El estrés de ser jurado popular: "Para mí, el acusado era culpable y lo absolvimos"
1.500 personas forman parte en Baleares de una bolsa por sorteo que les obliga a dictar sentencia a un juicio Mientras que para unos la experiencia es “enriquecedora”, para otros es “desagradable”


PalmaEl día que empezó el cónclave para elegir al nuevo papa, se reactivó el chat de WhatsApp que Xisca tiene junto a sus compañeros del jurado popular. Los once miembros (nueve titulares y dos suplentes) se vieron reflejados en el proceso de votación de los cardenales a puerta cerrada. Ellos también tuvieron que deliberar incomunicados durante dos días hasta condenar a los dos acusados de lanzar desde la furgoneta a un joven turista alemán bebido que murió atropellado. "Prefiero que me toque estar en una mesa electoral a volver a formar parte de un jurado popular. No me gustó. Fue una experiencia muy desagradable tener que escuchar los testimonios de ambas partes, muchas veces de carácter técnico con temas que no controlas. Tienes que prestarle mucha atención. La magistrada siempre nos decía que no pasas. Dudaba de si tenía criterio suficiente para valorar determinados datos y tomar una decisión. Además, si no la tomas, una no respuesta cuenta a favor del acusado, así que no posicionarte es imposible", relata esta funcionaria a la que la Justicia citó para ser jurado apenas dos meses antes de que se cumpliera el plazo de su compromiso.
67 euros más dietas
Un sistema informático elige cada dos años, de forma aleatoria, a los candidatos a formar parte de los jurados populares. En Baleares se designan a 1.500 personas, seleccionadas entre un censo de casi 800.000 mayores de 18 años. Los requisitos son ser español, saber leer y escribir, tener pleno ejercicio de los derechos políticos, ser vecino del municipio o provincia donde se haya cometido el delito y no estar impedido física, psíquica o sensorialmente. Quedan fuera quienes tengan causas pendientes con la justicia. Pueden presentarse alegaciones que la Administración estudiará en función de unos supuestos establecidos, pero la convocatoria, de entrada, es de obligado cumplimiento y se paga con 67 euros más dietas por día.
Los seleccionados reciben una primera carta certificada en la que se les comunica que están incluidos en la bolsa de los 1.500 y vuelven a ser notificados si, en segundo sorteo, se les asigna un juicio específico. "La lotería no me toca, pero eso sí. Cuando un policía vestido de paisano con su placa me llevó la carta estaba acojonado", recuerda Joan [nombre ficticio] sobre "un deber inexcusable". Es funcionario y pidió un permiso para dirimir si el acusado había asesinado y quemado la chabola de otro hombre en el Carnaje. En un principio, fue designado suplente, debía asistir al juicio completo (tomó 21 folios de apuntes), pero no participaría de la deliberación. Sin embargo, una de las titulares sufrió coacciones y él ocupó su puesto justo para debatir el veredicto. "Estaba en la biblioteca, me llamaron y tuve que ir corriendo a la Audiencia. Mi mujer me llevó una mochila con ropa y, antes de quitarnos el móvil para aislarnos, me ofrecieron hacer una llamada", rememora. Los nueve miembros estuvieron todo un día, fueron escoltados en un hotel de Palma, y al día siguiente siguieron deliberando. "Había mucha tensión. Gente llorando. Unos pensaban una cosa y otros, otra. Yo revisé unos documentos que necesitaba y la declaración inicial del acusado a la Policía. Corroboré mi opinión. Creía que no había pruebas suficientes para condenarle y le aplicamos. in dubio pro reo", prosigue sobre el principio jurídico según el cual debe dictaminarse a favor del acusado si existen dudas. El veredicto fue absolutorio. Cinco votos a favor y cuatro en contra. El mínimo necesario. Para la culpabilidad hace falta una mayoría más amplia: siete votos de nueve.
