Hamburguesería

Casa Juan, la pequeña hamburguesería pionera de la cocina rápida en Manacor, cumple 55 años

Corría el año 1970, el mismo que nacía Isabel Beltrán, también manacorina y que, justo 25 años después, tomaría la hamburguesería más icónica de la ciudad

El local ubicado en la calle Amistat de Manacor
ARA Balears
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PalmaEs mediodía y hace frío en Manacor. La lluvia intermitente aumenta la sensación de invierno. Hoy, las vidrieras del número 1B de la calle de la Verònica todavía están cerradas para que no entre el viento, que, aun así, se cuela por una rendija de la puerta medio abierta.

El local, uno de los más emblemáticos y pionero de la cocina rápida manacorina, huele a pollo. Ya hay siete que dan vueltas a la tostadora y que sueltan el zumo que después servirá para evitar que queden secos. A la plancha, el ruido de la cebolla perdiendo agua y volumen, y volviendo blanda. Hace 55 años que Juan Giménez abrió, en la esquina de la calle Amistat, Casa Juan. Corría el año 1970, el mismo que nacía Isabel Beltrán, también manacorina y que, justo 25 años después, tomaría la hamburguesería más icónica de la ciudad, en abril de 1995.

"Veníamos aquí a comprar. Éramos clientes habituales. Sabíamos que B' cogido el local en 1990) quería dejar el negocio que entonces llevaba su suegra. "Pensamos que sería una buena idea y nos lo quedamos… y hasta ahora". Casa Juan "era una trincha de 11 metros cuadrados, como, salvo que hace unos años tuvimos que alquilar la cochería de al lado por la obligación de Sanidad de tener unos baños. Pero lo que ves es lo que hay", explica mientras vigila la plancha y su sobrina Natàlia Mates abre al repartidor de pollos. Colocados en una bolsa lo suficientemente grande para no tener que pasar pena durante los siguientes días.

El establecimiento ofrece hamburguesas, pollo y bocadillos, entre otros.

"Aunque nos conocen por los pollos al ast y las hamburguesas, hacemos de todo: fránkfurts, bocadillos, pepitos, aletas de pollo, fingers, sándwiches o pinchos" hace memoria Isabel. "Aunque ha llegado a despachar a media familia, ahora mismo somos tres, Mónica, Natalia y yo". En turnos de dos personas detrás del mostrador, todos los días de la semana de 11 a 15 hy de 19 a 23 h, salvo los miércoles, que son para el descanso. "La organización en un espacio tan pequeño es fundamental. Nos repartimos los trabajos. La tarea de la plancha es la más demandada, claro, porque tienes que estar sólo a algo".

Rapidez

"Nos mantenemos porque es bueno, bonito y barato, pero, sobre todo, porque somos rápidos y repartimos a domicilio", dice Natàlia Mates, sobrina de la propietaria. La hamburguesa clásica vale 3,75 euros, mientras que la "súper" con queso de cabra y cebolla caramelizada cuesta 5,50, sólo 25 céntimos menos que el pepito de beicon y queso. "Aquí tenemos otro tipo de cliente, varía del de las hamburgueserías franquiciadas. Muchos son familias del barrio y de Manacor de toda la vida. Gente conocida que dice que nos quiere", sonríe.

Hay días más fuertes, por supuesto. Los fines de semanas lo son. Un sábado cualquiera, Casa Juan puede llegar a sacar entre 25 y 30 pollos y unas 50 hamburguesas de media diarias. Sin embargo, nunca han pensado aprovechar una posible demanda nocturna más allá de las 23 h, ni en los momentos más fuertes de la marcha manacorina. "A mí me dan miedo los gatos, así que mejor no arriesgarnos. También para poder descansar. Estamos bien así".

Al principio y durante décadas, la madera tapaba casi todo el local y el alicatado blanco diferenciaba la zona de la cocina, abierta en todo momento al cliente, quien también se puede llevar los pedidos por una ventana lateral sin tener que entrar en el local, donde sólo pueden esperar unas cinco o seis personas a la vez. Sin lujos de casta alguna, pero con un carácter muy particular. "La gente echa de menos el garrote que había sobre la barra. Ahora, a cambio, hay un rótulo retroiluminado que anuncia con fotos y precios lo que está disponible".

"Poco a poco hemos tenido que adaptarnos a la normativa", dice Beltrán mientras explica cuáles son las nuevas tendencias contemporáneas. "Ahora, la hamburguesa estrella siempre es la que lleve más cosas. Hay veces que no entiendo cómo pueden querer tantos ingredientes, cómo abrir la boca para comérsela… Antes la simple con queso o beicon era la que tenía más salida".

Ubicación y futuro

"Siempre he pensado si sería mejor trasladarnos a un sitio más grande, pero quizás todo esto se acabaría, ya no nos conocerían tanto y los clientes quizás no venderían si nos fuéramos a otro lado. Esto ya es historia así como está". Como cualquier negocio de barriada, la red de comercios vecindarios es fundamental. El responsable del restaurante italiano justo enfrente se detiene a saludar y coger el pan que han dejado en Casa Juan antes de que él abra. "El cierre del horno Can Ribot, por ejemplo, nos afectó a las ventas. Porque una cosa llevaba la otra y, si te detenías a comprar y tenías el tiempo justo para preparar el almuerzo, pasabas por ahí a buscar un pollo para el almuerzo".

"No sé qué puede pasar en un año o dos, es un trabajo muy esclavo. Ciertamente, es muy entretenido, pero también es cierto que tienes que estar siempre de pie y eso provoca problemas de circulación y se nota", sostienen ambas.

Anécdotas, a lo largo de las tres décadas de la familia Beltrán, ha habido muchas. "Una vez una mujer vino con una bolsa llena de hamburguesas para ver si se las podíamos tostar gratis. Hemos tenido que llamar a la Policía varias veces, también… pero con cuentagotas. Hace unos años, cuando aún teníamos el ketchup y la mostaza en botes de plástico, un hombre no se dio cuenta de que acabábamos de cambiarlo. golpear sobre la barra pensando que estaba atascado. Hasta que, al final, de tanto insistir, lo puede reventar y hubo ketchup rojo por todo.

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