Tomeu Canyelles: "Las drogas no sólo han sido materialmente accesibles en Baleares, lo han sido culturalmente"

Historiador

Tome Canyelles.
19/11/2025
4 min

Palma"El estudio de las múltiples expresiones de la marginalidad en Baleares es un terreno poco transitado desde la perspectiva histórica", dice el historiador Tomeu Canyelles (Pòrtol, 1984) al inicio de su último libro, donde confirma su voluntad de darle la vuelta a esta tendencia. Con Cabalgar el abismo: la cultura de la droga en las Islas Baleares (Leonard Muntaner), recorre la historia reciente –y no tan reciente– del Archipiélago a partir del impacto que han tenido sustancias como la cocaína, el éxtasis y la heroína, en los ámbitos económico, social y cultural.

¿De dónde le ha surgido la voluntad de investigar esta cuestión? Viene de uno de sus libros anteriores, Ayer enterramos a un niño en Ciudad, dedicado a José Esteves de la Concepción –más conocido como Chocolate, ¿considerado el primer muerto por sobredosis en Mallorca?

— Sí, por supuesto. Empezar aquella historia fue revelador para mí, porque implicaba hablar de una Mallorca de la que nadie me había hablado nunca. Me di cuenta de que muchos de estos episodios nunca habían sido radiografiados, o que se les consideraba incluso menores, y pensé que valía la pena rascar más. Hace dos años fui beneficiario de una ayuda del IEB de investigación, que he dedicado a trabajar sobre la crisis de la heroína en Baleares, y que de algún modo también se complementa con este libro que aparece ahora, que ofrece un marco más general, un contexto.

Un contexto vinculado a un tema que generalmente es tabú, aunque en el libro queda claro que tiene repercusiones económicas, sociales y culturales.

— He querido entender los mecanismos que hay en torno a la droga y que no sólo tienen que ver con el consumo, ni mucho menos. Los nacidos en los años 80 hemos tenido toda la información desde el principio, pero me interesaba explorar las lógicas que estaban detrás de todo esto.

¿Cómo por ejemplo?

— Desde cómo llega la droga hasta aquí, las grandes redes que llevan determinadas sustancias a las Islas, hasta su impacto en las diferentes clases sociales: desde las élites que consumen en busca de una determinada idea de cosmopolitismo, hasta las dinámicas que se establecen cuando se esparce entre las clases desfavorecidas. En Baleares, como buenos mediterráneos, somos muy buenos por no hablar de ciertas cosas y construir grandes silencios, pero para mí todo esto tiene una repercusión en nuestra historia como pueblo que no podemos ignorar.

En su libro queda muy claro que Baleares tiene una historia particular, en relación con la cultura de la droga.

— Es que el impacto real de las drogas no viene de que fueran accesibles materialmente, en las Islas también lo eran culturalmente. Hablamos de una economía expansiva, de un circuito de discotecas, de mucho dinero implicado. Porque no debemos perder de perspectiva que ciertas drogas comienzan a esparcirse primero por arriba, en Baleares, y después van bajando, y es ahí donde surge el conflicto. La cocaína y la heroína no eran ningún problema mientras afectaban sólo a las élites, que podían pagarse tratamientos o partir en la Península. El problema es cuando llega a las clases bajas y se genera una sensación de inseguridad y descontrol que acaba de estallar con la alarma del sida.

Aun así, de la crisis de la heroína todavía quedan muchas páginas por escribir: es un tema que todavía es muy incómodo.

— Y que genera mucha sensación de culpabilidad. Mucha gente no me ha querido hablar, y yo lo entiendo, pero es que incluso es difícil poner cifras: las que tenemos nos dicen que había 3.000 heroinomanos en 1985 y que, presumiblemente, habían llegado a 5.000 en 1987. ¿Pero cuántos murieron a causa de esto? ¿Cuántos han sufrido secuelas toda su vida? Las agujas han sido muy demonizadas, desde entonces, pero esto no ha impedido que la cocaína se haya convertido en parte de la realidad de los nacidos en los 80 y 90. Es cierto que no ha provocado tantas muertes como la heroína, pero sí otros daños.

Justo hace unos días el crítico literario Nadal Suau publicaba en El País un artículo en el que hablaba de la normalización de la cocaína en la literatura reciente, y David López Canales ha escrito un ensayo, titulado ¿Una rayita?

— Son pasos muy interesantes para comprender lo que nos pasa como sociedad. El psiquiatra Amador Calafat me decía que en las sociedades del sur de Europa tenemos una menor capacidad para sancionar el uso de ciertas sustancias: el niño al que le dan el cigarrillo al hacer la comunión, los chicos que a 12 o 13 años comienzan su fascinación por la mascota y con la pareja con la asociación con la asociación ciertas sustancias, que por estar prohibidas tienen una erótica reforzada. Y ese relato todavía impera.

Y, como todo en la historia reciente del Archipiélago, el turismo también está conectado, en todo esto.

— ¿Había cocaína en Baleares antes de la llegada del turismo? Sí, y en el libro se habla. Pero es cierto que la llegada del turismo ayudó a demostrar nuestras contradicciones como pueblo frente a las costumbres externas. Y hasta ahora se ha explorado desde muchas perspectivas, como el relato moral, las nuevas formas de relacionarnos o la estética, pero quedaba pendiente el tema de las sustancias.

Sin embargo, cada isla ha tenido su propia historia con las drogas, como bien deja claro en Cabalgar el abismo.

— Sin duda: cada isla tuvo sus ritmos. Mallorca capitaliza esta historia, por extensión, durante la primera parte del siglo XX, pero a partir de los 60, con la llegada de los hippies a Ibiza todo cambia, se convirtió en una base de distribución realmente, y esto tuvo muchas repercusiones. Hablamos de un momento en el que existía una economía en expansión, pero también unas infraestructuras, y una falta de conocimiento: los agentes de aquí recibían formaciones de la DEA [la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos] porque no sabían nada de estas sustancias, ni de la manera de hacerle frente.

Aun así, en el libro también recoge cómo la llegada oficial del éxtasis a Baleares va ligada a una discoteca ibicenca, Amnesia.

— Y de nuevo se debe hablar del refuerzo cultural, también a través de una cultura audiovisual que ayudó a crear y promover ciertos estereotipos. En cualquier caso, ahora tenemos mucha más información, que no quiere decir que todo el mundo lo haga. Yo conozco a dos personas, nacidas como yo en los años 80, que están completamente destruidas por culpa de las drogas, y todos hemos tenido acceso a la misma información.

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