Historia

Las Islas del 'destape'

Baleares también acogió el rodaje de las famosas películas eróticas, del todo machistas, que se comercializaron a partir de 1975 con la muerte de Franco. Los mallorquines Xesc Forteza y Simó Andreu protagonizaron algunas

'Las calientes suecas de Ibiza', un filme de 1981 rodado en Ibiza.
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PalmaFue el periodista catalán Àngel Casas quien acuñó el término de cine de 'destape' para referirse al género erótico que se popularizó a partir de 1975 con la muerte de Franco. Eran películas, a menudo comedias, protagonizadas por mujeres mostrando senos y trasero junto a hombres no muy agraciados que representaban el prototipo de macho ibérico. Sus máximos representantes fueron Antonio Ozores, Andrés Pajares y Fernando Esteso y, en menor medida, Alfredo Landa, José Sacristán y José Luis López Vázquez.

En nuestro país quien también se atrevió con ese género fue el carismático cómico palmesano Xesc Forteza. Lo recuerda el ibicenco Javier Matesanz, autor del libro Pequeña historia del cine (Leonard Muntaner, 2007): "En 1981 tuvo un pequeño papel en la película Qué puñetera familiar, rodada en Mallorca por el director palmesano Martín Garrido Ramis. Aparece con una mujer encima desnuda restregándole los senos por la cara. Es una cinta horrorosa".

Guiones machistas

En Baleares hubo igualmente películas subidas de tono de facturación extranjera con participación española. Es el caso de Seis ardientes suecas en Ibiza, filmada en 1981 en la Pitiusa mayor. "La vi hace 25 años para un trabajo –comenta el crítico de cine. Quedé asustado con el guión, del todo absurdo. Trata de seis amigas suecas que, estando de vacaciones en la isla, son víctimas de un robo. Entonces una mujer negra les ofrece alojamiento y se pasean desnudas por su casa".

La conocida isla blanca también sería escenario de otras producciones extranjeras como Hembras salvajes en Ibiza (1980) y Ibiza en el desnudo (1982). "Eran películas que jugaban con el mito de las Pitiusas como el paraíso de la libertad sexual que pusieron de moda los hippies en los años 60". Para su investigación, Matesanz ya no tuvo ánimo de ver a otro clásico, La mosca hispánica. Se rodó en Menorca en 1980. El argumento gira en torno a un residente inglés en la isla que prueba un vino convertido en un afrodisíaco por el contacto con una mosca. El filme tenía como reclamo una de las actrices más cotizadas de la época, Nadiuska. Nacida en Alemania y de ascendencia rusa, llegó a España en 1971, a 19 años, y pronto se convirtió en toda una estrella.

Cartel de la película 'L'orgia', una película de Francesc Bellmunt.

En 1973 Nadiuska ya apareció en Manolo la nuit. Era una comedia propagandística de la industria turística, pero que, con Franco todavía vivo, dejaba entrever algunos rasgos distintivos del futuro género de destape. Su protagonista es un guía turístico, interpretado por Alfredo Landa, que, con la pechuga peluda al descubierto, se dedica a ligar con extranjeras promiscuas en la Costa del Sol mientras su esposa se encuentra en Madrid. "Ellas –asegura Matesanz– tenían físicos escultóricos y eran del todo ingenuas, capaces de perder la cabeza por un español más bien feo. A la inversa nunca ocurría. Eran películas al servicio del placer visual de los hombres heterosexuales y que estaban en sintonía con la España patriarcal del momento".

Reinas de 'Interviú'

En esos filmes de final del franquismo la censura impedía mostrar cuerpos desnudos. Sólo aparecían mujeres en bikini. La lascivia se desató con la muerte del dictador. La desaparición de la censura se inició formalmente en 1976, aunque hasta el año siguiente no entró en vigor. "Después de cuatro décadas de represión sexual, las películas de destape fueron una válvula de escape para los hombres, que hasta entonces tenían que ir a Perpiñán a ver algo de carne. Distaban mucho de las eróticas que se hacían en Europa, de mucha más calidad. Es el caso El último tango en París (1972) y Emmanuelle (1974)". Los productores se frotaron las manos con unas cintas de bajo presupuesto que llenaban las salas de cine. Hubo mujeres que, por curiosidad, tampoco se las quisieron perder, a pesar de su contenido machista y su apología del adulterio masculino –entonces el femenino podía ser castigado con penas de hasta, hasta de. 1981, la oferta sexista estaría representada por El show de Benny Hill, con el veterano actor británico siempre persiguiendo jovencitas.

