Historia

Juan Carlos I, rey de Mallorca

Se cumplen 50 años de la proclamación de quien muy probablemente ha sido el monarca de toda la historia que más tiempo ha pasado en Baleares

El acto de entrega del palacio de Marivent, en 1973. 'Los reyes de Mallorca'
22/11/2025
5 min

PalmaRey de Mallorca es sólo uno de los títulos de una lista interminable que ostentan los soberanos españoles. Pero, muy probablemente, ha sido el 'emérito' Juan Carlos I el monarca de toda la historia que más tiempo ha pasado en las Islas Baleares: más que los mitificados reyes 'privativos' –Jaime II, Sancho I y Jaime III– que no estaban casi nunca, porque preferían quedarse en la corte de Perpiñán y en sus posesiones continentales. Recordamos este vínculo con el Archipiélago cuando se cumplen 50 años de su proclamación, como sucesor de Franco, el 22 de noviembre de 1975.

Joan Carles de Borbó Juanito para la familia, fue por primera vez en Mallorca en 1953, junto a su hermano pequeño, Alfonso –que moriría tres años más tarde, de un disparo disparado por accidente por el futuro rey. Tenía quince años. Había nacido en 1938 en el exilio, en Roma. Su padre, Juan de Borbón, era el heredero de Alfonso XIII, 'Juan III' para sus partidarios. Éste, residente en Portugal, y el dictador Franco, habían acordado que los chicos se educarían en España. Aunque el régimen tenía previsto que el sucesor del Caudillo lo fuera "a título de rey", estaba muy claro que el dictador no pensaba en 'don' Joan, de mote 'Joan 3r Esquerra', por sus supuestas veleidades democráticas.

Fue día 15 de agosto cuando Juan Carlos y Alfonso llegaron al aeródromo de Son Bonet y los recibió el entonces gobernador civil, Alejandro Rodríguez de Valcárcel. Fue, pero por pura casualidad: él había ido al aeródromo a buscar a un hermano suyo, que llegaba a la misma hora. Curiosamente, sería ese mismo Valcárcel quien veintidós años más tarde, ahora como presidente de las Cortes franquistas, tomaría juramento al nuevo monarca.

Aquellas fueron unas largas vacaciones, hasta el 25 de septiembre siguiente. Los chicos se alojaron en Valldemossa, en la residencia de verano del conde de Fontanar, un fiel a 'don' Joan. Pero, como buenos turistas, llevaron a cabo un amplio recorrido por la isla: la Sede de Mallorca, Bellver, el Estudi General Lul·lià, Santa Eulàlia, Llucalcari, Formentor, Puig Major, Lluc, Sóller, Andratx, Cabrera y S'Avall, donde fueron invitados por sus propietarios: los March. El buen entendimiento con esta familia no era nada nuevo: el patriarca, en Verga, ya le había regalado a Juan de Borbón un velero, el Saltillo, para sus travesías.

El pacto de 1974 en Palma con el padre

Juan Carlos –como se ha visto después, a lo largo de decenios y hasta ahora– heredó aquella afición del padre por el mar. Ya en esa primera estancia descubrió los placeres de la navegación participando en una regata en Sóller. Parece que el organizador se dirigió a él ya su hermano sin utilizar el tratamiento protocolario, y un preceptor tuvo que corregirlo. ¡A quién se le ocurre tratar a unos niños como si fueran unos niños!

La presencia del mar contribuyó poderosamente a que Juan Carlos volviera a Mallorca. Lo hizo en 1958, a bordo de un barco de la Armada. Y lo seguiría haciendo en los años sesenta, para navegar. A partir de 1962, acompañado por su esposa, Sofía de Grecia. Estaba claro que el futuro rey se había quedado 'pegado' en las Islas. Al escritor Baltasar Porcel le explicó por qué: "Me gustan Baleares porque puedes ir en barco a muchos lugares, y volver por rutas distintas, lo que es imposible en una larga costa peninsular. Además, el clima y el paisaje mallorquines me encantan".

Mientras tanto, cambiaron las circunstancias políticas. Franco acabó de deshojar la margarita –había otros candidatos– y, en 1969, el joven Juan Carlos fue designado como sucesor y futuro rey. Ahora bien: esto no sería una restauración de la monarquía borbónica, sino la instauración de una monarquía franquista. Incluso se creó un nuevo título para el heredero, príncipe de España, en lugar del de toda la vida, príncipe de Asturias.

Aquello, por supuesto, no hizo ninguna gracia a 'don' Joan. Y fue justamente en Palma, en junio de 1974, donde tuvieron una conversación 'de hombre a hombre' padre e hijo. ¿Ve a saber qué le explicó Juan Carlos –quizás sus futuros planes?–, pero el caso es que Juan de Borbón cambió de actitud y rehusó apoyar un manifiesto preparado por la Junta Democrática, unión de las fuerzas de oposición clandestinas. Juan Carlos había salido con la suya.

Tantas visitas del joven Borbón a Mallorca –ahora ya en familia: la mujer, dos hijas, Elena y Cristina, y un hijo, Felipe, el monarca actual– hicieron pensar a los jerarcas franquistas que quizás sería una buena idea proporcionarles –del erario público, claro– una residencia, en lugar de los hoteles donde se aloja. Así, se cambió el destino del palacio de Marivent, que la viuda del propietario había legado como museo y parque público, para su nuevo objetivo.

El entonces presidente de la Diputación, Josep Alcover, hizo entrega del palacio a Juan Carlos, con ruego incluido: "Que acepte esta residencia para que en familia y en todas cuantas ocasiones, tiempos y momentos sean de su agrado, podáis disfrutar, rodeados de nuestro profundo respeto y encendido cariño, de un merecido y necesario reposo, fundamentada y consolidada por nuestro caudillo, que no dudamos nos conservará y acrecentará en un futuro.

