Un Próspero para la eternidad
Broggi es fiel a Shakespeare, como lo es también a su maestro, Peter Brook, con su inolvidable versión de la obra que nos ocupa


PalmaVer Shakespeare es como escuchar a Bach, ambos siempre habitan en otra dimensión. Por otra parte, ver La tormenta, la última obra que el bardo escribió y firmó en solitario, hace que las posibilidades de disfrute aumenten exponencialmente. Que sea en la Biblioteca de Catalunya, donde Oriol Broggi practica la magia blanca con ingredientes de primera calidad, casi garantiza la anterior. Para redondearlo, si Lluís Soler es el encargado de dar vida a Próspero, ya nadie puede evitar las consecuencias de los efluvios del hechizo. Dicho esto y sin entrar en sí La tormenta es pieza testamentaria o una declaración de intenciones, lo que está claro es que contiene todos los rasgos y virtudes de quien no tiene comparación posible. Los personajes, circunstanciales habitantes de una isla que es también un universo, conforman un preciso caleidoscopio de la condición humana. Si, como dice Broggi, la obra habla de perdón y reconciliación, tampoco deja de ser una miscelánea en la que podemos encontrar desde venganzas hasta ambiciones, desde canallas hasta bobos, donde nadie es perfecto. O quizás sólo Miranda, interpretada por Elena Tarrats, y su enamorado, Ferran, encarnado por Eduard Paredes, seguramente o tan sólo porque todavía son demasiado jóvenes, todavía tiernas.
Broggi es fiel a Shakespeare, como lo es también a su maestro, Peter Brook, con su inolvidable versión de la obra que nos ocupa. Por parte de Broggi no hay lecturas más allá de lo que está escrito en el original, aunque existe la posibilidad de una traslación contemporánea en el tiempo y en el espacio, como por ejemplo lo hizo Irina Brook en el paternal templo de Les bouffes du Nord, pero ésta es otra historia. La opción de Broggi es la constatación de la grandeza e intemporalidad de Shakespeare, vayan vestidos como vayan vestidos los protagonistas. Lluís Soler es un Próspero sublime, humano, pese a sus alquimistas habilidades, capaz de concebir una tormentosa represalia para finalmente, una vez logrado su objetivo, perdonar sin excepción, sea cual sea la magnitud del agravio. Babou Cham es Ariel, un verosímil espíritu del aire, toda veneración, como agradecimiento más que por convicción, mientras que Jacob Torres hace un Caliban demonión muy adecuado, ambos al servicio de un implacable Próspero. El resto, Xavier Ripoll, Oriol Ruiz Coll y Ramon Vila, van logrando diferentes personajes con idéntica eficacia, mientras suena de fondo la guitarra de Marc Serra. ¿Por qué qué sería de La perla si no escucháramos la música de Serra? Seguramente otra cosa. Tampoco no hay que olvidar las luces, de Gina Moliné, las que aportan la atmósfera adecuada a todos y cada uno de los momentos, rubricadas con la frase final que lo cuestiona todo. "Somos de la materia que están hechos los sueños" y que sentencia Soler, un Próspero para la eternidad.