"Catalán, catalán, catalán"

En el centenario de Josep Maria Llompart, recordamos aquella manifestación histórica del 29 de octubre de 1977 y su polémica intervención

Manifestación del 29 de octubre de 1977 en Palma.
25/10/2025
6 min

PalmaSólo una palabra, eso sí, llamada tres veces y con énfasis, "Català, català, català", quedó como el episodio más destacado –aparte de la movilización en sí misma– de la histórica manifestación por la autonomía que se hizo en Palma el 29 de octubre de 1977, hace casi medio siglo. Lo pronunció Josep Maria Llompart, como respuesta a quienes habían reivindicado la denominación coloquial 'mallorquín' de la que, al fin y al cabo, es la misma lengua. Recordamos ese evento y la intervención que hizo Llompart, cuando conmemoramos, este año, el centenario del nacimiento del poeta, crítico y activista cultural.

La convocatoria de la Diada para la autonomía debía ser la culminación del Congreso de Cultura Catalana, un conjunto de actividades que se organizaba en los diferentes territorios desde 1975. Fue en este ámbito donde salió la propuesta y se fue concretando con la participación de sindicatos y partidos políticos: desde la Organización de el histórico Partido Comunista de España (PCE), hasta la entonces Alianza Popular –actual Partido Popular–, representada por Abel Matutes. El filólogo y gestor cultural Antoni Mir, entonces de 21 años, que estaba en representación de OEC, asegura que "el motor" de aquella iniciativa fue el escritor y activista Antoni Serra.

Eran unos momentos de intensa actividad política, con episodios que se sucedían en sólo unos meses, o en unas semanas: la firma del 'pacto autonómico' por casi todas las fuerzas que concurrían a las elecciones de junio de 1977, por lo que se comprometían a reclamar el autogobierno para Baleares; los comicios, con la coalición Unión de Centro Democrático (UCD) como la fuerza más votada; la constitución de la asamblea de parlamentarios electos –diputados y senadores–, entonces la única representación democrática de los isleños, puesto que Diputación provincial y ayuntamientos todavía eran franquistas; o el regreso, con todos los honores, de los restos del diputado republicano y dirigente autonomista Gabriel Alomar.

Josep Maria Llompart, junto con la filóloga Aina Moll, Joan Oliver y Antoni Serra, integraron una comisión con el objetivo de reunir los fondos necesarios para hacer frente a los gastos que, inevitablemente, debía originar aquella movilización, que se quería masiva. Los contactos con las fuerzas sindicales y políticas parecían ir bien. Serra relata en sus memorias que incluso un joven representante de UCD "apoyaba las propuestas más avanzadas o aparentemente izquierdistas". "Lástima que no todos los 'ucediera' sean de la misma cuerda", comentaba Llompart con su proverbial ironía.

El ejemplo del Once de Septiembre

El espejo en el que mirarse lo aportó –un pico más– Catalunya. Sólo un mes antes, en Barcelona se había celebrado el primer Once de Septiembre en libertad desde la II República. El día 29 siguiente, el gobierno estatal restableció la Generalitat con carácter provisional –lo que entonces se llamó 'preautonomía', porque autonomía como tal no podía haberlo hasta que no se aprobara antes la Constitución, que debía regular cómo se construiría. El 23 de octubre, el hasta entonces presidente en el exilio Josep Tarradellas pronunciaba su mítico "ya estoy aquí". A su lado estaba el mallorquín Antoni Sbert, antiguo consejero de la Generalitat republicana. Tanto fue el entusiasmo generalizado que incluso la Diputación Provincial de Baleares –aún franquista, como se ha dicho– transmitió la enhorabuena a los catalanes por el restablecimiento de su autogobierno. Situaciones surrealistas, muy propias de la transición.

Sólo una semana antes de la fecha elegida para la manifestación, el 22 de octubre de 1977, visitó Mallorca, Menorca e Ibiza al entonces ministro para las Regiones, Manuel Clavero Arévalo. Según informaba el diario Baleares, había recibido de los parlamentarios isleños un borrador de preautonomía, lo mismo que ya se había establecido en Cataluña. El ministro se curó en salud: "Cada isla debe tener su autonomía". Eran públicos y notorios los recelos –eternos– de las 'islas menores' hacia la 'mayor'. Efectivamente: desde Menorca se anunció que ellos harían su propia Diada, si bien finalmente enviaron una amplia representación a Palma. Algo parecido ocurría en las Pitiusas. Su senador, Abel Matutes, no asistió.

Josep Maria Llompart, en la intervención en la plaza Mayor en la marcha de 1977.

El 25 de octubre, se produjo un hecho que en cierto modo constituía el prólogo de la inmediata Diada. Se conmemoraba el aniversario de la batalla de Llucmajor –25 de octubre de 1349–, en la que Jaime III de Mallorca había perdido la vida y el reino. La Seu de Mallorca y la plaza de la Almoina sirvieron de escenario a un acto en el que el entonces alcalde de Palma, Paulí Buchens –todavía dentro de la estructura de la dictadura, pero nítidamente comprometido con el cambio–, hizo entrega de la bandera del 'reino en medio del mar' al presidente de la asamblea de parlamentarios, el sen. Éste citó las palabras del propio Jaime III: "Nadie podrá quitarme la esperanza".

La conmemoración de Llucmajor el 25 de octubre ya la había iniciado el Ayuntamiento de Palma tres años antes, en 1974. Ahora se transformaba en una fecha de reivindicación del autogobierno. Pero se encontraba demasiado connotada de anticatalanismo –supuesta 'independencia' isleña contra 'dependencia' de Barcelona–, y eso no tuvo continuidad.

