El canto pitiuso que lucha contra la folklorización
En la actualidad una treintena de cantadores de Ibiza y Formentera se esfuerzan por dignificar una voz ancestral que a menudo desde las instituciones se trata como un simple exotismo en medio de una sociedad fuertemente castellanizada
PalmaEl canto de la Sibil·la, los castellers, el misterio de Elche, las fallas de Valencia, la Patum de Berga y otras manifestaciones culturales de las tierras de habla catalana son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. En esta lista el gran ausente es el canto pitiuso. De momento, las instituciones insulares no han dado el paso para pedir su protección. El sociolingüista ibicenco Bernat Joan tiene la explicación: "Aquí, el baile tradicional es BIC (Bien de Interés Cultural). Siempre se le ha dado más visibilidad porque es una manifestación mucho más inocua. El canto, en cambio, está relacionado con la lengua y, por tanto, es un símbolo identitario de una comunidad catalanófona.
En la actualidad uno de los grandes revitalizadores de canto pitiuso es Vicent Marí Serra, Palermet, de 46 años, artesano de oficio, natural de San José de sa Talaia. "Yo –dice– me crié oyendo cantar a los míos güelos. Hoy, para mí cantar es como una especie de acto de resistencia en una tierra amenazada por el capitalismo más salvaje". Los orígenes de la canción pitiusa se remontan a los tiempos de la conquista catalana del siglo XIII. Hay dos estilos: la canción glosada y la redoblada, que es la más característica y la que predo. se improvisa nunca y la métrica es la misma, versos largos de 7+7 sílabas. La única diferencia es la puesta en escena.
La canción redoblada se llama así por el sonido gutural que se realiza al final de cada verso largo. Algunas de sus letras son de contenido satírico (canciones 'puntosas') a través de figuras retóricas que evitan el insulto explícito. También los hay que narran algo trágico, una historia amorosa o cualquier suceso personal. El cantador está sentado en una silla con un tambor sobre la rodilla izquierda, siempre que no sea zurdo. Con el codo del mismo lado aguanta el instrumento y con la mano, la cabeza. Habiendo calentado la voz previamente con tosidas y acortadas de cuello, arranca con una especie de lamento pronunciando un largo "Aaaa...". El canto se ejecuta de forma monótona y al ritmo del sonido del tambor que se toca con la otra mano. Es una liturgia que recuerda a la de las sibilas de los oráculos del mundo clásico, que proferían sus mensajes crípticos en estado de éxtasis. "Cuando se sostiene la cabeza –apunta Palermet–, el cantador también se tapa la vista o cierra los ojos, a menudo con la ayuda de un pañuelo. Es para concentrarse mejor y para no tener vergüenza ante el público ni para reírse al ver su reacción".
El cantador Vicent Marí Serra, Palermet.Arxiu d’Elena Ribas
Antiguamente las canciones redobladas eran interpretadas por un grupo de cantadores, que podían ser hasta veinte, hombres y mujeres, solteros y casados. Había dos tipos de cantadas: las públicas, en el patio de un café o en algún rincón de la plaza de la iglesia, y las que se organizaban en casas particulares al haber cenado ante la presencia de los vecinos convocados por el anfitrión. Solían ser con motivo de una importante celebración como Navidad, Domingo de Pascua o un día de matanzas. Eran veladas muy esperadas y que podían durar ocho horas, hasta que se hacía de día. Sentados uno junto al otro haciendo un rollo cerrado, cada intérprete decía una canción; al terminar, pasaba el tambor al otro y así sucesivamente. También podían participar los asistentes que supieran cantar.
"Cada pieza –asegura el activista– podía durar un cuarto de hora. Los cantadores se las sabían de memoria en una época en la que mucha gente era analfabeta. Los ritmos les ayudaban a recordar todo lo que debían recitar. Se trata, por tanto, de una tradición que conecta con los inicios orales." Había que estar muy atento. "Era habitual que entre hombres y mujeres se dedicaran canciones desgarradoras. Para poder hacer la réplica, al menos cada uno tenía que saber al menos 25 canciones. En los trabajos del campo se cantaba no sólo para pasar el tiempo, sino también para repasar y estudiar el repertorio que después se reproducía en las cantadas".