Sin embargo, ese erotismo vulgar era visto como todo un símbolo de los nuevos aires de libertad del momento. Así quedó plasmado en la foto icónica de la Transición tomada el 14 de febrero de 1978 durante la entrega de los premios Diario Pueblo. Aparece la actriz Susana Estrada con un pecho en el aire mientras recoge el galardón de manos de Enrique Tierno Galván, que al cabo de un año sería el primer alcalde de la democracia de Madrid. La revista Interviú, nacida en 1976, se encargó de promocionar en sus portadas aquellas nuevas reinas del destape que dejaban atrás el papel de 'ángel del hogar' promovido por el franquismo. "Era una publicación –apunta Matesanz– que combinaba el periodismo de investigación con fotos de nudos femeninos, que servían de reclamo para los lectores más testosteronicos. La liberación sexual, por tanto, sólo era para los hombres. La mujer estaba totalmente cosificada". El incipiente movimiento feminista de la época no estaba de ponerse el grito en el cielo, mientras que la Iglesia, antigua aliada del franquismo, se sintió impotente ante aquella ola verde.

Pan y circo de la Transición

Las películas de culos y ubres serían el pan y circo de los años de Transición. Estaban clasificadas dentro de la categoría de 'cine S', que también encabía las de contenido violento. La 'S' significaba que podían herir la sensibilidad del espectador. En Palma, entre 1976 y 1980 se proyectaron 855, según datos del historiador Tomeu Canyelles, autor de Manchados de deseo (Leonardo Muntaner, 2023). María José Cantudo, una joven de 18 años, fue la primera actriz en desnudarse completamente en el celuloide. Fue en La trastienda. Se estrenó en 1975 coincidiendo con la muerte de Franco. La escena, que desafió a la censura, tan sólo duraba dos segundos, pero marcó toda una sociedad ávida de sexo. En 1977 también causó mucha sensación Me siento extraña, protagonizada por la cantante Rocío Dúrcal y Bárbara Rey, Miss Madrid 1970 y futura amante del rey Juan Carlos. Era el primer filme en mostrar una relación lésbica. Ese mismo año Ágata Lys, antigua azafata del concurso de televisión Uno, dos, tres, igualmente rompería moldes al interpretar a una mujer transexual en El transexual.

En 1977 Lys también compartí plató con el mallorquín Simón Andreu en Las desarraigadas. El de sa Pobla debutó en el cine en 1961, a 20 años, con Siempre se domingo. Se especializó en papeles de galán español, sin dejar de lado la industria del destape con títulos como Boca, rica y... especial (1976), Es pecado... pero me gusta (1977), Niñas... ¡ en el salón! (1977) y Venus de fuego (1978). Él todavía tuvo la libertad de poder elegir. Sin embargo, ellas no tenían muchas más opciones si querían continuar con su carrera artística. Fue el caso de la modelo catalana Teresa Gimpera, la musa de la gauche divine, que se convirtió en objeto de deseo en La estimada, Último deseo (1976) y Más fina que las gallinas (1977).

La vedete Norma Duval también fue muy codiciada. Protagonizó películas como Los bingueros (1979) de Andrés Pajares y Fernando Esteso, considerados unos auténticos héroes nacionales. Algunas de esas celebridades eróticas acabarían pasando por la sala Broadway de Palma. De contenido sexual más explícito fue La orgía (1978), de Francesc Bellmunt. Se promocionó como una de las primeras películas eróticas en lengua catalana. Entre su elenco estaban Carme Elias y Sílvia Munt y también dos mallorquinas, Eulàlia Segorb y Maria A. Luz (Andrea Berti de nombre artístico).

