Ego te absolvo, peregrinator...
Antes, los confesionarios solían ser unas garitas de madera bastante precarias, que a veces se engrosaban, dentro de la cual el sacerdote debía encajarse así como podía


PalmaDebe reconocerse que la Iglesia mejora sus equipamientos, y que los confesionarios de ahora son bastante más confortables, ya a primera vista, que los de un tiempo. Antes, los confesionarios solían ser unas garitas de madera bastante precarias, que a veces se engrosaban, dentro de la cual el sacerdote debía encajarse así como podía. Por su parte, los feligreses debían conformarse casi siempre a arrodillarse a un lado de la garita, a menudo a la vista de todos, y por tanto con su privacidad y su confidencialidad en entredicho. Charlaban flojito a través del contraventana enrejado, sí, pero no se podía decir que el resultado fuera un triunfo de la discreción: todo el mundo estaba a cuento si Tal o Qual se habían ido a confesar, y entonces todo eran conjeturas y rumores. Podían producirse incluso casos espectaculares, como el del confesionario del final de La Regenta, que saltaba casi literalmente por los aires debido a la presión del deseo ilícito que sentía el magistral Fermín de Paso por Ana, la protagonista de la novela (La Regenta era una novela que se solía leer en los institutos en la asignatura de Lengua y Literatura Castellanas, no sé si todavía se usa).
En cambio, éste que vemos en una foto de Ismael Velázquez, tomada en una iglesia de Palma, ya ofrece unas prestaciones de mayor categoría. Es como un tríptico de cubículos, en el que el sacerdote se reserva la casita central, y tiene dos –una a cada lado– para los devotos que quieran confesarse. Los cubículos de los feligreses también están tapados, con la consiguiente y decisiva mejora que esto supone para la intimidad de quienes acuden. El de la derecha está abierto, y podemos ver que ofrece un reclinatorio e incluso un banquete, para que la persona que vaya a confesar sus faltas pueda arrodillarse, e incluso sentarse, en condiciones. El sacerdote se sienta en una silla de despacho, pequeña, pero que se adivina cómoda, y tiene ante sí una estantería, también discreta, que le sirve para tomar notas o hacer dibujitos mientras el pecador de turno le cuenta pecados veniales o pecados mortales. Por tener, tiene incluso un ventilador o refrigerador de esos que se aguantan de pie y que con las temperaturas de este verano seguro que se agradecen, por mucho que las iglesias acostumbren a ser lugares donde hace buen estar, con la penumbra y la frescura. No queda claro si el aire del refrigerador llega también a los feligreses, pero también es cierto que ellos deben pasar poco rato en el confesionario que no le confese o confesor, que puede hacer la jornada entera. También queda en el aire la posibilidad de que el sacerdote pueda confesar a dos personas a la vez, una a cada lado, como aquellos jugadores de ajedrez que son capaces de jugar partidas simultáneas.
La confesión es uno de los sacramentos de la Iglesia católica, que se supone que la administra con el fin de salvar las almas de las personas que se acogen a ella. La confesión por antonomasia es la que precede a la extremaunción, por la que el creyente, en el momento anterior a su muerte, pide perdón por los pecados que ha cometido a lo largo de su vida y se prepara para ir de ningún derecho al cielo. Dicen que el célebre banquero y contrabandista Joan March, Verga, la pidió en el lecho de muerte, y que, una vez recibida la absolución en el último momento de todos sus pecados –que no eran pocos ni pequeños– hizo un aliento: "este ha sido el mejor negocio de mi vida", dicen que dijo.
Oferta de confesión y absolución
Ahora que ya tenemos confesionarios homologables a los estándares más exigentes, nos falta plantearnos con qué servicio podemos dar con ellos al turismo, principal dogma de fe y razón de ser de estas islas. por algún balcón o sufran algún tipo de intoxicación) podría ser un complemento bien valorado en un paquete vacacional de excelencia, como los que ofrece siempre el sector turístico de Baleares. algunos curas, como es oportuno recordar ahora que ha cumplido años del estallido de la Guerra Civil.