¿Quién necesita artículos?

Parece impensable hablar sin utilizar palabras como 'el', 'la', 'uno', 'sa' y 'se'. En catalán, los artículos nos vienen de manera tan automática que ni nos damos cuenta de que los empleamos. Pero el mundo está lleno de lenguas que no tienen ninguna. ¿Cómo lo hacen entonces? ¿Y por qué el catalán no puede prescindir de ello?

Un grupo de jóvenes.
02/08/2025
4 min

¿Se ha parado alguna vez a pensar lo que a menudo decimos 'el', 'la', 'uno', 'sa' y 'se'? ¿O lo natural que nos resulta colocarlos delante de casi cualquier nombre, sin pensarlo? Los artículos forman parte del paisaje cotidiano de la lengua catalana, tanto si hablamos como escribimos. Ahora bien, ¿y si os dijera que hay muchas lenguas que no tienen ninguna y que, sin embargo, son igualmente precisas y expresivas?

En catalán, los artículos tienen una función clara: nos ayudan a entender si hablamos de un referente conocido o nuevo, genérico o concreto. Son como señales que marcan el camino en una conversación. Si alguien dice "he visto una cusa en la entrada", nos presenta una nueva información. Pero si después añade "es la cosa de los vecinos", ya sabemos de quien habla. Este tipo de mecanismo es habitual en lenguas románicas como el catalán, el castellano, el francés y el italiano, y por eso puede parecernos que es una característica universal. Ahora bien: no lo es.

Diferentes estrategias

Muchas lenguas del mundo carecen de artículos. Y no, no son menos precisas, ni más simples. Sencillamente, utilizan otras estrategias para expresar las mismas ideas. La herramienta cambia, pero la función está igualmente. Cogemos como ejemplo el checo, una lengua eslava. Esta lengua no tiene artículos, pero puede distinguir si un nombre es conocido o novedoso mediante el orden de las palabras, la situación comunicativa o la morfología. Cuando alguien dice"peso je tady" (literalmente, 'ca está aquí'), se entiende que se refiere a un perro conocido. Pero si dice "mám psa" ('tengo un perro'), la forma 'psa' –en acusativo– nos indica que el hablante introduce una nueva entidad. El sistema de casos del checo, que cambia la forma de los nombres y adjetivos según la función sintáctica que realizan, permite identificar las funciones gramaticales de cada palabra y suplir la necesidad de artículos.

Otra lengua sin artículos es el japonés. Esta lengua dispone de un sistema de partículas que indica el rol informativo de cada elemento. Si una persona dice "neko ga kita" (literalmente, 'moix ha venido'), la partícula 'ga' marca al sujeto como información nueva. En cambio, si después continúa con "neko wa kawaii" (que significa 'el gato es adorable'), la partícula 'wa' nos indica que el gato ya ha sido introducido y, por tanto, es información conocida. Así, la distinción entre nueve y conocido se mantiene, a pesar de la falta de artículos.

También el chino mandarín funciona sin artículos. No hay ninguna palabra que equivalga exactamente a nuestros 'lo' y 'uno', pero el sistema lingüístico permite hacer la misma distinción por otros medios. Por ejemplo, se puede decir "wǒ kánjián yī zhī gǒu" ('he visto un perro'), en el que '' significa 'uno' y 'zhī' es un clasificador para ciertos nombres, como los animales. Si posteriormente se quiere referir al mismo perro, se puede decir "ná zhī gǒu" ('este/aquel perro'), en el que '' actúa como demostrativo. No es un artículo, pero cumple una función similar en ese contexto.

En Europa también encontramos sistemas alternativos. Las lenguas escandinavas como el noruego, el sueco y el danés tienen artículos definidos, pero no van por delante del nombre como en catalán: se añaden al final. En noruego, por ejemplo, 'katt' quiere decir 'moix', y 'katten', 'el gato'. El sufijo 'en' hace el trabajo del artículo definido, pero enganchado al nombre. Esto muestra que la función de identificar si un nombre es definido o indefinido puede realizarse de muchas formas: con palabras separadas, con partículas, con afijos o con el contexto.

Mirada puesta atrás

Para entender por qué el catalán tiene artículos, es necesario mirar atrás. El latín clásico, del que deriva el catalán, no tenía. Entonces, ¿cómo es que ahora no podemos vivir sin ella? El proceso está bien documentado: con el tiempo, ciertos pronombres demostrativos del latín –como 'Ille' ('aquel') y 'Ipso' ('mismo')– empezaron a utilizarse para indicar referentes conocidos. Con el uso, fueron perdiendo el significado original y se gramaticalizaron, es decir, se convirtieron en elementos puramente gramaticales.Ille', mientras que las formas saladas ('se', 'sa') derivan de 'Ipso'. Este fenómeno, llamado gramaticalización, es común a muchas lenguas y muestra cómo los sistemas lingüísticos evolucionan para adaptarse a las necesidades comunicativas de los hablantes.

Ahora bien, el hecho de que algunas lenguas hayan desarrollado artículos y otras no lo hayan hecho no implica que unas sean más evolucionadas o más precisas que las otras. Todas las lenguas humanas, sin excepción, pueden expresar los mismos conceptos y matices. No hay ninguna que sea inferior ni superior. La diferencia reside únicamente en las herramientas que cada sistema lingüístico utiliza para realizar el mismo trabajo.

Quizás, si estamos acostumbrados a poner artículos delante de todo, puede sorprendernos saber que no son imprescindibles en todas las lenguas. Sin embargo, esto quizá sea útil para mirar nuestra propia lengua con una perspectiva más ancha, más relativizadora. A veces, algo que nos parece tan natural como decir "la casa", "un libro" o "los niños" no es más que una de las muchas formas posibles de organizar el mundo a través del lenguaje. Pero lo que es más importante recordar es que ninguno es ni mejor ni peor que las demás.

stats