Historias de la Historia
El pasoliniano crimen 'avant la lettre' sin resolver sirve de contrafuerte de todo un buque que se convertiría en un edificio inmenso, inalcanzable, con los capparas de dos formas de entender una profesión que siempre se pone de lado
PalmaNo existen historias en minúscula. Todas, tengan la incidencia que tengan, conforman la que se escribe en mayúscula, como puede comprobarse en El arquitecto, que se representa en el Teatro del Mar, escrita por Josep Ramon Cerdà, dirigida por Rebeca del Fresno e interpretada por Xisco Segura, Miquel Àngel Torrens, Caterina Alorda y Xen Garcinuño. Una historia de la Historia de este país, una pincelada cargada de muchos elementos y tantos otros rincones y ángulos, que, de algún modo, dibujan con precisión el origen del que somos. Una hipotética conversación es la columna vertebral de la narración, donde se especula sobre la especulación, el turismo con todas sus consecuencias y la modernización a cualquier precio, con un trasfondo misterioso que, al mismo tiempo, da consistencia al relato, el asesinato de uno de los principales protagonistas, dos reconocidos arquitectos con el nombre y el artista. Con ellos, Cerdà hace ficción de la realidad. El pasoliniano crimen adelante la lettre sin resolver, toda sombra y sin ninguna brizna ni una luz, sirve de contrafuerte de todo un buque que se convertiría en un edificio inmenso, inalcanzable, con los capparas de dos maneras de entender una profesión que siempre se pone de lado. Ferragut fue una excepción y murió en no tan extrañas circunstancias.
Y si el argumento es suficientemente estimulante —mitad documento, mitad thriller—, con una sencilla escenografía de Joan Miquel Artigues, Rebeca del Fresno consigue que entremos, desde la primera secuencia, dentro de la misteriosa y nebulosa historia con una clara descripción que estamos ante el escenario de un crimen o un homicidio, del que nunca sabremos ni sus autores, ni su móvil. Tan sólo nos queda el funesto y cruel desenlace. A partir de ahí, la historia va dando saltos en el tiempo, de forma tan precisa que hace que nunca se pierda el hilo conductor de la narración. Tanto es así, que un momento dado —sublime—, cuando Alomar se sienta ante la policía que le interroga, a la vez se va cruzando con las preguntas que le hace Ferragut, jugando de manera brillante y efectiva con el espacio y el tiempo. El fondo del escenario es una gran pantalla donde las imágenes dan la fuerza necesaria al texto con primeros planos de extrema contundencia o con imágenes que contextualizan la historia y aportan una documentación imprescindible para ayudar a que el discurso, que está ahí, se entienda a la perfección.
En cuanto a los actores, todos han encontrado el registro exacto para cada momento, tanto Segura/Ferragut como Torrens/Alomar, secundados a la perfección por Alorda y Garcinuño en los distintos roles que van interpretando. Todo ello, un viaje a un pasado que fue origen del presente. Por otro lado, el crimen es un MacGuffin, sin un poco de morbo, porque lo que cuenta El arquitecto va mucho más allá.