Una noche para un clarinete
La Sinfónica rindió un homenaje musical al clarinete solista Eduardo Bernabéu


PalmaEspecial, muy especial, fue la cuarta jornada de los Veranos Sinfónicos, que año tras año transcurren con el patio de armas del castillo de Bellver lleno hasta los topes. Lo fue porque se trataba del concierto con el que sus compañeros rindieron homenaje musical a Eduardo Bernabéu, el finado amigo y clarinete solista de la Orquesta Sinfónica Islas Baleares. Esta circunstancia propició una asistencia incluso superior a la habitual. El concierto se inició con elApertura de La boda de Figaro de Mozart, mientras que el homenaje empezó justo después, con la interpretación del Concierto para clarinete K. 622 en la mayor, también de Mozart. Ésta fue la última pieza completa que firmó el genio de Salzburgo, que, como todas donde el clarinete fue el gran protagonista, estaba dedicada a su amigo y compañero de logia, el virtuoso del instrumento, Anton Stadler, también conocido como "el milagro de Bohemia". Éste fue quien, junto con Theodor Lotz, fabricó el llamado clarinete di basseto, más largo, de cuatro notas añadidas, para así poder completar hasta cuatro octavas. Y fue con este modelo que Joan Enric Lluna exhibió talento y las múltiples posibilidades de un instrumento tan importante en una orquesta y tan relegado como protagonista. En el primer movimiento podemos encontrarlo como una miscelánea, la cual nos permite disfrutar de toda su variada y esplendorosa gama de colores. Luna nos la mostró con una precisión y pureza, que incluso sorprendía tan evidente potencial. El momento primordial llegó con el sencillo y maravilloso Adagio, de una emotividad que no podía hacer más hermoso el momento. Luna agradeció los aplausos con la interpretación de Capriccio, también de Mozart, también para Slater, también para Bernabéu.
No acabó aquí la remembranza. La segunda parte del concierto fue para la Sinfonía núm. Op. 64 en mí menor, de Piotr Ilich Chaikovski, que se inicia con el clarinete acompañado por la cuerda. De modo que continuaba el cumplimiento ya no sólo por el protagonismo del instrumento, Pardo concretamente, junto con el fagot de Tatay. Poco a poco van dando paso a sus compañeros de la sección de viento, hasta llegar al exquisito Andante cantabile con una licenza, donde se lucieron la trompa, exquisito también Fortea, seguido del oboe de Arnal, hasta un tutti que no ahorró pasión por una noche tan señalada y una partitura no menos adecuada. Pablo Mielgo, como el resto de la formación, probablemente más que nunca, como no podía ser de otra forma, daba la sensación de un estado de gracia… muy especial.