
El sello editorial Café Central nació hace 35 años. Desde su fundación –a cargo de Antoni Clapés y Víctor Sunyol– esta casa de libros ha acogido algunas de las obras poéticas más destacadas de las últimas tres décadas y pico, y ha tenido, en efecto, talento procedente de las Islas Baleares. El fecundo listado va desde Àngel Terron hasta Antònia Vicens, pasando por Nora Albert, Margarita Ballester, Andreu Gomila, Isidor Marí, Biel Mesquida, Jaume Munar, Arnau Pons, Ponç Pons, Antoni Vidal Ferrando, Gabriel de ST Sampol, Jean Serra, Lluís Servera y Antoni Xumet Ros. Del poeta, traductor y editor nato en el Port de Pollença, el ya mencionado Xumet Rosselló, se publica ahora La justa medida del frío en la colección Jardines de Samarcanda con un precioso epílogo de Teresa Pascual, que asegura que es un volumen importante creado a partir de una escritura muy personal, bella pero también dolorosa, y que invita a profundas reflexiones sobre las profundidades más crudas de la vida y la esencia del ser humano frente a la hielura prístina del mundo. El libro recupera dos obras anteriores del autor (La desnudez y el veneno y Estigia) pero cuidadosamente revisadas para esta reedición. Los inéditos poemas de tono celanío incluidos en la parte final, Las hojas lentas, completan una obra impresionante.
Los versos de Antoni Xumet Rosselló se clavan como cuchillos. Desde una posibilidad expresiva que ensancha los horizontes del silencio a través de una serie de recursos que convierten cada poema en un quirúrgico y escueto instrumento sugestivo, cada composición opera talmente una investigación filosófica que se adentra en el dolor de existir con el peso de la pérdida. Estas páginas crudas indagan en las ausencias y espasmos del duelo y confirman la estricta estupefacción de existir. Los aforismos breves y las prosas poéticas se van combinando en una suerte de réquiem subdividido en cánticos marcados por la sequía y el fulgor verbal al modo de José Ángel Valente: rastros escritos de una desolación que resplandece porque se despliega a partir del mínimo para sentenciar el máximo. Es gracias a esta incisiva operación de ensanchamiento que construimos el puntal desde el que enfrentarnos a la mudez de Dios en busca del sentido. No puede negarse: la muerte es uno de los temas predominantes, pero Xumet Rosselló –como Andreu Vidal, otro de sus maestros literarios– no la trata morbosamente. Al contrario, la confirma como una de las aduanas inevitables de nuestro paso por la Tierra. Como Josep Palàcios, Xumet Rosselló sabe que la silente divinidad se esconde en las cimas más gélidas. Y es verdad que no es necesario naufragar para conocer las riberas, pero es en el hundimiento que las costas alcanzan plenitudes salvadoras como las de esos versos alquímicos que transforman las heridas en oro.