El regreso de los ultras: así se reorganiza el neofascismo en Mallorca
De las gradas del fútbol a los gimnasios y los clubes sociales, la ultraderecha encuentra, especialmente entre los jóvenes y en Mallorca, nuevas vías de captación y socialización
Palma'Se le busca por la destrucción de España', 'La vida de los europeos importa' o 'Exportamos ingenieros, importamos macheteros' son eslóganes que se pueden leer en varias calles de Mallorca, sobre todo en Palma y en Inca. Los han colgado miembros del grupo neofascista Identitas. Así, no son sólo las pantallas y las redes sociales, el neofascismo también ocupa espacios físicos en Mallorca. Es un espacio limitado, pequeño, pero sí que la presencia de grupos de jóvenes de ideología neofascista es creciente y, además, están organizados. Los estadios de fútbol son, siguen siendo, uno de sus principales puntos de socialización –históricamente vinculados a ideologías ultras–, además de algunos gimnasios, especialmente de artes marciales, aunque en este caso de forma más individualizada ya menudo bajo la vigilancia de las federaciones deportivas. La militancia explícita, por el contrario, es más residual.
Es en este contexto que emerge Identitas, un grupo de jóvenes creado a raíz del proceso de amnistía de los políticos catalanes por el referéndum del 1 de octubre. El mismo nombre revela ya uno de sus grandes ejes ideológicos: la supuesta pérdida de identidad española y europea. Identitas se diferencia de otros colectivos ultraderechistas más asociados a la estética skinhead. A menudo organiza excursiones, charlas y acciones como pintadas o encarteladas.
Integrado mayoritariamente por hombres jóvenes y blancos, el grupo de extrema derecha se presenta como un espacio de personas cultas, lectoras, deportistas y conectadas con la naturaleza. Pero, según la historiadora especializada en Memoria Democrática Margalida Roig, esta imagen "esconde una ideología fascista clásica". "Su modelo recuerda los orígenes intelectuales de movimientos como la Falange: sectores acomodados que articulan un discurso reaccionario para preservar sus privilegios", explica. "Bajo la apariencia de club saludable y disciplinado, difunden un mensaje que no busca mejorar la vida de la mayoría, sino desmantelar derechos colectivos y señalar minorías", añade la experta.
En este sentido, el fotoperiodista catalán y experto en movimientos neofascistas en Europa Jordi Borràs recuerda que la Falange precisamente ya aprovechó el descontento de obreros para captar nuevos miembros. "La Falange utilizó los colores de la CNT para asimilarse al obrerismo", señala.
Ultras y gonellas: los antecedentes
En Baleares, y sobre todo en las islas de Mallorca e Ibiza, el neofascismo no se puede entender sin el gonellismo, un movimiento ultraespañolista –hermano del blaverismo en la Comunidad Valenciana– que busca, cueste lo que cueste, alejar a Baleares y lo hace, sobre todo, atacando la lengua catalana. Estos grupúsculos, que surgen en los años ochenta y noventa en torno a familias ultracatólicas y acomodadas, aparecen como respuesta a los movimientos —normalmente encabezados por la Obra Cultural Balear— en defensa de la lengua, la cultura y el Estatuto de Autonomía y han sido el gemelo de Vox en las Islas. Asociaciones como Círculo Balear, Actúa, Sociedad Civil Balear y la Fundación Jaume III, entre otras, han sido durante décadas las que han picado piedra para destruir cualquier rastro de catalanidad en Baleares. Sin ellas, el Gobierno de José Ramón Bauzá (2011-2015) y, más tarde, la fundación de Vox en las Islas no habrían sido posibles.
Por su parte, el historiador experto en grupos ultras en la isla Àlvar Hervalejo recuerda que en Mallorca los grupos ultraderechistas más violentos se concentraban históricamente en la grada seguidora del RCE Mallorca, de donde surgieron en 1992 los Supporters Mallorca. Aunque la realidad actual es muy diferente a la de aquellos años ochenta y noventa –cuando fútbol y política eran casi inseparables y el estadio todavía llevaba el nombre del falangista Lluís Sitjar–, estos grupos no han desaparecido. Han sabido adaptarse y han mutado.
Lo han hecho al igual que la ultraderecha ha sabido hacerse soft para ampliar su masa social y abrir camino a las instituciones. "La ultraderecha política ha abandonado en general, y especialmente en Europa, toda la retórica simbólica que pueda identificarles con regímenes genocidas de entreguerras y con los fascismos clásicos", explica Borràs. "Y lo ha hecho porque ha necesitado esa distancia ideológica para reinventarse y reconvertirse", añade.