¿El gran promotor del turismo?

Por alguna extraña razón, desde entonces no sólo los isleños pagan religiosamente los gastos de esta residencia real de verano –más de un millón de euros anuales– sino que, además, deben dar las gracias por tan alto honor. Prácticamente hasta su abdicación en 2014, la adulación hacia Juan Carlos y los suyos ha sido interminable: alcalde honorario de Palma y de Llucmajor, primera Medalla de Oro de la Comunidad Autónoma en constituirse ésta en 1983... Cuando el monarca necesitó un nuevo yate Fortuna, se lo regalaron un grupo de empresarios mallorquines, con una aportación del Gobierno autonómico, por un valor total de dieciocho millones de euros.

Ahora bien, cómo dirían a La vida de Brian, ¿qué ha hecho Juan Carlos por nosotros, para merecer tanta generosidad? La respuesta es sencilla y se ha repetido hasta la saciedad: ha sido el gran promotor del turismo, la gallina de los huevos de oro. Quizás no lo sea tanto. Entre 1973, el primer veraneo en Marivent, y en 1974, el número de visitantes no subió, sino que descendió: de más de tres millones y medio a poco más de tres millones. Cuando Juan Carlos todavía no había pisado la isla, los turistas ya habían aumentado un 30% de 1950 a 1951. Y, ahora sin él, el turismo ha seguido creciendo: récord histórico de 18,7 millones en el 2024, diez años después de su abdicación.

Las otras islas fueron también destino de viajes oficiales de los entonces príncipes y después reyes, al igual que la Part Forana. El 29 de noviembre de 1973, en Menorca. Al día siguiente, en Ibiza. En agosto de 1978, en Llucmajor. El mismo mes de 1981, en Andratx, donde quedaron a comer en casa de los Porcel.

En septiembre de 1975, a punto de ser proclamado rey –sería el 22 de noviembre, hace 50 años–, el aún 'príncipe de España' invitó a cenar a Marivent un grupo de 'notables', entre ellos el filólogo y destacado defensor de la lengua catalana Francesc de Borja y Jeroni Albertí, que se convertiría en el presidente de la preautonomía balear, al llegar la democracia. Estaba claro que se olía un cambio de viento.

Juan Carlos solía decir de sí mismo que en Mallorca le llamaban 'Avar', porque siempre venía "a regatear" –un juego de palabras, hay que reconocerlo, francamente malo. Lo que sí es cierto es que las estancias de Juan Carlos I y su familia, de unas semanas, amortizaban el gasto de Marivent más que ahora, cuando Felipe VI y los suyos sólo pasan unos días en Mallorca. Por supuesto, no todo el mundo se ha mostrado encantado de la vida con esta cesión de un bien público a los Borbones: hace unos años que la Plataforma Recuperem Marivent se manifiesta periódicamente, a las puertas del palacio, exigiendo su regreso a los mallorquines. Quizás, ahora que se utiliza tan poco, sea el momento de planteárselo...

Juan Carlos y la prensa: una relación con altibajos

Los medios de comunicación, locales y estatales, han contribuido a lo largo de decenios, todo debe decirse, a las toneladas de incienso derramadas sobre Juan Carlos y familia, en sus veranos mallorquines. Particular fortuna ha hecho la expresión "como uno más", referida al rey, a la reina oa cualquiera de sus hijos, que todavía se utiliza. De verdad alguien puede creer que, cuando Juan Carlos iba a un restaurante; Sofía, de tiendas por Palma, y ​​Elena, Cristina y Felipe, en la discoteca Clan, ¿era igual que si fuera cualquier otro?

Las audiencias de Juan Carlos en Marivent seguían un protocolo sistemático, en lo que se refiere a la prensa. Los periodistas y lo que llevaban encima era revisado por perros adiestrados, y eso que prácticamente eran siempre los mismos. La férrea –y eficaz– seguridad que le rodeaba detectó, en 1995, un intento de asesinato en Mallorca por parte de ETA, con una nueva tentativa en el 2004.

El otro punto neurálgico de esas vacaciones en Mallorca era el Club Náutico de Palma, base de la Copa del Rey de vela. Juan Carlos fue lanzado a la piscina por sus compañeros, para celebrar una victoria del Bribón, el barco en el que competía. El resto de imágenes pueden haber sido siempre las mismas, de un año a otro: nadie se habría dado cuenta.

Sobre la vida estrictamente privada de Juan Carlos en la isla –lo que ocurre en Mallorca queda en Mallorca– se mantuvo un pacto implícito de silencio. No fue hasta 1992 cuando trascendió a los medios el nombre de Marta Gayá, la mallorquina con la que mantuvo una larga relación amorosa.

No siempre los tratos del monarca con la prensa fueron tan armónicos. Aparte de los redactores de los diferentes medios, estaban los paparazis, deseosos de captar imágenes digamos poco convencionales, para ofrecerlas después al mejor postor. Cuando en 1995 se publicaron unas fotografías suyas desnudo en la cubierta del Fortuna, el enfado fue colosal y advirtió a un grupo de reporteros en el Náutico: "Si queréis guerra, los tendrás". Si bien después lo pensó mejor y les invitó a hacer un aperitivo. En una visita de Diana de Gales, detectó la presencia de fotógrafos y dirigió al Fortuna directamente contra ellos... para variar el rumbo a pocos metros. Una broma algo pesada.

Información elaborada a partir de los textos de Andreu Manresa y Rafael Caballero, Màrius Carol, Antoni Sastre Albertí y Sebastià Serra y los dos volúmenes colectivos Los reyes de Mallorca.

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