UC
Durante el franquismo el canto redoblado fue desterrado. "La dictadura –afirma Palermet– prohibió cualquier reunión y el miedo hacía que hubiera pocas ganas de fiesta. Lo mismo ocurrió con el baile". Ambas manifestaciones empezaron a recuperarse a partir de los años 50 bajo el cobijo de la organización falangista Coros y danzas. Sin embargo, fue para potenciar la folklorización de la cultura 'autonómica' como parte de la riqueza cultural de España. "Más adelante, en las exhibiciones para los turistas, Coros y danzas juntó por primera vez a bailadores y cantadores, cuando ambos antes nunca habían actuado juntos". Fuera de estas performances, que se pagaban, el canto fue cayendo en el olvido. "En los años 60, antes de la irrupción de las discotecas, tuvo la competencia de los guatecas, encuentros de jóvenes en casas con tocadiscos que permitían bailar al son de melodías de figuras como Manolo Escobar".
En 1973, dos años antes de la muerte de Franco, la canción pitiusa salió del ostracismo con la ayuda del grupo musical UC, formado por Isidor Marí, Joan Marí Murenu y Víctor Planells. Los tres amigos se propusieron rescatar tonadas a partir de entrevistas con campesinos y aprovechando también el material grabado en el programa de radio Nuestro campo. Aquella labor de arqueología musical sirvió para dignificar una cultura ancestral que estaba siendo desperdiciada por el movimiento hippy y el turismo de masas. Lo suficientemente reveladora es la letra de la canción En esta isla tan pobre (1976): "En esta isla tan pobre / los que la van gobernando / cortan por allí donde quieren / y se quedan la mejor parte; / y en Madrid hacen fiestas grandes / con lo que se va recaudando: / todo son coches y carrozas, / diputados y generales, / y lo que nace pobre, que se muerga / sin un día de descanso".
Otras canciones populares que reavivaron con UC, aunque con melodías diferentes, son Fuimos a san Miguel, Flores de adelfa, Ibiza, pequeño pedazo, Buenas noches, blanca roseta y Roqueta, mi roca. "Fuimos a Sant Miquel –apunta el cantador– en realidad era Fuimos a Can Miquel, lo que remite a la versión original de la canción redoblada". La formación de Isidor Marí, Joan Marí y Víctor Planells cogía el nombre de un grito característico del campesinado, de origen onomatopeico. "Los ucos eran una expresión de fiesta, similares a otros que existen en Galicia, Aragón y Canarias. Les proferían muy fuerte sobre todo los jóvenes cuando salían a festejar o para desafiarse unos a otros". UC se disolvió en el 2019 después de casi medio siglo de vida. Su labor de dignificación de la cultura popular sería continuada por el grupo Ressonadors, surgido en el 2008. Y desde el 2024 otro grupo que sigue las electrónico experimental formado por la catalana Anna Sala y la ibicenca Lara Magrinyà.
Impotencia y tristeza.
Hoy hay una treintena de cantadores que mantienen viva la voz atávica de las Pitiusas. "Mucha de la gente mayor que sabía –dice Palermet– ha muerto. Ahora hay menos practicantes, pero hay una generación de jóvenes potentes que han seguido la tradición familiar. Destacan Vicent Cardona Bonet, Frito, Maria Cardona Torres y Elena Ribas Costa de casa de Pep Mariano. En cualquier caso, una posible protección del canto redoblado por parte de la Unesco no asegura su pervivencia. Es más importante conseguir que conecte con las nuevas generaciones con letras que hablen del mundo de hoy y no de pastores o pescadores de hace un siglo. Si no, acabará convirtiéndose en una pieza de museo".
