hasta su regreso a Gràcia.

La subida a Gràcia, recuperada el 27 de abril de este año.

La fama del santuario como destino de peregrinación pronto se esparció por el resto de Mallorca. Constan caminatas desde Santanyí, Algaida, Pollença y Palma. Era escenario constante de procesiones y sermones, convenientemente retribuidos a los oficiantes. Por supuesto, también era necesario proporcionar comida y bebida a los fieles que acudían. Por este motivo, Font Obrador recoge en su Historia de Llucmajor partidas de vino, naranjas y otros víveres para abastecer a los peregrinos. También hubo que construir un establo.

Los visitantes, como viene siendo habitual en los lugares de peregrinación, han dejado en Gràcia huellas de su devoción.

En 1501 se fundó en Gracia una escuela. y aquella abundancia de donaciones, según reseña Font Obrador, en 1578 el estado de conservación del santuario era "deplorable" y amenazaba ruina. Gestionar eso era una complicación. Honorado, lo aceptó, y se dedicó en cuerpo y alma a mejorar la situación. descontado, no tenía que pagarlo él. Uno de los jurados propuso que se utilizara uno ya existente, que era de la familia Tauler, y así la villa se ahorraría el gasto.

En la primera mitad del XVIII empezaron las obras de una nueva iglesia –la actual–, al tiempo que se acababan las de la hospedería, destinada a alojar a los peregrinos, a lo que antes habían sido las celdas de los eremitas. Actualmente, no se utiliza. El hecho de que Gràcia se construyera marcado por el acantilado ha ocasionado que los edificios sean, a la fuerza, largueros. De hecho, para la construcción del nuevo templo se tuvieron que utilizar cargas de pólvora, para deshacerse de las rocas que lo obstaculizaban.

La edificación de una iglesia es una tarea de larga duración –lea, si no, Los pilares de la Tierra–, y esa no fue la excepción. Hasta 1827 no se instaló el púlpito, culminando las obras.

Otra visita de un obispo, Pedro Rubio, en 1781, llevó nuevas instrucciones al santuario: no debía invertirse la mayor parte de las limosnas en la hospedería, como se hacía, para comodidad de los peregrinos, sino en la decoración de la iglesia. Y así se hizo: Font Obrador considera que el pavimento con el que se dotó al templo "es el exponente más valioso de ladrillo artístico valenciano que conservamos en toda la isla". Al presbiterio se le aplicaron mil piezas de oro y mil de plata, lo que debió de suponer un gasto más que notable, ya que el hermano del pintor tuvo que hacer manos y mangas para cobrar la deuda.

La Virgen de Gracia de Llucmajor, en una xilografía de 1772.

Gracia ha estado a lo largo de todo este tiempo, y hasta nuestros días, bajo una doble jurisdicción: la eclesiástica, por supuesto, pero también la de las autoridades llucmajoreres. obviamente capellanes, se hacía de acuerdo con los jurados.

Actualmente, el oratorio pertenece al Obispado de Mallorca, pero los terrenos anexos son municipales, razón por la cual cada una de las dos instituciones, religiosa y civil, se han hecho cargo de su parte de la última de la iglesia. fieles los que a lo largo de siglos pagaron los gastos de la Iglesia.

Del mismo modo, como nos relatan Calviño, Clar y Grimalt, la caja en la que depositaban los peregrinos sus limosnas, al pie de la imagen de la virgen, se cerraba con tres clavos: una la tenía el párroco; otra, un representante del Ayuntamiento, y la tercera el clavario –conocido así justamente por este hecho, tener la llave–, que era un 'dueño' de las tierras cercanas. Además de estas dos jurisdicciones, una tercera la pretendía en 1900 el marqués de Zayas –no quien fue famoso jefe de la Falange, que entonces tenía cuatro años, sino su predecesor. Ese año, el párroco expresaba por escrito al vicario general su incomodidad porque el ganado del marqués le llevaban a pastar en los terrenos del oratorio, con el argumento, sostenido por el aristócrata, que eran suyos. Tuvo que intervenir el alcalde para mediar en la desavenencia.

En abril de 1908, los llucmajorers fueron en procesión multitudinaria a Gràcia, con el objetivo de entregar a la Virgen una corona de plata que, por supuesto, también habían costeado ellos. Esta subida justo después de Semana Santa se ha mantenido hasta ahora. Ni siquiera en las traumáticas circunstancias de la Guerra Civil se dejó de hacer. Era una celebración religiosa, pero también popular: los llucmajorers llevaban la comida y hacían una especie de picnic en las tierras de Gràcia. Alguna vez se hizo el camino a la inversa, llevando la imagen de la Virgen hasta la villa.

Los desprendimientos de la peña Falconera en 2002 ya ocasionaron que se tuvieran que instalar unas mallas de protección, además de rehabilitar el santuario. El 3 de abril de 2005, se volvía a celebrar la subida desde la villa. Más recientemente, la pandemia de cóvido de 2020 interrumpió la afluencia en Gràcia.

Un tiempo después, un nuevo deslizamiento de tierras por fuertes lluvias afectó a los terrenos municipales que se utilizan como aparcamiento, lo que obligó a cerrar el recinto, regular las visitas mediante solicitud previa y reparar y consolidar el muro de la explanada. Una vez que también el Obispado llevó a cabo su parte de las obras, pudo abrirse al público. Este 27 de abril, los llucmajorers volvían a subir a Gràcia: el espacio donde, de hace seis siglos, la espiritualidad ha encontrado su casa.

Santa Anna, la buscadora de novios

Aparte de la Virgen de Gracia, la imagen del santuario probablemente más venerada por los llucmajorers o, mejor dicho, por las llucmajoreres, era la de Santa Ana, ubicada en la primera capilla de la banda izquierda del templo. Era tradición que las jovencitas le metieran unas pequeñas agujas, ya que creían que así encontrarían un buen prometido. Tanto se extendió esa costumbre que, como es lógico, la imagen sufrió sus consecuencias, y se acabó prohibiendo.

Justamente el día de santa Ana, según Font Obrador, era tradición desde 1523 llevar a cabo una peregrinación desde la villa hasta el santuario, a raíz de una de las pestes que había sufrido la villa. Con el paso del tiempo, la afluencia de participantes fue menguando, hasta el punto de que se redujo a una pequeña representación del clero y el Consistorio. La fecha –el 26 de julio–, con calor intenso, tampoco ayudaba mucho. A principios de siglo XX se suprimió.

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