2 min

PalmaHace cincuenta años de la muerte de Franco y, con ella, del fin formal de una dictadura que todavía proyecta largas sombras sobre nuestra vida pública. Medio siglo después, la democracia española sigue poniendo a prueba sus límites y su solidez, y las Islas Baleares ofrecen, hoy más que nunca, un ejemplo inquietante. La extrema derecha, que reivindica abiertamente aspectos del franquismo y recupera postulados que deberían haber quedado sepultados por la historia, está presente con fuerza en las instituciones de las Islas y debemos recordarlo tantas veces como sea necesario: preside el Parlament, forma parte del gobierno de Mallorca y condiciona la política autonómica ya menudo también municipal. Todo ello es el reflejo de una creciente presencia en la calle, especialmente entre los jóvenes, un fenómeno que no se puede menospreciar.

Ante este escenario, es imprescindible volver a reivindicar con claridad la necesidad de un cordón sanitario. Los partidos de izquierda ya le habían propuesto al PP al inicio de la legislatura como herramienta para aislar a Vox y evitar la normalización de un discurso que cuestiona derechos y libertades fundamentales. Pero lo que hemos visto hasta ahora es un juego de ambigüedades por parte del partido que preside Marga Prohens: un acercamiento táctico, distanciamientos puntuales, y de nuevo un acercamiento cuando conviene para gobernar o aprobar presupuestos. Esta danza oportunista envía a la ciudadanía el mensaje devastador de que con la extrema derecha se puede pactar, se puede negociar e, incluso, se puede compartir proyecto cuando interesa.

Es un error grave. Porque las ideas no se difunden sólo desde las tribunas institucionales, sino también desde la imagen que la política ofrece a la sociedad. Cuando un partido que idealiza la dictadura y promueve la involución obtiene legitimidad por la puerta grande, sus posiciones se desacomplejan, arraigan y se multiplican.

La responsabilidad de detener este retroceso democrático no es, obviamente, de Vox, que actúa con plena coherencia con lo que predica. En Baleares es, sobre todo, del PP y del Govern, que tienen la obligación institucional y moral de garantizar que ninguna agenda reaccionaria imponga regresiones en derechos civiles, lengua, memoria o igualdad. La lucha contra el fascismo no admite matices ni medias tintas: requiere claridad, valentía y una convicción democrática sin fisuras.

Cincuenta años después de la muerte del dictador, la lección debería seguir viva, porque la democracia sólo se defiende ejerciéndola y dando la espalda a los que idealizan las dictaduras. Por eso debe mantenerse alejada la extrema derecha de las acciones de gobierno, no normalizarla y hacer todo lo posible para que no vuelva a arraigar lo que un día robó derechos y libertades.

stats