El declive

A principios de la década de los ochenta el público empezó a cansarse de los absurdos guiones de aquellas películas que les habían despertado el deseo sexual. Los títulos cada vez eran de peor gusto como El fontanero, su mujer… y otras cosas que poner (1981). Además, la irrupción del vídeo doméstico hizo que fuese mermando la asistencia a las salas de exhibición. Sin embargo, la estocada final al género llegó en 1983 con la conocida Ley Miró. Cogía el nombre de su impulsora, Pilar Miró, directora general de cinematografía en el primer gobierno socialista de Felipe González. La norma establecía una serie de facilidades financieras para promover producciones de mayor calidad. Es famosa la frase que dijo Miró: "Se acabó esto de hacer películas de fontaneros".

Con ese nuevo contexto, el destape dio paso a filmes pornográficos que ya empezaban a comercializarse con la clasificación de X. Algunas de sus antiguas musas fueron tentadas por la nueva industria. Pero la mayoría cayeron en el olvido. Los hubo que vivieron auténticos dramas personales, víctimas de las drogas y de la violencia machista. De objetos de deseo pasaron a ser juguetes rotos. "El destape –concluye Matesanz– debe entenderse dentro del contexto de la época. Ahora, sin embargo, tenemos cintas como Cincuenta sombras de Grey que supuestamente presenta a la mujer empoderada sexualmente, aunque sumisa a un guapo millonario. Es igualmente machista".

El 'peregrinos eróticos' de Perpiñán

En 1972 fue un año de estrenos tórridos. En Estados Unidos rompió esquemas Deep Throat (Gargamella profunda), que formaba parte del género pornográfico. Su protagonista era una joven con el clítoris en la garganta y que sólo podía llegar al orgasmo practicando sexo oral. En Europa, en cambio, El último tango en París, del director italiano Bernardo Bertolucci, representaba otra forma de entender el erotismo. Trataba de una aventura entre un hombre de mediana edad (Marlon Brando) y una joven de 19 años (Maria Schneider) en un apartamento en la capital francesa. En 2007 la actriz confesó que la famosa escena de la mantequilla fue en realidad una violación.

En España, El último tango en París no llegó hasta 1978, tres años después de la muerte de Franco. Para poder verla antes, los más espabilados tuvieron que atravesar la frontera francesa hasta Perpiñán. Otros iban en avión a Londres. La capital de la Cataluña Norte, a tres horas en autobús desde Barcelona, se convirtió en la meca del cine erótico que prohibía el franquismo. Sin embargo, también estaban Hendaya y Biarritz. De Mallorca, una de las personas que en 1972 'peregriná' hasta Perpiñán para ver la cinta de Bertolucci fue el escritor algaidin Gabriel Janer Manila, entonces de 32 años. "Era –asegura– muy buena, nada que ver con las de destape, del todo vulgares, que habría en España. Fui con mi mujer, aprovechando que ya estábamos en Barcelona con motivo de la presentación de un libro. Encontramos un gentío, sobre todo catalanes que también habían ido en autocar. Aparte de salas de cine, había locales que o."

Aquellos viajes a Francia fueron muy lucrativos. Hubo empresarios catalanes que no dudaron en montar negocios en las localidades fronterizas. Igualmente hicieron en agosto las agencias de autocares, con excursiones los fines de semana para 'peregrinos del sexo' que se presentaban como cinéfilos amantes del cine de autor. Los mismos agentes de aduanas, muy celosos a la hora de incautar material erótico, contribuyeron a la creación de un mercado negro de revistas y libros, que se acababan revendiendo en el Rastro de Madrid y en el mercado de los Encants de Barcelona.

En 1973 el director valenciano Vicente Escrivá ridiculizó aquellas escapadas eróticas al país vecino en la película Lo verde comienza en los Pirineos. Sus protagonistas eran tres españoles interpretados por José Luis López Vázquez, José Sacristán y Rafael Alonso. Les acompañaba una joven Nadiuska, que a los pocos años se convertiría en una de las musas del destape.

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