Hoy siguen existiendo bajo otros nombres, con simbología más difuminada u escondida, pero con los mismos referentes ideológicos. Según Hervalejo, los Supporters Mallorca se han convertido en un espacio donde los grupos neofascistas encuentran vías de socialización y captación. Chaquetas bombero, sudaderas Lonsdale, cabezas rapadas, zapatillas Adidas y tatuajes con simbología como la cruz de Borgoña o la cruz céltica –ambas asociadas al ultraespañolismo y al neonazismo– siguen siendo elementos identificativos.
Hasta 2010, el fenómeno ultra había sido relativamente contenido en Europa, pero a partir de la segunda década del siglo XXI se ha producido un repunte en presencia y visibilidad. Aunque la violencia física directa ha disminuido, la violencia simbólica e identitaria persiste, lo que ha permitido una cierta tolerancia social. Actualmente, los Supporters Mallorca tienen prohibida la entrada en el estadio mallorquinista de Son Moix, después de haber sido incluidos en la lista de grupos violentos. Aun así, otras peñas ultras han recogido su testimonio, manteniendo la misma retórica pero jugando con la ambigüedad simbólica para sortear los controles policiales.
"Dentro del estadio es donde, a través de eslóganes, camisetas y banderas, se autorreconocen como grupo, crean hermandad y se refuerzan", explica Toni Fuster, nombre falso de un testigo que prefiere mantener el anonimato por miedo a represalias de los cachorros de los Sup, vinculados a los SSMM99. "No hay tanta violencia como antes, pero eso también ha hecho que sean más. Y si te tienen fichado, tienes que ir alerta: siguen siendo violentos", añade. "Yo me apunté a defensa personal el día en que dos de ellos me persiguieron por la calle", confiesa al ARABalears.
Fuster apunta también la conexión con otros grupos ultras del Estado, como los Suburbios Firm de Madrid y los Supporters Gol Sur de Sevilla. "Ellos e Identitas se retroalimentan: captan a gente joven tanto para el fútbol como para la militancia política", explica. "De hecho, son los mismos que protagonizaron los ataques contra los jóvenes acampados en la UIB en solidaridad con Palestina", puntualiza.
Fuentes del RCE Mallorca reconocen que desvincularse de los Supporters ha sido un proceso largo y complejo. Pese a tener prohibida la entrada en el estadio, admiten que todavía hay algunas reminiscencias. Aseguran que estas actitudes e ideologías no representan al club y que la gran mayoría de la afición las rechaza frontalmente.
Otro grupo que se ha dejado entrever en las últimas semanas, aunque el ARA Baleares no ha podido confirmar su establecimiento en las Islas, es Núcleo Nacional, un grupúsculo de inspiración militar y neonazi que ha protagonizado ataques contra el busto de Aurora Picornell y ha hecho pinta de las mismas. Hervalejo considera que estos colectivos actúan como "el brazo armado de Vox", una lectura que comparte Jordi Borràs. Según el fotoperiodista catalán, al partido de extrema derecha le conviene la existencia de estos grupúsculos violentos: "Les permite proyectar la idea de que los verdaderos extremistas son éstos, mientras ellos se presentan como una opción 'necesaria'".
Marco general y contexto social
El resurgimiento y la expansión de la ultraderecha, especialmente desde la pandemia del cóvido-19, es un hecho constatable. Incluso personas que se consideran lejos de esta esfera ideológica admiten abiertamente tener reticencias hacia las personas migrantes que llegan a Baleares en patera, a menudo asociándolas –sin base empírica– a un supuesto exceso de ayudas sociales oa la delincuencia.
Según la historiadora Margalida Roig, este crecimiento no puede explicarse exclusivamente a través de las redes sociales o del fútbol. "El contexto de crisis persistente y la percepción de un futuro incierto juegan un papel clave en ese proceso de radicalización", explica. La decadencia del estado del bienestar, la crisis de la vivienda, la precarización laboral y la falta de horizontes claros, entre otros, configuran un escenario propicio para que los discursos neofascistas arraiguen. En este contexto, la idealización de un pasado supuestamente mejor actúa como refugio simbólico frente a la incertidumbre.
El aislamiento social provocado por la pandemia, combinado con la hiperconexión digital, ha favorecido la circulación de ideas y referentes de la órbita neofascista. "La ultraderecha y las redes sociales se entienden muy bien porque se basan en discursos muy cortos, simples y poco elaborados", explica Jordi Borràs. "El binomio inmigración-delincuencia es un claro ejemplo".
Sin embargo, esto no implica ausencia de estrategia o de elaboración intelectual. "Hay que desmontar el tópico de que el neofascismo está formado por gente poco capaz intelectualmente, porque no es cierto", añade el fotoperiodista. "Hay una base ideológica detrás que sabe cómo sintetizar y hacer llegar estos mensajes".