El 'príncipe de los libros' alemán que revolucionó Alcúdia

En 1990 el magnate Reinhard Mohn, creador del Círculo de Lectores, impulsó la biblioteca de Can Torró, un centro polivalente, precursor en todo el Estado, con ludoteca incluida. El lugar elegido fue una casa señorial del siglo XVI, que dio el suso a una pionera reforma del centro histórico del pueblo

Reinhard Mohn, en la inauguración de la biblioteca el 23 de abril de 1990.
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PalmaCerca del mar, las murallas medievales de Alcúdia guardan un tesoro que no siempre ha sido bien valorado. La anécdota la cuenta Victoria Vives, una de las técnicas de Can Torró: "Hace unos años vino una mujer toda asustada y nos dijo: 'Pero, ¿qué es esto? ¿Qué clase de biblioteca es ésta, dónde puede venir todo el mundo, familias enteras con sus hijos'". El iconoclasta proyecto vio la luz hace 35 años por iniciativa de Reinhard Mohn. Era un potentado turista alemán, pero no uno cualquiera. Aparte de dinero, era un bibliófilo compulsivo, una pasión que había heredado de su familia, propietaria de un destacado grupo editorial. Nacido en 1921 en Gütersloh (en el norte de Alemania), en 1962 Mohn impulsó en España el Círculo de Lectores, un club donde los suscriptores podían comprar música y libros directamente desde casa (desaparecería en 2019 en manos del Grupo Planeta). En 1977 también creó la fundación cultural Bertelsmann Stiftung, con sede en su ciudad natal.

"A finales de los 80 –apunta Vives– Mohn tenía una hija con una enfermedad respiratoria. Para que se recuperara, los médicos le recomendaron un cambio de aires. Recaló aquí por un amigo suyo que vivía en la urbanización de Bonaire. Después él ya se compró una casa de verano. Un día se compró una casa de verano. 30 metros cuadrados, situado en la actual Casa de Cultura. Quedó muy decepcionado. El modelo a seguir de aquel 'príncipe de los libros' era el centro cultural polivalente que había implantado en su ciudad de Gütersloh y que después había exportado a El Cairo (Egipto). "Con su avión privado se llevó a Gütersloh una delegación del Consistorio para que conocieran en persona ese proyecto. Entonces el alcalde era el socialista Tomeu Alemany y el concejal de cultura, Antoni Bibiloni. Ambos aceptaron entusiasmados hacerlo realidad también en Alcúdia".

Para la ocasión, se constituyó un patronato entre las autoridades municipales y los representantes de la fundación alemana. El lugar elegido para la nueva biblioteca fue la imponente casa renacentista del siglo XVI, ubicada en el centro histórico, de tres plantas y un sótano. "Estaba habitada –afirma la técnica– por Miquel Ques, Turrón de mote. Era el cuñado del político artanense Josep Melià. No puso ningún problema en venderla. Le ofrecieron poco más de 100 millones de pesetas, que pagó íntegramente el Ayuntamiento. El dinero para la reforma, el equipamiento y la formación del personal lo aportó Mohn".

Un supermercado de libros

El 23 de abril de 1990, el Día del libro, llegó la esperada inauguración del complejo. Vives empezó a trabajar a los ocho años y acabaría siendo gerente de 1999 a 2005. "Fue una biblioteca que rompió esquemas no sólo en Mallorca, sino en todo el Estado. Entonces las bibliotecas tradicionales prácticamente no tenían ventanas porque empleaban todas las paredes para poner el mucho número de estanterías. el usuario se sienta más cómodo.

Can Torró también ofreció una nueva manera de acceder a los libros. "Los agrupamos por temáticas –señala la antigua responsable– y la gente podía consultarlos directamente, sin la intervención del bibliotecario. Para mejorar el servicio, seguimos normas procedentes del mundo comercial. Así pudimos detectar qué libros tenían más demanda. Esto, sin embargo, no suponía prescindir de los clásicos". Había más alicientes. "Los usuarios podían hacer los préstamos que quisieran, de forma ilimitada. Y no sólo podían sacar libros, sino también música con formato de CD, películas en DVD y juegos". Los fines de semana no había motivos para cerrar. "El domingo por la mañana es el día del mercado en Alcúdia y Mohn quiso que ese día la biblioteca estuviera igualmente abierta (aún es la única de Mallorca que lo está). Se trataba de concebir el espacio como un supermercado de libros y no sólo como un lugar de estudio revestido de seriedad".

