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A través de las páginas de su nuevo volumen poético, Gozos posthumanos, Anna Pantinat despliega una investigación lírica que toma como punto de partida la fundación del monasterio de San Pedro de Casserres para adentrarse en una exploración mucho más ambiciosa. La obra huye de cualquier tentación de novela histórica o de recreación del pasado para convertirse en una indagación sobre los fundamentos del deseo y de la dominación. Pantinat revisa el relato fundacional de un espacio sagrado para descubrir las tensiones que lo han sostenido: sangre, genealogía, fe y palabra como instrumentos de control. Detrás de unos callados muros de piedra, y entre las estupefacciones que versan historias en minúsculas y la Historia en mayúsculas, se estremece un sistema de relaciones humanas atravesado por la jerarquía, por la depredación y por la necesidad de imponer dogmatismos.

El libro, que llega en edición bilingüe catalán-castellano de la mano de la misma autora en Ultramarinos Editorial, se erige talmente un planisferio sociológico que explicita sutilmente cómo las estirpes nobiliarias y las instituciones eclesiásticas han organizado el mundo para garantizar su pervivencia y dominio sin fisuras. A través de esta rebelde operación textual, Anna Pantinat desmonta con precisión quirúrgica las estrategias del poder, tanto las visibles como las que se esconden bajo el velo de la devoción, y las contrapone con una voz que oscila entre la ironía y la revelación, entre la musicalidad punk y el grito desesperado que reclama justicia y atención. Gozos posthumanos no habla sólo de un tiempo pretérito, sino de la persistencia de la dictadura patriarcal que todavía marca nuestros cuerpos y discursos. El texto se convierte así en una arqueología de la sumisión, un canto queridamente liberador que también muestra el peso de lo que todavía nos firme a herencias extorsionadoras.

El estilo de Anna Pantinat es deliberadamente repetitivo, cacofónico, relleno de anticánticos que subvierten la armonía propia de los gozos tradicionales, lo que se relaciona con sus composiciones musicales y con sus sorprendentes espectáculos en vivo. Esta estrategia formal, que podría relacionarse con propuestas de Carlos Hac Mor o Ester Xargay en un auge conectable al concepto de la Nueva Carne, de David Cronenberg, acentúa la sensación de incomodidad, como si cada repetición fuera un arañazo en el relato oficial. El lenguaje se convierte en materia viva, fecundable, un espacio donde se enfrentan la belleza y la ruina, lo sagrado y el profano. En esta tensa constante, la poeta construye un volumen que no ansía la redención sino la conciencia crítica. Gozos posthumanos es una liturgia y una profanación: un libro que canta contra el orden establecido y que, al hacerlo, nos recuerda hasta qué punto nos somete en todo momento.

'Goyos posthumanos'. Editorial Ultramarinos. 170 páginas. 20 euros.
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