Todo parecía ir bien, en cuanto a los preparativos de la Diada. Se acordó que se realizarían cuatro intervenciones: una presentación de Antoni Serra; un parlamento de Aina Moll, en representación de las entidades culturales; otro del micer Ferran Gomila, por los sindicatos; y un último de Josep Maria Llompart, propuesto de forma unánime por las fuerzas políticas, como figura de consenso. Sí, todo parecía ir... demasiado bien. Antoni Serra, según recordaba él mismo unos años más tarde, confió a Llompart sus temores: "¿Tú crees que esta tierra es ya diferente?". "¿No crees que es hora de que parezca un país?", le respondió Llompart, para añadir, prudentemente: "De todos modos, la historia no ha terminado todavía".

UCD pide el jefe de Antoni Serra

Efectivamente, tanto buen entendimiento nunca podía ser. La noche antes de la Diada, cuando se suponía que sólo quedaba pulir detalles, UCD lanzó la 'bomba': querían sólo un discurso y pedían 'el jefe' de Antoni Serra, es decir, su exclusión. Así que él mismo renunció y se fue a casa. Eran aproximadamente las dos de la madrugada de ese 29-O que debía ser histórico.

La mañana del día siguiente, Aina Moll y Antoni Mir fueron a hablar con Serra. Se había llegado a un acuerdo in extremis: se suprimía el discurso de ella –justamente, el único de una mujer: eran otros tiempos, ciertamente peores en ese sentido– y se mantenían las intervenciones de Gomila y Llompart... y la de Serra, si él aceptaba, claro. Él no lo veía claro. Más bien, muy oscuro. Mir lo recuerda ahora: "Le dije que lo hiciera por las izquierdas, que no podían quedar sin su voz, y finalmente aceptó".

Ese día, Palma era una fiesta. Las tiendas hicieron en agosto a octubre con la venta de banderas mallorquinas. El Ayuntamiento dispuso líneas de transporte gratuitas. Llegaron autobuses de la Part Forana. Sin embargo, no podía faltar otro contrapunto surrealista: los 'Círculos José Antonio' ​​–obviamente, no muy en sintonía con la reivindicación autonomista– convocaban para el mismo día la celebración del aniversario de la fundación de la Falange. Si bien, dado que la manifestación se iniciaba a las seis de la tarde y este acto se anunciaba a las 20.30 h, quien se encontrara dudoso tenía margen para asistir a ambos.

La manifestación fue una riada de gente en su recorrido desde la plaza de Espanya hasta la plaza Mayor, donde debía culminar la jornada. En primera fila, los parlamentarios electos, entre ellos Jeroni Albertí, Félix Pons, Manuel Mora y Emilio Alonso y, muy cerca, el alcalde de Palma, Paulí Buchens. Se calcula que asistieron entre 12.000 y 30.000 personas, una cifra histórica. Si bien quizás no todo el mundo tenía claro el objetivo de la movilización: el jurista Román Piña Homs recordaba, en una entrevista en el 2002 a El Mundo/El Día de Baleares, como un grupo de manifestantes coreaba "queremos el instituto", y no "queremos el Estatut". Porque era lo que deseaban, un centro de enseñanza para su barriada del Camp Rodó, en Palma. Que, por cierto, miren por dónde, se llama Josep Maria Llompart. Una placa en mármol blanco recuerda en la plaza Mayor esa movilización histórica.

Y fue en la plaza Mayor, en el momento en que Josep Maria Llompart hacía referencia a "la lengua catalana", cuando llegó el desacuerdo. Una parte de los manifestantes le respondieron "mallorquín", ya que es así como se le ha dicho siempre en Mallorca, de forma coloquial. Ante lo cual Llompart insistió: "Catalán, catalán, catalán", utilizando el nombre científico. Por suerte, alguien con dos dedos de frente anunció otro lema: "Unidad, unidad", y eso pudo reconducirse.

La Diada por la autonomía, ciertamente, fue todo un éxito, y el propio Llompart expresaba sentirse asombrado ante la respuesta masiva a la convocatoria. Ahora bien, lo matizaba: "Que el pueblo esté bien informado es otro tema".

Albertí, a los suyos: "Cuando nos silban, que nadie se mueva"

Otro episodio destacado de aquella manifestación del 29 de octubre de 1977 en Palma fue el silbido monumental que recibió Unió de Centre Democràtic (UCD), sólo al ser anunciado públicamente su nombre, con el resto de organizaciones participantes. Era la factura que les cobraba la concurrencia por añadir complicaciones a la Diada, justo el día antes de celebrarse.

Jeroni Albertí, entonces senador de UCD y presidente de la recién constituida asamblea de parlamentarios, sabía que jugaban en campo contrario. "Éramos conscientes", declaraba en 2002 en El Mundo/El Día de Baleares , "que lo que dominaba allí era gente que no comulgaba con los planteamientos moderados de UCD", es decir, de izquierdas. Así que transmitió a sus estas instrucciones: "Cuando nos silban" –era previsible que lo hicieran– "que nadie se mueva".

Lo que no se consuela es porque no quiere. La dirigente comunista Francesca Bosch trató de tranquilizar a Albertí: "Presidente, no se preocupe demasiado. Los nuestros silban, pero los votan". Ciertamente, UCD había batido a la izquierda en las urnas sólo unos meses antes.

Información elaborada a partir de las memorias de Antoni Serra, los textos de Miquel Payeras, Antoni Nadal y Gabriel Ensenyat, el volumen colectivo Memoria viva y los diarios mallorquines de la época.

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