En Can Torró el silencio sepulcral característico de tantas bibliotecas está roto por un hilo musical.

Otro detalle llama la atención: en Can Torró el silencio sepulcral característico de tantas bibliotecas es roto por un hilo musical, que a menudo conecta con Ràdio Alcúdia, creada un año después, en 1991, como herramienta de cohesión municipal. "En Mallorca –apunta Vives– somos de charlar fuerte. Pero aquí los usuarios tienen claro que no pueden hacerlo por encima del hilo musical. Cuando se deja de oír, es cuando les llamamos la atención". Para quienes quieren leer más en silencio y al aire libre el recinto dispone de un patio interior, que vio nacer los primeros festivales de jazz y de poesía antes de la inauguración del Auditorium en el 2000.

Para cubrir la plaza de la primera gerente se hizo una convocatoria de ámbito estatal. La ganó la catalana Eulàlia Espinàs. "Cinco años después dejó el cargo y fue la encargada de abrir en Barcelona una sucursal de la fundación Bertelsmann. Desde esta entidad daría a conocer el proyecto pionero de Can Torró, que hoy se estudia en las facultades de biblioteconomía. Siempre tenemos bibliotecarios de la Península que nos vienen a visitar a puesta". Hoy, después de 35 años, se espera que el patronato de Can Torró se disuelva para que el Ayuntamiento se haga cargo de la gestión directa de la biblioteca. Vives celebra que el sueño de Mohn se haya mantenido vivo a pesar de los cambios de gobierno. "Una biblioteca pública es la manifestación más clara de la democracia. Permite a la gente tener acceso directo al conocimiento ya la información de calidad sin que haya ninguna barrera, ni de edad, ni de carácter social o económico".

Valor patrimonial

Can Torró no sólo tiene un gran valor cultural. En 1990 se convirtió en la piedra angular de un plan de embellecimiento que rescató del olvido un extraordinario patrimonio arquitectónico. Así lo confirma Carme Suárez, técnica de Cultura del Ayuntamiento: "Alcúdia está lleno de casas señoriales del siglo XVI. Las levantaron los nobles de Palma que se refugiaron detrás de las murallas del municipio a raíz de la Guerra de la Germania (1521-1523). Por eso sería llamada 'Ciudad Fidelísima de las tapas de las tapas de las tapas de las tapas de las tapas de las tapas de las tapas de las tapas de las tapas de la tapa de las tapas de la tapa de las tapas de la tapa de las tapas de la tapa de las tapas de las tapas de las tapas de la tapa de las tapas. cal. La gente consideraba que hacían demasiado antiguo.

Alcudia fue el primer municipio que se acogió a ese lavado de cara, que contó con el apoyo incondicional del alcalde Alemán, aunque no despertó demasiado fervor popular. "Sin embargo –apunta Suárez—, las condiciones eran muy buenas. Los propietarios sólo tenían que pagar el 30% de la reforma. Luego, el Ayuntamiento puso en marcha otro plan de rehabilitación integral con subvenciones del Ministerio de Vivienda. Así, a medida que se iban haciendo intervenciones en los edificios, a través del boca a oreja la gente se ahí. descubrieron que tenían fachadas de marés, escaleras góticas y arcos de medio punto".

También hubo dinero para empedrar las calles y para rehacer tanto las murallas medievales como las renacentistas. Los cambios se notaron enseguida. "Entonces Alcúdia estaba muy deteriorado. La gente prefería ir a vivir al puerto. Con las ayudas gubernamentales, muchos empezaron a volver a ocupar las casas del pueblo". Pegado a Can Torró, también luciría Can Fondo como galería de arte. No menos importante fue la restauración de Can Domènech, la sede de la Fundación Bryant, la entidad americana encargada desde los años 50 de las excavaciones de la ciudad romana de Pol·lèntia. Desde 2003, durante las noches de verano, el espectáculo Vía Fuera se encarga de escenificar en la calle la historia del municipio con todo ese rico patrimonio.

