Colorear sobre las noticias


"Tanta cultura llegará a hacer verdad", dicen que dijo Gabriel Cañellas en sus días de presidente de Baleares, un día que debió encontrar que había un exceso, de cultura. Él no podía saber que sus palabras serían proféticas y que, efectivamente, nos empalagaríamos de cultura, más que nada porque, de un tiempo a esta parte, se ha convenido que todo es cultura. Sobre todo lo que a algunos les gusta: ir de restaurantes es cultura, la televisión basura es cultura, buscar estallidos es cultura, las fiestas de carpas son cultura, las drogas son cultura y el fútbol, por supuesto, es cultura. Los toros ya eran cultura de antes y cuando se inventara la cultura, eso no admite discusión alguna. ¿O no sabéis que a Picasso le gustaba ir a las corridas? Ido no hablamos pus.
O sea que cultura lo es todo, excepto la cultura. La cultura ya no es cultura porque da pereza, suele exigir un cierto esfuerzo y una cierta atención, y eso no cotiza. La cultura tiene huesos, tiene sesgos, tiene pinchos, a veces puede causar cierta incomodidad. De modo que declararemos que esta cultura, la cultura, es elitista y que sólo interesa a quienes van de culturillas.
Tal vez por todo esto algunos artistas (no hace falta decir "creadores", no todo el mundo está creando todo el santo día) acaban saliendo a la calle a hacer cultura. Para que no les llamen elitistas y para que la gente vea que la cultura, en fin, tampoco muerde. Sí puede inducirnos a alguna reflexión, pero también puede dar placer. Y a partir de poco ya cambio de poco, también.
He aquí, por ejemplo, un pintor que pinta en la calle sobre recortes de prensa. No ilustra lo que dicen estos recortes: los utiliza como soporte. Ambos recortes son de dos periódicos de renombre y no parecen elegidos al azar: uno es de un crítico de arte que comenta una pintura de Gustave Courbet; el otro es de un analista de política y economía que diserta sobre la OPA hostil más sonada de la historia de la banca española, que como todos sabemos (tanto si queremos como si no queremos) es la del BBVA sobre el Banc Sabadell. La cultura –la alta cultura– y el dinero –el alto dinero.
Courbet, a quien hoy llamaríamos un antisistema, cometió, en el cuadro titulado El taller del pintor, de 1855, un acto poco valiente: borrar la figura de Jeanne Duval, una mujer negra que durante un tiempo fue amante del poeta Charles Baudelaire, que sí sale al cuadro en compañía del anarquista Proudhon o del mecenas Alfred Bruyas. Los hombres ilustres, en el cuadro. La mujer negra, o mestiza, pobre y prostituida, borrada. Como broma podía ocurrir, pero como presencia artística, no. La ironía del tiempo (y del propio arte) es que la capa de pintura con la que Courbet quiso la Jeanne Duval del cuadro, y de la historia del arte, ha ido adelgazando con los años, y ahora la figura de la mujer negra vuelve a ser visible. La justicia poética es esto.
Encima de la historia de Courbet, Duval y el cuadro El taller del pintor, nuestro artista ha dibujado un hombre joven de espaldas que parece buscar, con la mano levantada, una puerta o un lugar por donde pueda pasar de donde está a otro lado. También ha tapado, con acierto, la mayoría de palabras del título del artículo, por lo que han quedado destacadas sólo tres: 'Art. El fantasma'. En cambio, el texto del artículo, con la poco decorosa historia del borrado de Jeanne Duval por parte de Gustave Courbet, se ha mantenido intacto, enriquecido con algunos oportunos subrayados.
Hacer cultura
Al otro lado del caballete, en el artículo sobre bancos que se devoran unos a otros se ha superpuesto el dibujo con rotulador de un órgano vital mixto, que es mitad corazón y mitad cerebro. Courbet fue un rebelde, o tuvo fama, ahora bien: la posteridad y el capitalismo le han hecho también una OPA hostil, y ahora sus cuadros, que en su vida representaban el espíritu bohemio más encendido, valen millonadas, o se dice que el precio es incalculable. Sí se pueden comprar, por precios módicos, en láminas o reproducciones de éstas que se despachan a los almonedistas ya las tiendas de decoración, o directamente a las secciones de hogar de algunos grandes almacenes. Rodeado de la cultura banal de nuestro tiempo, y posiblemente desencantado de la cultura que nos ha legado la historia, nuestro artista anónimo ha salido a la calle a hacer cultura. Y él, al menos, sí tiene algo que decir.