El también cantador Antoni Manonelles es de la misma opinión. Apunta, además, a la siguiente dificultad para que el canto tradicional pitiuso arraigue entre los jóvenes. "Aquí se hacen cursos para enseñarlo, pero tenemos una situación lingüística muy precaria. En las aulas hay jóvenes de padres ibicencos que se avergüenzan de hablar en catalán ante el resto de compañeros castellanohablantes. Esto hace que enseguida se pasen al castellano. Los ibicencos catalanohablantes somos una minoría catalán]".
Manonelles, que se confiesa ibicenco practicante, no puede ser más sincero: "Es preciso que nos sintamos orgullosos de nuestra cultura para poderla defender sin complejos. Yo siento mucha impotencia y tristeza a la vez. En poco tiempo hemos pasado de ser una sociedad agraria a una sociedad llena de contexto en la sociedad. la globalización". El director Roger Cassany acaba de hacer una radiografía más extensa del canto tradicional pitiuso en el documental Ibiza, tesoro campesino, producido por la Plataforma por la Lengua.
Caramillas
Todo el rico repertorio del Cancionero de las Pitiusas ya se puede consultar en la web homónima que el año pasado habilitó al Instituto de Estudios Ibicencos (IEE) en colaboración con la Obra Cultural Balear (OCB). De momento, hay recopiladas cerca de 3.200 composiciones, entre ellas, glosas, estribotes, tiralocas, canciones, romances, sonadas, trabalenguas, oraciones y adivinillas. La gran mayoría disponen de un audio para poder escucharlas. Se trata de un material que hasta ahora se hallaba dispersado en numerosos libros, discos, grabaciones particulares o en la memoria de los informantes. El IEE y la OCB esperan poder ampliarlo con las aportaciones que pueda hacer la gente.
En pleno siglo XXI esta obra online pretende ser una continuación de la labor de recopilación de la cultura popular musicada hecha por investigadores pioneros a partir de finales del siglo XIX. Destacan los folcloristas locales Isidor Macabich, Joan Castelló y Vicent Tur Guasch y musicólogos de fuera como Baltasar Samper, Ramon Morey, Manuel García Matos y Alan Lomax, entre otros. Según la época, empleaban la pluma estilográfica sobre papel, cintas magnetofónicas, casetes, filmaciones...
La expresión más antigua del cancionero pitiuso son las caramelles. En 2003 el Consell Insular de Eivissa las declaró BIC (Bien de Interés Cultural). De temática religiosa, forman parte del canto redoblado. Sólo se interpretan en Navidad y en Pascua a cargo de una escuadra formada por un sonador, que lleva el ritmo con el tambor y la flauta (de tres agujeros), y dos cantadores, uno acompañado con las castañuelas y el otro con el espaci, una especie de espada de percusión metálica. Son los cuatro principales instrumentos autóctonos. La palabra caramelles deriva del latín calamus (caña) en alusión al utensilio rústico de viento propio de pastores. Inicialmente tenían un contenido exclusivamente religioso, pero con el paso del tiempo trataron otros asuntos. Se cantan por todos los territorios de habla catalana.
En las Pitiusas las caramellas más famosas y más arraigadas son las de Navidad. Se interpretan durante la misa de Matines la noche del 24 de diciembre –equivaldrían al canto de la Sibila de Mallorca, que en 2010 pasó a ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Son una composición única en el mundo, aunque guarda semejanzas con otras canciones religiosas de fin de año. Sólo se dejaron de oír durante la Guerra Civil. La letra se basa en los siete gozos de la Virgen, es decir, los episodios bíblicos que explican la llegada al mundo del Mesías y los hechos que rodearon su nacimiento. La actuación culmina con los asistentes pasando a besar la imagen del niño. Las caramelles de Pascua tienen una métrica y un número de coplas distintas. Se representan en la misa del Domingo de Resurrección y narran en 14 coplas la muerte y la resurrección de Cristo.