La Palma de Alomar contra la de Ferragut, en un escenario teatral
Son los protagonistas de la obra 'L'arquitecte', del dramaturgo Josep Ramon Cerdà, que se estrena el 7 de noviembre en el Teatre del Mar
PalmaSon dos de los nombres más importantes para entender la fisonomía de la Palma actual y tienen muchas cosas en común: una importante formación, estancias en el extranjero y un conocimiento muy amplio del contexto que les rodeaba cuando, a mediados del siglo XX, pusieron las bases de esta ciudad tal y como la conocemos ahora. Sin embargo, también hubo notables diferencias entre el arquitecto Josep Ferragut y el urbanista Gabriel Alomar. Han sido precisamente estas, las posiciones contrapuestas entre uno y otro, pese a su amistad, las que han invitado al dramaturgo Josep Ramon Cerdà a poner palabras a un improbable encuentro entre ambos por la noche antes de la muerte de Ferragut. Este diálogo imaginario es el gemelo de la obra El arquitecto, que se estrena el 7 de noviembre en el Teatre del Mar con el sello de Produccions de Ferro y con Xisco Segura y Miquel Àngel Torrens de intérpretes.
"Josep Ferragut tenía mucha prevención sobre hacia dónde podía ir el futuro de Mallorca", expone Cerdà, "y eso hizo que, como arquitecto municipal, se encontrara con muchos problemas. Prohibió urbanizar zonas de costa, en municipios como Pollença y Alcúdia, por ejemplo, pero también se ganó muchas en. sabemos, Gabriel Alomar era más posibilista. Él mismo reconocía que algunos de sus proyectos tenían un estilo anacrónico, como la avenida de Jaume III, pero se excusaba con el argumento de que en Mallorca no se podían hacer cosas muy modernas. desacuerdo con el desarrollo urbanístico mientras que Alomar fue más dócil.
Los resultados vs. las intenciones
Si bien la pieza, dirigida por Rebeca del Fresno, es una ficción, los cimientos que la sustentan provienen de la trayectoria real de sus dos protagonistas y de la repercusión que han tenido sus obras. "El urbanismo y la arquitectura siempre intentan cosas, pero yo creo que nunca llegan a conseguirlas del todo", reflexiona Cerdà, quien habla de la buena consideración que tienen algunos de los edificios más emblemáticos de Ferragut, como la iglesia de la Porciúncula, pero también de la división de opiniones que provocan otros proyectos suyos. "Además de un pueblo hay una iglesia suya racionalista, casi brutalista, que la gente te dirá que es feísima", relata entre risas, "porque tienen mucho cemento y poca pompa religiosa, y la gente no estaba nada acostumbrada. Más que lo que consiguió, me interesa lo que intentó, y lo mismo".
Sobre el urbanista encargado de diseñar el Plan de ordenación urbanística de Palma de los años 40, conocido popularmente como el Plan Alomar, Cerdà comparte que "ha sido muy criticado por cómo lo hizo, pero era una reforma absolutamente necesaria". "Está claro que sus contribuciones se ven de manera muy diferente, hoy en día, porque el tiempo nos ha hecho verlo así. Pero si pensamos en la labor de arquitectos y urbanistas es evidente que les toca luchar contra la realidad intentando transformarla. Y deben hacerlo en el momento que les ha tocado y con las herramientas que tienen a su disposición: es demasiado fácil criticarla".
Debates ideológicos
Sin embargo, más allá de las reflexiones sobre sus facetas profesionales, para Cerdà había otro elemento muy goloso a explorar en este encuentro imaginario entre Alomar y Ferragut. "Mientras preparaba la obra que hice sobre el rodaje de la película El mago, que tuvo lugar a finales de los años 60, me di cuenta de que durante aquella época había muchas historias que explorar. Hemos oído, sobre todo, dos discursos: uno que dice que todo fue bien y otro que es la historia de los vencidos. Y en medio de unos y otros hay un espacio muy grande, que es donde quise adentrarme. Ni Ferragut ni Alomar vivían en la marginalidad, eran personas de mundo que habían estudiado fuera y conocían las tendencias en arte y arquitectura, pero aquí convivían con un régimen dictatorial. Y no lo hacían desde la oposición, pero tampoco desde la absoluta complicidad. Hay toda una gama de grises, aquí, que creo que es muy interesante de contar".
Además, el autor, que tuvo la novela Reyes del mundo, de Sebastià Alzamora entre sus principales referentes, reconoce que la obra busca también contribuir a los debates actuales. "La situación que tenemos ahora proviene de cómo se resolvieron los debates ideológicos de mediados del siglo pasado, con cosas como el derrumbe del teatro Lírico, incluido en el Pla Alomar, una hazaña que yo hago coincidir con la muerte de Ferragut, aunque hubo unos meses entre una cosa y otra. Pero es que me parece una cosa bastante simbólica, que nos parece algo bastante simbólico, el argumento del progreso", recuerda el dramaturgo, quien asegura que iba retrasar desde pequeño hacer algo sobre ese escenario desaparecido. Ahora el Líric sirve de telón de fondo de esta obra de teatro que se podrá ver durante dos fines de semanas consecutivos, del 7 al 9 y del 14 al 16 de noviembre, en el Teatre del Mar.