28/09/2025
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Alberto Núñez Feijóo viajó a Formentera –ahora ya sabrá algo de triple insularidad– para explicar la propuesta de política migratoria del PP. En teoría. En la práctica, se centró en adoptar una versión eufemística del discurso de Vox.

La inmigración es un problema de resolución tan compleja como el de la vivienda, con la diferencia de que el segundo afecta directamente a la ciudadanía. Sobre todo a los jóvenes. Y, si no hay forma de resolverlo, la estrategia puede ser distraer con el primero. Sobre todo a los jóvenes.

El presidente del PP dijo que "la inmigración debe ser preferentemente más cercana culturalmente" y que "la hispanidad es compartir vínculos sociales, idiomáticos y de comportamiento". Una versión descafeinada del 'no moros, no negros y sí latinos', que es más fácil distinguir en la extrema derecha. Porque Vox no lo disfraza y lanza el "violan a nuestras mujeres", al igual que enarbola la ridiculez de las denuncias falsas por violencia machista.

Ayuso, cada día más trumpista, acudió incluso a iglesias evangélicas durante la campaña, consciente de la importancia del voto latinoamericano. Rezamos lo mismo, llegó a decir. Porque el interés no va sobre las condiciones en las que viven los inmigrantes, o si violan o no violan a las mujeres de españoles de bien, sino de pescar en un mar cada vez más lleno de votos.

El PP tiene un problema con el voto joven, capitalizado por Vox con demagogia y desinformación a través de las redes sociales. Y la forma de captarlo no debería ser poniéndose a su altura. Del mayor partido de la oposición se espera un mayor ejercicio de responsabilidad social, moderación y menos fuegos artificiales.

El debate de la inmigración debe abordarse desde el análisis, el sosiego y planes realistas. En definitiva, con una política migratoria que equilibre los beneficios para la sociedad española y para quienes llegan de fuera. Ambos, innegables.

La visión de la izquierda tiene rendijas –el limbo jurídico de los migrantes o la situación desbordada de Extranjería–, pero debería completarse con ideas realistas. No con el peor populismo posible, el que nunca habla de los abusos de los empresarios que contratan en negro. Porque para populismo, por desgracia, por incitar al odio y lanzar fábulas, ya tenemos Vox. Y Ayuso, que viene a ser lo mismo.

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