Pueblo turistificado

Hoy, con las fachadas de marés al descubierto, Alcúdia es vista como una extensión más de Ciutadella, con la que dista 63 kilómetros por mar. El municipio ha cambiado totalmente de fisonomía. "De tener 6.000 habitantes hace cuatro décadas –asegura Suárez–, ahora tiene unos 20.700, contando también los del puerto. Algunos alcudienses se han sentido tentados de vender a buen precio sus casas reformadas, que se han convertido en un reclamo turístico más. Ahora todo son restaurantes, tiendas o pequeños hoteles."

En medio de esta despersonalización del antiguo refugio de los nobles de las Germanías, Can Torró se erige en un auténtico oasis cultural que emula la Casa Encendida de Madrid. "A menudo los turistas –afirma Vives– entran para ir al baño y alucinan". El alma alemana del innovador proyecto, Reinhard Mohn, murió en el 2009 en su ciudad natal, a 88 años. En 2005 estuvo tiempo de vivir su nombramiento como Hijo Ilustre de Alcudia. Y en 1998 ya había sido galardonado con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Los otros filántropos de Sa Bassa Blanca

En 1993, tres años después de la inauguración de Can Torró, Alcúdia dispuso de un nuevo centro cultural de primer nivel, el museo de Sa Bassa Blanca. Fue gracias a la iniciativa de otros filántropos extranjeros, el matrimonio de artistas formado por Yannick Vu y Ben Jakober. Yu, nacida en Francia en 1942, era hija de uno de los más destacados pintores vietnamitas del siglo XX. Primero se casó con el pintor y escenógrafo italiano Domenico Gnoli, que era muy amigo de Jakober, un diletante natural de Austria. En los años sesenta la pareja se estableció en Mallorca. La isla se había convertido en meca de peregrinación para muchos bohemios desde que en los años 50 el escritor británico Robert Graves se hubiera establecido en Deià.

Vu y Gnoli se instalaron en la Estaca, la famosa finca de Valldemossa, de estilo siciliano, que en el siglo XIX ocupó el archiduque Luis Salvador de Austria, hoy propiedad del actor Michael Douglas. En 1968 Jakober tenía 38 años y decidió seguir el mismo camino, cansado de su aburrida vida de banquero en Londres. Entonces se dedicó a cuidar a unas 400 ovejas de una finca de Mortitx. En 1970, a 36 años, Gnoli murió de cáncer. Pronto surgió el amor entre la joven viuda, de 28, y el amigo. Ambos partieron a la aventura en Centroamérica, atraídos por el arte precolombino. Después de casarse en México, pasaron a vivir a la Polinesia francesa.

Sin embargo, los recuerdos de Mallorca eran demasiado potentes y en 1978 Vu y Jakober ya adquirían un terreno en Alcúdia, de camino a la cala de Collbaix. Su sueño era construir una nueva Estaca con vistas al faro de Alcanada. El prestigioso arquitecto egipcio Hassan Fathy fue el encargado de diseñar una fortaleza blanca, de tres plantas, con ornamentaciones magrebíes y con un patio ajardinado de estilo mudéjar (es su única obra en Europa).

En 1992 el matrimonio sufrió la pérdida de su hija de 18 años en un accidente de moto en Tahití. Entonces, como terapia, se volcaron en la creación artística y en la adquisición compulsiva de obras. En 1994, con todas esas piezas, decidieron convertir su residencia en un museo privado. Se dijo Sa Bassa Blanca y en 2001 ya se abrió al público. Su sala estrella es un enorme aljibe que acoge una colección llamada Nins con retratos infantiles realizados entre los siglos XVI y XIX. También destaca una biblioteca con más de 10.000 libros de arte y el espacio Sokrates, una galería subterránea con obras bastante variadas: desde cuadros de artistas contemporáneos como James Turrell, Miquel Barceló y Rebecca Horn, hasta máscaras tribales africanas, asiáticas y precolombinas, pasando por piezas arqueológicas. Fuera, a lo largo de 16 hectáreas de jardín, existe un divertido zoo escultórico. Hoy Vu y Jakober, de 83 y 95 años respectivamente, pasan medio año en su edén particular. Durante la otra mitad viven en el Marrakech.

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