"No le deje que tenga amigas, ni él a mí amigos": parejas adolescentes que normalizan el control y el celoso
En el marco del ciclo Ojos de Mujer, alumnos de tres centros crean cortometrajes que exploran identidad, género, deseo y violencia machista
PalmaControl de móviles, envíos de ubicación en directo, prohibición de que el novio tenga amigas (o la novia, amigos), y supervisión de la ropa "por no ser provocativos". Son dinámicas que se han extendido entre muchos jóvenes y que rompen con el progreso de las últimas décadas en la forma de entender las relaciones amorosas. Las nuevas generaciones son, en muchos aspectos, más conservadoras que las precedentes, un giro hacia atrás que los centros educativos intentan abordar y combatir, pese a la potencia de los mensajes que reciben fuera del aula.
El ciclo de cine Ulls de Dona, organizado por el Estudi General Lul·lià, inició la segunda edición el 17 de noviembre y dura hasta este jueves 20, con una apuesta por dar voz a los centros educativos y al alumnado. Este año, más allá de las proyecciones y debates sobre cómo los adolescentes viven las relaciones afectivas y sexuales, el ciclo incorpora una propuesta innovadora: el rodaje de cortometrajes creados por estudiantes de tres centros de Mallorca.
Por las mañanas de los días 17, 18 y 19, el Estudi General Lul·lià se ha convertido en un plató cinematográfico gracias al proyecto TEEN: construyendo cine sobre violencia de género. En total, 50 alumnos de diferentes edades del IES Inca, el IES Mossèn Alcover de Manacor y el CEIP Gabriel Vallseca de Palma han participado en todas las fases del proceso audiovisual: guión, dirección, cámara, iluminación, sonido y coordinación de intimidad, entre otros. La tarea les ha animado duro.
Guiados por profesionales del sector, los jóvenes han podido explorar y narrar sus propias miradas sobre la identidad, el deseo y las relaciones afectivas, así como sobre cómo la violencia machista penetra en experiencias que a menudo se perciben como cotidianas. La iniciativa refuerza a los centros educativos como espacios de creatividad y pensamiento crítico, utilizando el cine como una herramienta que interpela y transforma.
Jóvenes con pensamientos conservadores
Pero el objetivo pedagógico de concienciar y transformar choca con una realidad compleja. "Sí, yo controlo el móvil de mi pareja y él el mío", explica Samara (nombre ficticio), alumna de segundo de ESO del CEIPIESO Gabriel Vallseca. Un compañero de tercero (Malik, nombre ficticio) confirma que él también lo hace y que es "normal" entre sus similares. Samara va aún más allá: "Yo no deje que tenga amigas, ni él a mí amigos", dice. "Me da miedo que pueda encontrar a otra persona, que me ponga los cuernos", reconoce, a la vez que asegura tener amigas que aún son peores. Malik, por su parte, dice que no le importaría que su pareja tuviera amigos, pero sí que deben saber dónde está cada uno en todo momento. Ambos son conscientes de que tienen comportamientos considerados tóxicos y les gustaría no tenerlos.
El control del vestuario es también habitual. Las parejas supervisan qué ropa consideran "apropiada" por el otro, por no mostrar demasiada piel ni provocar. Cuando se pide a los dos jóvenes si son conscientes de que esas dinámicas recuerdan épocas en las que las mujeres tenían derechos mínimos, como durante el franquismo, cuando el marido debía autorizarlas a realizar muchas actividades, Samara reacciona: "A mí nadie tiene que darme permiso por nada. Si quiero quedar con amigas, lo hago". Pero antes se lo digo".
El corto que han rodado los alumnos del Vallseca, titulado Valiente Valentina narra la historia de una futbolista talentosa que, después de una lesión, pierde su confianza. El entrenador envía a su hijo a animarla, nace una atracción entre ellos, pero al final él se revela como gay. "Eso no les gustó mucho, que fuera gay", explica una de las docentes que les ha acompañado. Samara lo justifica: "Una relación es entre un hombre y una mujer". Malik está de acuerdo. Cuando se profundiza, emerge una realidad cruda: insultos homófobos, burlas, agresiones... "Hay un compañero de clase, un amigo, al que al comedor (tiempo atrás) le echaron horquillas", relata Samara. "Lo pasó muy mal", sigue.
Aunque dice que no le gusta que haya parejas homosexuales, también asegura que si viera alguna agresión intervendría. "No me gustan las injusticias", sentencia. También explica que, en su calle, si se ve a dos hombres que son pareja o dos mujeres, se les escupe y se les insulta. Ella nunca lo haría porque entiende que "cada uno debe poder hacer lo que quiera".
Las palabras 'gay' y 'mariquita' se utilizan de forma habitual y despectiva entre los jóvenes. "Se usa mucho el decir 'que gay que eres' como insulto", dice la alumna. Cuando le piden qué es ser gay, responde: "Algunos se ponen pechos, vestidos, se maquillan...", una imagen sesgada alimentada por referentes irreales de las redes: perfiles de extrema derecha, machistas y homófobos. Sobre las mujeres lesbianas dice: "Llevan el pelo corto ya veces rapado". Se le muestra una foto de la influencer Dulceida, que ha mostrado en el mundo su relación con una mujer y su maternidad. Sorpresa: "Ah, es guapa y tiene el pelo largo", dice Samara. Los estereotipos sobre hombres gays femeninos y mujeres lesbianas masculinas siguen arraigados entre buena parte de los adolescentes. También los roles de género. Ellos son, por lo general, muy masculinos, y ellas, muy femeninas.
Salir del armario al aula es hoy casi imposible. "Yo hace años que no tengo a ningún alumno que lo haga", dice una docente del centro. Las consecuencias son demasiado duras: persecuciones, burlas, agresiones. El joven que recibió tenedores también fue perseguido por la calle. "Sufrió muchísimo", recuerda Samara.
La lucha en las aulas
Este miércoles, una quincena de alumnos de segundo y tercero de ESO de Gabriel Vallseca han participado en su cortometraje inclusivo, adentrándose en roles como productor, director o guionista. Han reído y se lo han pasado bien, pero el trasfondo está lejos de la comedia: amores tóxicos, homofobia, violencia contra las mujeres. Son realidades que existen, que crecen y que la sociedad debe combatir. Y el lugar donde se libra una de las batallas más decisivas está en el aula.
Las escuelas y los docentes ponen cuerpo, horas y conciencia. Pero frente al ruido de las redes, del discurso de odio y de las pantallas que no descansan, la lucha es desigual: David contra Goliat. Y, sin embargo, siempre hay espacio para la esperanza: "Hay que respetar a todo el mundo, sea como sea", concluye Samara, bajo la atenta mirada de sus profesoras, contentas de haber logrado generar un cambio en la forma de pensar de su alumna, respecto a la que tenía minutos antes.