Supongo que yo a los 15 años también fui una “puta” por algún 'bro'

Viví, de nuevo, la misoginia que tuve que tragar cuando aún no sabía ni ponerle nombre

Tara, la protagonista de How To Have Sex.
07/07/2025
3 min

PalmaIr en autobús del TIB es, como ya sabemos, un deporte de riesgo. Personalmente, la modalidad que más me gusta es la de escuchar conversaciones ajenas, por las sorpresas inoportunas que sólo encontrarte. de chicos adolescentes de camino de la verbena de algún pueblo del Migjorn.follaamigas', ex... Y sus palabras me atravesaron el alma como un bisturí, llegando directamente a mi yo adolescente que, sin saberlo, todavía latía. Una angustia se me instaló en forma de nudo en el estómago que, de vez en cuando, me subía hasta la garganta, obligándome a enviar saliva y contener las ganas de llorar.

Cada frase que decían la comenzaban o acababan con un "bro", ese vocativo que entre las nuevas generaciones se ha convertido en la varita mágica de la connivencia y la complicidad. Como si lograran una impunidad total respecto de lo que acaban de decir –por grave que sea–, si antes han dicho "bro". "Esta es una puta", "Cuando me la haga, la recibiendo. Ya verás cómo no se olvida de yo", "Dice que la estoy utilizando, pero es que yo quiero una follaamiga", "Ves que tiene cara de 'guarra' y, después, te arrepientes de haberte enrollado con ella".

Estas son sólo algunas de las frases que conseguí retener en el trayecto de poco más de media hora que compartí con ellos. Eran tres o cuatro, tenían entre 15 y 16 años, y charlaban tan fuerte que el hombre- no oírles. Me hubiera encantado girarme y pedirles qué baremo utilizan para catalogar las chicas de putas o 'guarras'. Que me dijeran qué hacer para recibir alguna de estas calificaciones: haberlos rechazado, enrollarse con un amigo suyo, tener relaciones sexuales con más personas que ellos…

Pero la conversación seguía. Uno de los comentarios que más me hirió fue el del joven que quería conseguir algún sitio para dormir esa noche. Su estrategia consistía en ligarse a una chica: "Me dijo que podía quedarme a dormir en su casa, o sea que hoy me la hago y ya está". Todos aplaudieron, pero la observación de uno de sus colegas, que aseguraba que debían demostrar que eran "maduros", hizo detonar el discurso de un tercero en discordia: "Me la suda lo que piensen. Las subnormales son ellas, no debemos demostrar nada. Yo lo único que quiero es que no me denuncio".

Entonces, me pareció que era mi yo de los 15 años quien escuchaba ese debate. Viví, de nuevo, la misoginia que tuve que tragar cuando aún no sabía ni ponerle nombre. Experimenté cómo la mirada masculina todavía lucha por definirnos. Empaticé con la tremenda cosificación a la que sometían aquellas chicas que enumeraban, una tras otra, sólo para decidir si se enrollarían con ellas o no, como si su voluntad estuviera anulada. Y, de repente, sentí que era todas ellas a la vez. Seguramente, a 15 años, fui una "puta" para algún 'bro' como ellos. O, por el contrario, fui una de esas con las que se arrepentían de haberse envuelto.

Recordé las veces que me dejé hacer para conseguir validación, y las otras en las que me hicieron aprender demasiado rápido a poner límites. También me vinieron a la cabeza las veces que tuvimos que consolar a una amiga que, no sabíamos por qué, volvía llorando pasar un rato fugaz con un chico en un parking. Ninguno de nosotros sabía interpretar esas lágrimas. Aún las vemos incompatibles con que se hubiera ido contenta y de buen gusto con él. Al igual que en la película How to have sex, hasta el punto de que parecería que la directora, Molly Manning, se hubiera inspirado en una de esas experiencias para rodar –en una calle que recuerda intencionadamente a Magaluf– la escena en la que la protagonista, Tara, vuelve llorando a su hotel tras una tarde de fiesta.

"La infancia acaba con un beso", dice Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana, el libro sobre el feminicidio de su hermana por el que ganó el Pulitzer en el 2024. "Este esperar, que es la niñez, finalmente llega a su fin con un beso. Labios sobre labios. Dientes. Saliva. La respiración entrecortada. Los ojos abiertos. La infancia termina con la instauración del secreto", reflexiona sobre romántico, lo mismo que, con sólo 20 años, le valió la muerte. No puedo evitar que sus palabras me resuenen. "La infancia termina con un beso". Ojalá podamos liberarnos algún día de todo el sufrimiento que empieza con este beso.

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