Cuando llegamos a un acuerdo, el jurado debe argumentar la jurada. con la ayuda de un auxilio judicial [funcionario que apoya a los órganos judiciales] que nos guió en la redacción sin dirigirnos u opinar en ningún momento", explica. "La responsabilidad es muy grande porque ves el dolor de dos familias y la vida de uno está en tus manos y la de otros, en cierto modo, también, porque sientes que debes. Conocer de cerca este mundo me ha parecido una experiencia enriquecedora", confiesa. No lo fue para Patricia, quien participó cuando tenía 26 años en un jurado popular. Veinte años después, sigue pensando que el acusado de matar a su hermano de una puñalada era culpable, que lo hizo con la intención de poner fin a su vida. "Por . Fue un juicio muy difícil, con el añadido de la traducción, puesto que se trataba de una familia china. Yo no sería capaz de convencer a nadie y me sentí muy impotente porque, para mí, era culpable y lo absolvimos. El proceso fue complicado y lo viví con mucho estrés. Es una responsabilidad demasiado grande para que la asuman los ciudadanos de a pie. No me gustó la experiencia", asevera.
Personas sin prejuicios
Para formar al jurado popular, abogados, fiscales y acusación particular formulan una serie de preguntas para valorar la idoneidad de los candidatos., puesto que los implicados en su crimen eran homosexuales. La defensa y la acusación tienen la potestad de recusar, de descartar, a cuatro personas entre la treintena convocada hasta llegar a los nueve titulares ya los dos suplentes. Los abogados deben guiarse por sensaciones más que por certezas en este proceso de descarte entre las partes. "En España no tenemos una cultura de preparación en este sentido. No existen profesionales o despachos de psicólogos que aconsejen sobre qué jurado te conviene más. Quieres personas sin prejuicios notorios. De todos modos, aquí los jurados populares son menos habituales que, por ejemplo, en el sistema anglosajón", explica el abogado penalista Chiqui Herrero. En Baleares tiene lugar, en promedio, un juicio al mes con esta fórmula. El letrado Jaime Campaner logró la absolución con jurado popular de Pau Rigo, acusado de disparar y matar al ladrón que entró a robar en su casa de Porreres. "Es muy instintivo y, por tanto, falible", opina sobre el proceso de selección de ciudadanos previo al juicio. “Puedes intentar seleccionar un jurado o evitar determinadas características, pero no estás exento de riesgos para que el enfoque no sea adecuado. Y no tienes garantizada la sinceridad cuando contesta a las preguntas de las partes. Hay más instinto que otra cosa. Es una partida de póquer. recusaciones sin necesidad de decir por qué descartas a alguien. Pero la jugada puede salir mal si el fiscal te quita a alguien que te habría ido miel.
Trabajo con rigor
Campanero es "un gran defensor" del jurado popular. "En general, son justos. Y, pese a las reticencias de la gente, la experiencia demuestra que se toman el trabajo muy en serio, con rigor". Herrero coincide en que los veredictos son, en muchos casos, coincidentes con lo que hubiera decidido un juez profesional, aunque entiende que "el trastorno que produce a la persona elegida es muy sacrificado y la mayoría no quisiera verse en esa posición". "Yo no sería juez porque no soportaría la presión de tomar decisiones sobre una persona", añade.
La participación ciudadana en la administración de justicia "es un mandato constitucional", reservada a delitos penales, aclara Campaner. "Donde más se aplica es en casos de homicidio o asesinato consumado. Se decidió así porque son temas muy fácticos, de si hay pruebas o no. No es tanto conocer las vicisitudes del derecho, como reconstruir hechos. Se trata de persuadir para inclinar la balanza de tu lado", explica.
El enfoque que los letrados utilizan con los jurados populares se centra, precisamente, "mucho en los hechos y su reconstrucción", y se esfuerzan por resultar "didácticos", sin perder de vista que les escuchan profanos en la materia. "Se trata de una única experiencia en este ejercicio de la tarea de hacer justicia. Tienes que intentar que llegue el mensaje que quieres transmitir y no puedes dar por supuestas cuestiones que sí podrías con un jurado profesional", prosigue. "Comporta una mayor inseguridad, pero al mismo tiempo te da una mayor libertad y te obliga a olvidar ciertas estructuras muy arraigadas del procedimiento clásico", añade Herrero.
En definitiva, según Campaner, "no hay casos fáciles o difíciles". "Es importante pedirle al jurado que se ponga en la piel del acusado en el momento, y saber qué le era exigible sobre una decisión que debe tomarse en una milésima de segundo", concluye el letrado en un razonamiento aplicable al mediático caso de Pau Rigo.