Hervirá el mar
La insoportable ligereza de saber lo que pensamos. Hacia Manacor han sido días intensos. Ha hervido el mar, como la cazuela en el horno, a la apocalíptica manera ausiasmarchiana. La OCB de la villa ha cancelado una conferencia sobre chuetas y antisemitismo porque quien debía impartirla era la historiadora, y también declarada sionista (así se autodenomina ella misma, el calificativo no es mío) Laura Miró. El episodio es de una complejidad enorme y nada de lo que pueda decir al respecto saldrá indemne de las acusaciones de sionista o terrorista palestino por parte de los seguidores de una y otra parte. No pretendo la equidistancia. Quiero la existencia de un estado palestino libre y soberano. Me repugna el genocidio que el estado israelí perpetra a lo que algunos todavía hoy de forma casi cínica llaman "Tierra Santa". No quiero la colonización israelí de ese territorio, como no quiero tampoco la colonización española del nuestro. Entre el estado y el pueblo oprimido tengo clara la elección. Otra cosa es la cancelación. Me desquicia que no dejemos hablar a alguien, cuando además ya le hemos invitado a decir la suya (¿no fue éste, el error de partida?). Si hemos llegado al punto de no poder escucharnos, de no poder decirnos las cosas en la cara, con todos los matices, con todos los emperones, y con todas las controversias del mundo, es que hemos perdido sábanas, en esta colada.
Orriols vs. Garcés. "No son propuestas de cambio, no son propuestas de transformación, sino de intervenir para que no se pierda la raza blanca, para que no se pierda determinada lengua, los derechos de los autóctonos, es una intervención hecha sobre un imaginario de pérdida: perdemos privilegios, perdemos recursos, perdemos pensiones, perdemos costumbres, perdemos nuestra identidad…". La filósofa Marina Garcés hablaba así del relato que han construido los partidos de extrema derecha. El jefe nos va directamente a Sílvia Orriols, la alcaldesa de Ripoll que destrozará todos los marcadores en las próximas elecciones autonómicas en el Principado de Catalunya. En primera instancia, por supuesto, nos descompone ver "lengua, costumbres e identidad" junto a "privilegios, recursos y pensiones". Pero tranquilos, quien ha tenido la habilidad de juntarlos no ha sido Garcés (a quien, por cierto han taladrado en las redes por estos comentarios) sino la propia Orriols. Defender la propia identidad frente a un estado represor no es una posición de extrema derecha. Hacerlo ante el último migrante que acaba de llegar con una mano delante y otra trasera, por supuesto que sí.
Picornell vs. Pons. De dos mujeres, a dos varones. Climent Picornell publicaba esta semana pasada un interesantísimo escrito (¿hay ninguna de sede que no lo sea?) en torno a la bomba demográfica que ha estallado en las Islas Baleares en los últimos veinte años. No aporta soluciones, el maestro sanjuanero, y se aleja de forma tan prudente como abrigada de electoralismos partidistas y de tibiezas diversas. Pero sí advierte que es necesario que las fuerzas democráticas articulen un relato (y unas acciones) que encare con valentía la cuestión demográfica. "¿No podemos hablar de demografía? ¿Somos racistas por eso?". Prácticamente el 50 por ciento de la población del Archipiélago ha nacido fuera de Baleares y esto "hace dificultoso coordinar este crecimiento con la dotación de servicios públicos". El proceso también "tiene consecuencias en la configuración de la mentalidad colectiva", nos alerta Picornell mientras a la vez sentencia que "seguirá, porque para evitar el escenario de un invierno demográfico Baleares necesita inmigración. Si no venden inmigrantes, el crack es inevitable". Pere Antoni Pons, por su parte, trasladaba el debate en un artículo publicado en Última Hora, a la "desnacionalización" del soberanismo de izquierdas que hacía contrastar con la aparición de la flamante Coalición por Mallorca de Lladó y Miralles, dos Juanes que de jóvenes parecía que se movían con comodidad dentro de la socialdemocracia soberanista y que ahora, deslumbrados por la industria turística y los réditos identidad y la economía liberal, con los cocodrilos del racismo y la xenofobia listos para devorarlos a la mínima distracción. Volviendo a la primera idea de la "desnacionalización de la izquierda", creo que es peligroso avalar un relato que desvincule sentido de país y ansia de justicia social. No digo que lo haga el brillante campanero, que simplemente constata hechos, él. Pero sí es necesaria una rebelión contra la hiperventilación nacional derechista: sí, podemos querer ser ya la vez querer transformar, porque ambos conceptos caminan en el mismo sentido: la liberación del yugo de España y la liberación del yugo neoliberal y capitalista.
Decía Pedro Antoni Pons que si la nueva Coalición Por Mallorca "evita la tentación de convertirse en el lobi del alquiler turístico, si sabe satisfacer las ganas de regreso al orden y la preservación del sistema público que pide una parte notable de la población sin avalar políticas autoritarias, entonces puede tener campo para correr". Y a un servidor vuestro lo que le preocupa es que el campo para correr lo tenga este nuevo partido, si precisamente "avala políticas autoritarias", porque el voto, cuando se trata de ganar elecciones, es más goloso incluso que el dinero.